Ventana al campo
El rocío y la Guardia Civil
El mayor escándalo que han vivido mis veintisiempre primaveras
Reflexiones a caballo por un monte humeante
Lolo De Juan
Vengo agotado pero contento. Talibán está igual. Hemos surcado por las arenas de Doñana para ir a ver a la Blanca Paloma. El Rocío, aldea propia de un poblado del viejo oeste, donde las calles son de arena. El paraíso para los que amamos ... al noble bruto. Más de un millón de personas. Más de trescientos mil mosqueros vaqueros al compás de sevillanas y bulerías. Risas, cantos, sollozos y bailes.
Es el mayor escándalo que han vivido mis veintisiempre primaveras. Una semana de lujo, totalmente improvisada, entre pinares y alcornoques, entre alegrías y rezos. Miro mi entorno y admiro emocionado el relevo generacional que camina al lado de su Simpecado a paso de buey. Hombres y mujeres de todas las clases, con sus mejores galas, con monturas relucientes y, lo más importante, ni un solo caballo malo.
Lo mejor y más lucido del panorama. Jinetes que son dioses por lo que llevan bajo las ancas. Y al fondo de todo ese tumulto, organizando aquel escándalo de locos, la perpetua figura de la Guardia Civil, protegiendo y organizando que todos lo pasen bien. De mirada atenta y, como los rocieros, sacando sus mejores sonrisas desde el respeto y lo castrense de su formación. ¡Qué gran país tenemos en este pedazo de cielo!
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