Juegos Olímpicos de Invierno
El relevo de Paquito está en el esquí de montaña
Cinco décadas después de la hazaña de Sapporo, España cuenta con un equipo imparable en una disciplina emergente que dispara la ilusión por una medalla en el podio de los Juegos de Invierno de 2026
Ana Alonso y Oriol Cardona sellan su billete a los Juegos de Invierno
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Iniciar sesiónFrancisco Fernández Ochoa. Sapporo 1972. El único oro español en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Durante décadas, se ha intentado igualar aquella hazaña, y algunos estuvieron cerca. Su hermana Blanca logró el bronce en Albertville 1992; el patinador Javier Fernández y el rider Regino Hernández ... también subieron al tercer escalón del podio en Pyeongchang 2018; y la que más rozó la gloria fue Queralt Castellet, subcampeona en Pekín 2022.
Ahora, 53 años después, la posibilidad de repetir aquella gesta parece más real que nunca gracias a una especialidad casi desconocida que debutará en los Juegos de Cortina d'Ampezzo 2026. El esquí de montaña –skimo, en su apelativo más internacional– ha crecido de manera insospechada en España hasta convertir a la selección nacional en favorita para colgarse, al menos, una medalla de oro. Una oportunidad histórica para un grupo de esquiadores que, hace apenas cinco años, ni siquiera podían soñarla y que ahora la vislumbran en el horizonte mientras suman un éxito tras otro en la Copa del Mundo.
Porque hoy España es líder del ranking mundial en relevo mixto y cuenta con dos gigantes en la prueba de sprint: Oriol Cardona en la categoría masculina y Ana Alonso en la femenina. Y justo esas tres pruebas serán las que se disputen en Cortina.
Alonso y Cardona brillaron la semana pasada en el 'test event' de Bormio, la misma estación donde se celebrará el skimo olímpico el próximo año. Allí demostraron que están preparados para pelear por lo más alto tras lograr el oro en el relevo mixto, el segundo que logran esta temporada después de ganar también en Andorra. Esos triunfos, unidos al segundo puesto que consiguieron en casa, en Boí Taüll, los mantienen líderes de la clasificación general.
Antes, Cardona también había ganado la prueba sprint, donde marcha segundo en la general, mientras que Alonso fue cuarta. Las expectativas para ambos no pueden ser mejores. Y además, no están solos. «Ahora tenemos ocho deportistas con beca, dedicados en exclusiva a entrenar y competir», cuenta a este periódico Jordi Martín, el seleccionador español. «El apoyo institucional ha sido determinante. Soñamos con la medalla olímpica, pero no debemos confiarnos».
El esquí de montaña tiene raíces centenarias. En principio, solo tenía vocación lúdica, pero con el tiempo la competición también acabó encontrando su hueco. Surgieron carreras épicas en los Alpes, donde los participantes recorrían valles y cumbres cargando el material a sus espaldas. Esa esencia libre y salvaje sigue siendo el alma de muchas pruebas tradicionales, pero tiene poco que ver con lo que se verá en los Juegos.
«Ha cambiado la duración de las pruebas por exigencias del formato televisivo y del COI», detalla el seleccionador. «Se busca condensar carreras de montaña en sprints eliminatorios de unos tres minutos o en relevos mixtos de 30 o 40 minutos en total. La gente ya no aguanta una hora o más viendo la televisión, y además se quiere fomentar la participación femenina con disciplinas mixtas. El circuito es similar: subida, bajada y un tramo a pie con esquís en la mochila. Estas distancias más explosivas requieren entrenar velocidad y capacidad de recuperación, aunque la base sigue siendo la resistencia».
La modalidad de sprint es la más nueva y espectacular. Combina una subida con esquís por una zona de rombos, un pateo con esquís en la mochila, otra subida con esquís haciendo zetas y un pequeño descenso por trazado. Todo ello en series de seis esquiadores que se van eliminando hasta la gran final. En España ha funcionado a la perfección. No se dispone de las interminables rutas alpinas de Suiza o Austria, pero sí de lugares como los Pirineos y Sierra Nevada, donde se pueden trazar recorridos de alta intensidad. «Aunque cada vez tenemos menos nieve, las disciplinas olímpicas son pruebas cortas, en entornos controlados, y eso facilita que podamos trabajar bien», asegura Martín, que admite que el deporte ha cambiado mucho desde que él y otros especialistas, como Kilian Jornet y Mireia Miró, empezaran a plantar la semilla del boom actual. «España tiene una larga tradición. Ahora hemos recogido esa herencia de nuestra cultura montañera y somos una potencia mundial».
