Esquí de Montaña
«El conductor se disculpaba y yo pensaba: 'Me has jodido'»
La carrera contra el reloj de Ana Alonso, la esquiadora de montaña aspirante a medalla que fue arrollada por un coche mientras montaba en bicicleta a cuatro meses de los Juegos
Ana Alonso, en el gimnasio tras el accidente
Ana Alonso (Granada, 1994) creyó estar viviendo una pesadilla. Bajaba en bicicleta junto a una amiga por la carretera de Pinos Genil, un descenso que conoce al milímetro, cuando un todoterreno que subía hacia la sierra se cruzó en su camino. «El conductor se deslumbró ... y no nos vio. A pocos metros vi que iba a impactar. En segundos te da tiempo a pensar mucho», recuerda. Intentó maniobrar para saltar por encima del capó, una reacción instintiva para amortiguar el golpe. Pero la defensa del coche le destrozó la rodilla derecha, el parabrisas se quebró contra su hombro y acabó tendida sobre el asfalto, consciente pero herida.
Fue el pasado 24 de septiembre, a las puertas de una temporada crucial. La granadina viene de ganar la Copa del Mundo del relevo mixto, junto a Oriol Cardona, y de ser tercera en la clasificación general de esprint femenino, las dos pruebas que serán olímpicas por primera vez en los Juegos de Milano-Cortina 2026. Una de las opciones más claras de medalla para la delegación española. Estaba a punto de iniciar su pretemporada cuando ese descenso rutinario se convirtió en un punto de inflexión para ella: el golpe que podía arrebatarle el sueño olímpico.
«Tras el golpe comprobé que estaba consciente, sin sangre ni heridas visibles. A los diez segundos ya pensé en los Juegos porque me dolía mucho la rodilla. El conductor se disculpaba y yo pensaba: 'me has jodido...'». Luego llegó la ambulancia, el traslado al hospital y un primer diagnóstico esperanzador tras realizarle una radiografía en el hombro: luxación acromioclavicular.
«Pero al ponerme en pie -continúa su relato- la rodilla se me iba hacia dentro. Pensé que sería del golpe, pero no se me pasaba. En los días siguientes fuimos a médicos y traumatólogos y hasta pasada una semana no tuvimos el diagnóstico completo. Me hicieron resonancias de tobillo, rodilla y hombro y salió todo el destrozo». Ese «destrozo» del que habla incluía rotura de los ligamentos cruzado anterior y colateral interno con edema óseo en la rodilla y una fisura de maléolo.
A lo largo de su vida Alonso ha aprendido a reaccionar en situaciones límite, por lo que trató de mantener la calma a pesar de ese parte médico demoledor que le abría dos caminos: : cirugía inmediata, con una recuperación de al menos seis meses, o un tratamiento conservador, sin operar, confiando en que el ligamento interno cicatrice por sí solo. Pensando en los Juegos, esta última era la única opción viable. «La rodilla es la avería importante. El hombro podría haberse operado, pero no me va a limitar; será cuestión de que suelde bien. La fractura de tobillo no tiene desplazamiento y en cuatro semanas debería estar. Ahora el objetivo es que el ligamento colateral interno cicatrice por sí solo».
Su recuperación actual es una carrera contrarreloj. Las primeras cinco semanas están dedicadas a inmovilizar y fortalecer sin dañar. Luego llegará el trabajo de potencia y estabilidad. El objetivo es volver a esquiar en diciembre, retomar los entrenamientos en Sierra Nevada y, si todo va bien, participar en las dos últimas Copas del Mundo antes de los Juegos. «Hay esquiadores de élite que compiten sin cruzado. El tiempo va en contra, pero si hacemos todo bien y el cuerpo responde confiamos en llegar bien».
La experiencia no es completamente nueva para ella. En 2017 se rompió la tibia y el peroné esquiando y a los cuatro meses ya estaba haciendo un kilómetro vertical. Y el año pasado, por estas mismas fechas se rompió dos ligamentos del tobillo y aun así compitió en la Copa del Mundo. «Este proceso es algo más complicado en ciertos aspectos, pero conozco el camino y mi cuerpo: sé cuánto exigirle y cómo responde; por eso confío».
Entre medias, Alonso sabe que tendrá que luchar también con las secuelas emocionales. Admite que estos días su cabeza está siendo una «montaña rusa». La rehabilitación le ocupa todas las mañanas. Las tardes las tiene libres. Hay momentos para creerse invencible, y otros en los que el abatimiento le supera. «En un mismo día puedes estar muy motivada y luego no tanto. Pero me siento muy arropada. Tengo gente para llevarme y traerme, hacerme la comida, la casa, todo lo que ahora no puedo hacer. Me siento privilegiada». No quiere perder ni un segundo y lleva la rodillera puesta incluso al dormir, aunque la espalda es su otro quebradero de cabeza. «Me molesta al tumbarme o apoyar; cuesta encontrar la postura».
Ana Alonso creció en la montaña. Y aprendió desde pequeña que la nieve puede ser tan hermosa como cruel. Es hija de Gerardo Alonso, apodado 'Yeti', profesor universitario, guía de montaña y pionero del esquí de travesía en Sierra Nevada, que falleció en 2010 tras un desprendimiento de rocas en la montaña. Su padre fue el primero en descender la cara norte del Veleta; ella, décadas después, se convirtió en la primera mujer en esquiar las tres Grandes Nortes de Sierra Nevada -Veleta, Mulhacén y Alcazaba- en un solo día.
Probó el esquí alpino, pero le llamaba más el espíritu aventurero de las travesías fuera de pista. Ahí encontró su pasión, que fue acrecentando con sus primeras incursiones en la Copa del Mundo, primero de forma individual y después s compaginándolo con el relevo mixto, la disciplina que comparte con Oriol Cardona, también campeón de la Copa del Mundo de sprint. «Ya me ha dicho que siempre me pasan cosas raras, pero que no tiene ninguna duda de que voy a llegar a tiempo a los Juegos. Con él hay mucha confianza mutua. Esa ha sido la clave de nuestro éxito».
Tras el accidente, Ana Alonso escribió en sus redes sociales que no creía que la vida le hubiese llevado hasta aquí para dejarla a las puertas de los Juegos. Y que estaba lista para ponerse de nuevo el traje de luchadora. Le quedan algo más de cuatro meses por delante. «El camino se ha puesto difícil, pero los objetivos no cambian. Hay muchos años de trabajo detrás y voy a seguir soñando en grande». A España le van un par de medallas en ello.