Opinión
Reflexiones a caballo por un monte humeante
Los dirigentes de los parques y terrenos públicos tendrán que dar cuentas
Lolo de Juan
Madrid
Tranqueo con Talibán por las tierras zamoranas del lobo y el ciervo. Bufa dos veces, pues la carbonilla y la ceniza invaden el ambiente. Camino por un bosque arrasado por el fuego propio de una película de miedo, de árboles escuálidos ... desnudos de haces y enveses, de troncos inertes y algún rincón humeante que nos recuerda que hace pocos días aquello era el infierno. Los pueblos están de luto, como el entorno. Hablan poco y pausado. Las villas lloran porque ven sus jardines salvajes muertos. Pero en esos lares ya quedan pocos asistentes a este entierro; los ganados apenas zamarrean los cencerros porque su presencia no deja de ser una sorpresa en unos campos que tiempo atrás campeaban rollizos hatajos de ovejas con alguna cabra mezclada para sacar leche.
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En tres semanas solo he cruzado conversación con dos pastores que me vieron llegar al ser delatado por los mastines. En mi peregrinar hacia la tumba del Apóstol por sexta vez hago examen de conciencia de los muchos errores cometidos, subrayando algún acierto para no perder la estima de seguir adelante. Es lo mismo que todos deberíamos hacer; intentar mejorar para dejar este mundo también un poquito mejor, al menos desde mi humilde montura.
Ojalá nuestra administración dictatorial -sí, he escrito esa palabra- tomara las riendas de este potro con más arrestos y menos soberbia. Porque está claro que cada vez se hacen más leyes que solo nos llevan a prohibir cosas y acotar actuaciones para que todos pasemos por la misma guillotina. Hoy en día es más fácil deshacerse de un anciano que de un buitre que se ha picado en matar a los becerros recién nacidos. Es más sencillo cambiarse de sexo que cambiar de uso una zona forestal para convertirla en agrícola. Es mucho más simple increpar a la religión, a la familia y a cualquiera que piense distinto sin tener consecuencias que hacer un cortafuegos en una zona con protección oficial.
La gente de campo, entre la que me incluyo, y me da igual que me llamen marqués por ir a caballo por la Castellana, tenemos mil veces más arrestos que todos esos que defienden a las focas y abrazan árboles. A nosotros nadie nos va a enseñar a legar un borrego, a esquilar un mulo o a poner una besana en producción. No nos van a contar cómo se recupera el lince, cómo se protege un monte o cómo se lleva a cabo la gestión de los recursos de la sierra. Nos olvidamos que la caza es una cosecha de carne que tiene el monte y que hemos de recoger todos los años, igual que el trigo, el maíz, el centeno, la bellota o la aceituna. Pero con la soberbia de 'los corbatillas de foresta' -nueva especie en el glosario de nuestros montes- liderados por el mayor manipulador de marionetas de todo el teatrillo de nuestro entorno, vamos trocha abajo como un mulo cargado de corcha y sin angarillas. Morado está el panorama, y no de las argamulas.
Hemos declarado la montería Bien de Interés Cultural (BIC), pero la Ley de Bienestar Animal, tan elocuente y tan atractiva para los que no saben diferenciar un chaparro de un coche, asoma los bigotes en esta gatera. O les damos un postazo en las sienes, o no sé para qué demonios fuimos medio millón de tontos a Madrid con Talibán a la cabeza. Porque desde luego los dirigentes que tenemos han justificado su incompetencia de manera oficial y que nos pasan la mano por el lomo para después ponernos la serreta de castigo con pilarillos largos.
El tema de los incendios -y lo digo después de haber pateado Monfragüe, La Vera, La Culebra y las estribaciones de la Demanda en compañía de mi asesor espiritual de cuatro patas- se ataja haciendo cortafuegos en invierno, barbechos antes de primavera, charcas en verano, caminos de acceso y tableros de ajedrez en el monte; pastoreando perímetros; limpiando cunetas y, sobre todo, prohibiendo menos y escuchando más a las personas que vivimos allí, en la maldita España vacía que ellos mismos han tildado y son los primeros responsables en provocar.
Sigo tranqueando con Talibán, con un palmo de jeta debajo de la barbilla. Mi cruzado sigue bufando porque no le gusta el olor del entorno y el color de esa carbonilla. Es triste ver destruido lo que tanto tiempo tarda en hermosear. Creo que un equipo unido hace mucho mejor partido. Es el miedo a los que dicen que hay que comer menos carne, proteger más montes y prohibir el control de especies. Justo ellos, que no quieren ratones en su garaje, topillos en su jardín, abejas en su porche, ni jabalíes en su huerto. Esos bichos sí, pero en otro lado. Y mientras tanto, dicen su discurso desde el sofá con el aire acondicionado a todo trapo y mientras arde España de lado a lado. Y que quede constancia en las redes sociales de que aman la naturaleza porque tienen un perro enclaustrado en casa. Menea el rabo y por eso es feliz, pero en casa.
Las gentes del campo están cabreadas. Y los dirigentes de los parques y terrenos públicos tendrán que dar cuentas de si en sus planes de gestión estaban reflejadas las mejoras pertinentes para evitar estas catástrofes. En los obligatorios Planes de Ordenación Forestal o Dasocráticos hay que reseñar las actuaciones a diez años vista. O en los planes Anti Incendios que deben tener presentados anualmente en función de las características del año acaecido. Y aquí va a cantar la gallina. Si la ley se lo prohibía, habrá que ir a por la ley, los que la hicieron y los que la interpretan. Por ello es fundamental llevar a cabo solicitudes, aunque luego sean denegadas. Ante estas catástrofes se puede dar en los hocicos a los que se empecinan en hacinar personas en las ciudades para abandonar a su suerte a los aldeanos.
A ver si por una santa vez hay responsabilidades por estos desastres y se le cuelga de los pulgares a los que directamente provocan estos fuegos. Y, de otra parte, a quienes los amparan con sus leyes absurdas.
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