A esa tradición se agarraron Oriol Cardona y Anita Alonso desde muy pequeños en un camino nada fácil, plagado de incertidumbre y desengaños hasta la confirmación definitiva del Comité Olímpico Internacional.
Estudios, becas e ilusiones
Granadina de Monachil, Alonso nació prácticamente sobre la nieve. La montaña es un legado familiar. Su padre, Gerardo 'Yeti' Alonso, era guía y profesor de esquí en Sierra Nevada. «Desde niña, con el esquí de fondo, soñaba con ir a unos Juegos Olímpicos. Luego lo dejé por falta de presupuesto y ese sueño desapareció», relata a ABC. Se centró en la universidad y estuvo tres años sin competir hasta que un día se apuntó a una carrera de skimo. Su talento natural la llevó hasta el equipo nacional. Hasta la oficialización olímpica compatibilizó los entrenamientos con trabajos como guía de montaña y profesora de alpino para poder costear gastos. «El último año que compaginé ambas cosas ya era insostenible. Con 27 o 28 años, viviendo fuera de casa, debía cubrir mis gastos, y no podía seguir así. Las becas nos han cambiado la vida», afirma. «Podemos dedicarnos a entrenar con cierta tranquilidad, aunque no nos hemos hecho ricos, claro».
También Cardona trabajó dando clases de esquí y ayudando en campañas forestales a los bomberos cuando ya despuntaba en la Copa del Mundo. Él creció en Banyoles, lejos de las estaciones de esquí, pero sus padres le inculcaron el amor por la montaña y la nieve en La Molina, a donde acudían prácticamente cada fin de semana. «Al principio entrenaba más de forma aventurera, subiendo crestas y canales sin pensar demasiado en la competición». Además, lo completaba con carreras de trail y de atletismo, otras dos de sus pasiones. «Siempre había soñado con ir a unos Juegos, pero siempre pensando en los de verano. No imaginaba que mi deporte estaría dentro del programa olímpico», explica a este periódico. Cuando sucedió, lo tuvo claro. Aún recuerda la emoción que sintió al enterarse. «Decidí enfocarme al cien por cien en ello para buscar un buen resultado. Todo lo demás pasó a un segundo plano».
Los dos esquiadores tienen otra cita grande esta semana en los Campeonatos del Mundo, que se celebran en la localidad suiza de Morgins. Otra prueba de nivel para examinar sus capacidades ante sus rivales más directos, habitualmente franceses e italianos. «Para los Juegos solo hay dos plazas por género, y queremos dar un entorno de tranquilidad y seguridad a los esquiadores para que solo se centren en competir», explica el seleccionador sobre el plan estratégico hasta los Juegos. «Estamos trabajando muchísimo para conseguir algo histórico. Yo lo vivo con emoción diaria».
El skimo entró en el programa olímpico como deporte adicional. Oficial a todas luces, pero sujeto a una revisión posterior para certificar su continuidad. Los protagonistas dan por hecho que seguirán en la edición de 2030, en los Alpes Franceses. Incluso cuentan con que se añada alguna prueba más a las tres que se estrenarán el año próximo. Pero el gran objetivo es que se mantengan también en Salt Lake City 2034, un lugar de escasa tradición. Si se logra, el esquí de montaña ya será integrante del calendario olímpico de pleno derecho.
«Personalmente, me gustaría que la modalidad individual acabara también entrando, porque es la esencia de este deporte: fuera de pistas, nieve virgen, aristas… El sprint es muy vistoso para el público, pero no muestra por completo lo que significa este deporte», analiza Alonso. «Cuando empecé, el esquí de montaña era más salvaje: subíamos canales y crestas para explorar la alta montaña. Ahora entrenamos más en pistas y con métodos muy específicos», corrobora Cardona. Ambos están orgullosísimos del salto olímpico de su deporte, pero no quieren que se pierda lo que lo convierte en especial. «A veces, al subir un pico, siento que soy muy afortunada por haber tenido una familia que me inculcó esta pasión», comenta la granadina.
A once meses de los Juegos, Alonso y Cardona, juntos y por separado, no pueden dejar de pensar en lo que les viene por delante. «Tengo claro que si voy a los Juegos es para aspirar a medalla», dice la andaluza.
«Claro que me ilusiona luchar por el oro», apunta, para finalizar, su compañero catalán. «Pero no me planteo si sería la segunda o la tercera medalla de invierno para España. Me motiva ganar una medalla, punto».
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