ciclismo
El Giro, la carrera más esquiva para los españoles
Solo doce españoles compiten en el Giro, una escasez típica de una carrera que conquistaron Induráin y Contador y en la que deslumbraron Miguel Poblet y José Manuel Fuente
El desafío de Juan Ayuso en el Giro

Solo doce ciclistas españoles asoman en la pasarela del Giro de Italia 2025. Y solo uno con probabilidad de recoger el trofeo 'Sensa Fine' el último día en Roma, Juan Ayuso. La tendencia minimalista se ha reproducido a lo largo de los últimos tiempos. ... En 2024 concursaron seis españoles, y siete en 2023. La cifra fue ínfima en 2022, cuatro (con los diez días líder de Juampe López), también escasa en 2021, diez. Es la representación de la escasez, típica fotografía de familia en la historia de la 'corsa rosa'. El Giro ha sido históricamente esquivo a los ciclistas españoles, más adictos a la grandeza del Tour y a la popularidad doméstica de la Vuelta a España.
Ayuso, Landa, Pello Bilbao, Verona, Igor Arrieta, Castroviejo, Lastra, Samitier, Barrenetxea, Albert Torres, Azparren y Francisco Muñoz concentran el viejo espíritu de los españoles que un día se encaminaron hacia un territorio inhóspito y poco propicio que no frecuentaban los clásicos. Bahamontes, Ocaña, Pedro Delgado o Chava Jiménez construyeron su leyenda en el Tour o la Vuelta. Miguel Poblet o José Manuel Fuente, el 'Tarangu', desafiaron a los ciclistas italianos en su propia cara.
Son célebres las bravatas de Federico Martín Bahamontes, el helado que se ventiló en el col de la Romeyere mientras esperaba al pelotón o sus clasificaciones de la montaña; el reto ante Eddy Merckx de Luis Ocaña, el ciclista trágico que ganó un Tour y se despeñó en el puerto de Mente; la bravura de Ángel Arroyo en el primer Tour del Reynolds ganando en el Puy de Dome; el retraso de Perico Delgado en la contrarreloj de Luxemburgo, el excitante viaje que proponía en cada Tour; la hegemonía total de Miguel Induráin, punto nuclear de amarillo.
Los veteranos recuerdan igualmente las hazañas de la Vuelta a España, la rivalidad entre Loroño y Bahamontes que nunca ganó la carrera (como Induráin); los desfiles militares de Anquetil y Merckx; la fuga de Perico Delgado con Recio camino de su tierra en Segovia para ganar la carrera; las gafas de Alex Zülle y el brutal dominio de la ONCE en los noventa, las genialidades de Chava Jiménez héroe de la afición, la retirada de Miguel Induráin en el hotel capitán camino de los Lagos de Covadonga...
En el Giro faltan recuerdos de los españoles, imágenes de televisión, resúmenes a las nueve de la noche en la única televisión que había en los sesenta y setenta. Eran los tiempos de los antiguos cronistas de prensa y radio, periodistas costumbristas que casi vivían dentro del pelotón. Y de ciclistas que se buscaban vida a la contra.
En 1956, Miguel Poblet (fallecido en 2013) consiguió una hazaña que perdura en el tiempo: fue el primer ciclista que conquistaba al menos una etapa en el Giro, el Tour y la Vuelta en la misma temporada. En Italia levantó su crédito, veinte victorias parciales, seis días de líder, un podio. Pero fue casi un desconocido en España. Le distinguió una foto en el Giro 58. Pinchó en una etapa y, desesperado, reclamó otra rueda brazo en alto. El fotógrafo Paco Alguersuari, abuelo del piloto de Fórmula 1 Jaime Alguersuari, captó el momento en una instantánea que le proporcionó el Pulitzer de la fotografía deportiva, el World Sports Photo.
Julio Jiménez y Fuente
El mismo recorrido tuvieron dos corredores a la antigua manera de los españoles. Pequeños, menudos, escaladores... El abulense Julio Jiménez estuvo once días con el maillot rosa y ganó cuatro etapas en los sesenta. Y el asturiano José Manuel Fuente esculpió su carácter volcánico frente a los escaladores italianos: nueve etapas, cuatro reinados de la montaña y quince días de rosa.
Durante los ochenta los españoles frecuentaron con cuentagotas la leyenda del Giro. Los destellos de Eduardo Chozas (tres etapas) o Marino Lejarreta (dos) en tiempos de gobierno transalpino. Aquellos Giros que anunciaban puertos imposibles y se traspasaban a ras de suelo por túneles para consagrar la victoria de sus campeones llaneadores, Saroni, Moser, o velocistas, Mario Cipollini.
Llegó la abundancia española con la aversión de Induráin y su director, José Miguel Echávarri, a la Vuelta de García. Induráin elevó el Giro a los altares para los aficionados españoles con dos victorias rotundas (1991 y 1992) ante los locales Chiappucci, Bugno y Chioccioli, y una derrota, la primera de su vida, ante el ruso Berzin y su Gewiss (1994).
Olano, Purito o Sastre fueron segundos en el Giro en el comienzo de siglo y Alberto Contador le dio continuidad a los éxitos de Induráin. El ciclista de Pinto se enamoró del Giro en su primera participación (2008) e hizo todo lo posible por ensanchar su palmarés (ganó en 2011, descalificado por el positivo del Tour, y en 2015).
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