Carlos Ortiz, adiós al último mariscal del futsal español
Con su octava liga en el bolsillo, a solo una de las nueve del mito Luis Amado, pone punto final a una era con su retirada y deja un vacío difícil de llenar en el puesto de cierre
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Iniciar sesiónEntre un montón de cajas de mudanza y unas maletas cerradas ya para el inicio de las vacaciones, Carlos Ortiz aún no ha terminado de asumir lo que deja atrás. Tras conquistar su octava liga española de fútbol sala, este madrileño de 39 años ... pone punto y final a una brillante carrera, habiendo sido fundamental en los éxitos de la segunda mejor era del Movistar Inter, de la selección y del último Barça. «De momento mi cabeza no es consciente de que esto se ha acabado», confiesa al repasar con ABC más de dos décadas dedicado a este deporte. Para la estadística quedarán el récord de 215 internacionalidades, su participación en cuatro de los siete Europeos ganados por España y una retahíla interminable de títulos entre los que destacan esas ocho ligas, sólo una menos de las que logró una leyenda como el portero Luis Amado, y cuatro Champions.
«Siempre tienes ilusiones, sueños o metas, pero jamás pensé que iba a vivir todo lo que he vivido, jugar todos estos campeonatos o viajar por tantos países. Nunca imaginé que iba a ser todo tan bonito», explica Ortiz, que entre tantos éxitos y experiencias se queda con el cariño de los aficionados. «No te puedes imaginar la cantidad de mensajes, llamadas o gestos que he recibido, de mi afición y de otras, de equipos rivales o de otros países. Y lo que más me llena es eso, saber que todo el mundo me aprecia más allá de los títulos o de ser mejor o peor jugador».
La relación de Carlos con el fútbol sala comenzó muy pronto. «Desde el primer momento tuve la suerte de estar rodeado de fútbol sala profesional. Cuando era pequeñito mi entrenador era jugador en el Deporcoslada. Yo iba a verlos e incluso cuando jugaban fuera de Madrid me montaba en el autobús e iba con el equipo. Siempre me gustó. Ya desde muy jovencito, con 16 o 17 años, tuve mis primeros salarios, luego llegó el primer gran contrato con Boadilla... pero desde pequeño sabía que quería jugar al fútbol sala y que se me daba bien. Evidentemente no pensaba que iba a llegar donde he llegado y a ganarme la vida con esto, pero siempre tuve las ideas muy claras».
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Al contrario que otros jugadores que fueron cambiando de demarcación por exigencias de los entrenadores o simplemente por el peso de los años, Ortiz siempre desempeñó el papel de cierre. Desde ese puesto, el más atrasado en la pista sin contar al portero, defendió a algunos de los mejores atacantes del mundo al tiempo que iniciaba el juego de sus equipos. Y lo hizo por la influencia de una de las primeras superestrellas de la liga española, el paraguayo Monchi Carosini. «Yo le tenía como un ídolo muy claro cuando era pequeñito y además era vecino mío en Arturo Soria. Le veía jugar y me fijaba mucho en él, y nos llevábamos bien, todos los veranos estábamos juntos en la piscina».
Relevos sin experiencia
Con el adiós de Ortiz al parqué, esa posición tan especializada queda ahora en cierta manera huérfana en el fútbol sala español. No en la liga, donde jugadores de otros países como el portugués del Barça André Coelho o el brasileño del Palma Marlon han ocupado con éxito ese papel, pero sí en la selección. Si el madrileño recogió el testigo de un mito como Kike Boned, que a su vez relevó a Julio García Mera, que venía de asumir el puesto de Lorente, ahora el relevo no parece tan engrasado.
Hay jugadores con mucho talento como el joven jienense del Barça Antonio Pérez o Raya del Movistar Inter, pero quizás con un pequeño déficit en cuanto a rodaje internacional. Para el ya excapitán de España, «en nuestro fútbol sala ha habido una generación entre comillas perdida. La siguiente a la mía, con los Rivillos, Aicardo, Sergio Lozano, Pola, Miguelín o Álex, por unas cosas o por otras, como que se ha perdido. Y ahora el equipo nacional está viéndose afectado porque está obligado a introducir muchos jugadores jóvenes sin apenas experiencia europea. Puede ser que por ahí vengan también un poco los últimos resultados de la selección».
Si alguien puede hablar con una voz autorizada de lo que sucede en el fútbol sala ese es Ortiz, pues en su longeva carrera ha vivido los más grandes éxitos, también decepciones, y coincidió en las pistas y vestuarios con algunos de los mejores jugadores del mundo. Más de veinte años jugando partidos emborronan muchos recuerdos pero el madrileño no tiene dudas sobre su mejor momento como jugador: «Yo creo que fue en Inter, coincidiendo más o menos con la llegada de Ricardinho y Jesús Velasco. El primer año de 'Ricar' seguramente fue mi momento top en el fútbol sala».
Tampoco vacila mucho acerca de los peores recuerdos. «Pienso que he sido bastante constante en mi carrera, más allá de ser más importante o no como jugador en una plantilla creo que siempre he dado lo que se me pedía. Mis años más difíciles pudieron ser los primeros de Inter porque no terminaba de hacerme un hueco en el equipo, pero es que estaba rodeado de estrellas mundiales y era apenas un chaval… Al final creo que siempre he dado más o menos lo que se me ha exigido».
En cuanto a los jugadores que le marcaron cree que «es injusto elegir solo uno o dos». «Por lo que ha representado en este deporte diría Ricardinho, pero Luis Amado también es importantísimo porque es uno de los mejores de la historia, no solo como portero sino como jugador. ¡Es que puedo decir muchos! Sergio Lozano lo es todo en Barcelona, Schumacher marcó una época… He tenido la suerte de jugar con gente buenísima».
El único pero que se le puede poner a Ortiz en su espectacular carrera es el Mundial, que se le escapó dos veces entre los dedos: «Me queda esa espinita que ya no me podré sacar, pero me voy con la conciencia tranquila porque lo he intentado con todas mis fuerzas. Me he exigido al máximo para ser campeón y estuve dos veces muy cerquita, pero el deporte es así, la línea entre ganar y perder es muy estrecha». Pese a todo, asegura que «No cambiaría absolutamente nada de mi carrera por ser campeón del mundo».
Tampoco el final, meditado y decidido con naturalidad. «Si el Barça no me renovaba no quería empezar otra vez de cero. Tenía claro que era el momento y que después de toda una vida dedicado a esto ya toca hacer otras cosas. Y ser yo el que toma la decisión me da mucha tranquilidad».
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