Baloncesto
Dzanan Musa: «Cada vez que cojo un balón quiero ganar, es algo que está en mis venas»
Copa del Rey 2023
El alero del Real Madrid, uno de los más destacados de la temporada en el baloncesto europeo, atiende a ABC horas antes de medirse al Valencia Basket en cuartos de la Copa
Cuadro de emparejamientos de la Copa del Rey
Madrid
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Iniciar sesiónAparece por la pista de entrenamiento del Real Madrid con una sonrisa y eso ya ayuda en el primer contacto. Nada más ver el balón de la Copa –edición especial en blanco y negro– tuerce el gesto y pregunta. «¿Vamos a jugar con este? ... Nunca lo hemos utilizado...». Según está acabando la frase, ya ha lanzado a canasta con una puntería que asusta. Repite un par de veces más con el mismo resultado. «Está bien, podemos jugar con él», sentencia bromista, antes de sentarse a charlar con ABC. Lo hace en inglés, porque no se atreve aún con el castellano, aunque realmente lo entiende todo y es una cuestión más de timidez que otra cosa. Justo lo que no tiene en la cancha, donde desprende personalidad y descaro. El que le faltó en sus años en la NBA, a donde llegó como uno de los grandes talentos jóvenes de Europa y de donde salió con la bandera blanca, pidiendo auxilio para reencontrarse con su mejor versión. La encontró en Lugo, ciudad que ocupa para siempre un lugar especial en su corazón, y de ahí dio el salto al Madrid, donde ha vuelto a encontrar la felicidad.
—¿Qué recuerdos tiene de la NBA?
—(Ufff). Para serle sincero, ahora mismo no quiero pensar en eso. Prefiero hacerlo en la Copa, en ganar este título con el Madrid. De aquella experiencia aprendí mucho. Aprendí a mirar siempre hacia adelante y pensar solo en el siguiente objetivo. Porque lo que vaya a venir en el futuro no lo sabes, así que prefiero centrarme en esto, en ser feliz aquí y en ganar tantos títulos como pueda en el Real Madrid.
—¿Le hizo mejor esa experiencia?
—No podría decirle que fue una mala experiencia para mí, porque jugué junto a grandes jugadores como Kevin Durant o Kyrie Irving y aprendí mucho de ellos. Esa experiencia me ayudó a ser la persona y el jugador que soy hoy. Todo pasa por una razón en la vida y estoy feliz de haber ido a la NBA en aquel momento y de todo lo que hice en cada segundo que pasé allí.
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—¿Llegó a dudar entonces de sí mismo? ¿De si volvería a jugar bien?
—Si le dijera que no, estaría mintiendo. Dudé, pero hasta un límite. Soy un jugador que necesita tener mucha confianza en sí mismo para jugar bien. Creo que es lo más importante para mí. Después de aquello, trabajé mucho para volver a ser el jugador que era. Para recuperar otra vez la confianza. En esos momentos duros siempre tuve cerca a mi familia, que me ha ayudado mucho en este camino. Por eso, creo que todas esas malas experiencias del pasado son algo que me han ayudado para ser el jugador que soy hoy.
—En su renacer, el Breogán resultó un lugar fundamental…
—Sí, y eso que yo no quería firmar. Cuando me enteré de que me querían fichar, fui muy escéptico, porque iba a ir a un club pequeño en España, no sabía nada de la ciudad ni del equipo y, para ser honesto, nunca había oído hablar de ellos antes. Pero entonces, mi agente (Misko Raznatovic) y yo nos sentamos a hablar y él me dijo un montón de cosas buenas del club. Me dijo que le escuchara, que iba a ser una gran oportunidad para mí y tengo que decir que formar parte de esa familia del Breogán es una de las grandes cosas que me han pasado en la vida. No solo el club, sino la gente de Lugo, la ciudad… todos me trataron muy bien y estoy muy agradecido a Lugo por esto. Breogan y Lugo son una parte muy especial de mi carrera y tienen mucha culpa de que hoy esté en el Real Madrid.
—Fue como dar un pequeño paso atrás para dar un salto adelante…
—Exactamente. Como le decía antes, nunca sabes lo que va a pasarte en la vida. Yo pensaba que después del Breogán volvería a jugar a Croacia, al Cedevita o algún club en los que había estado antes, y entonces me llamó el Madrid. Una llamada a la que no puedes decir que no. Venir aquí es uno de los grandes aciertos que he hecho en mi vida.
—¿Es la primera vez que se siente feliz de verdad en un club grande?
—Sí. El Real Madrid es uno de los mejores clubes, no de Europa, sino del mundo. La organización, las personas que tienes alrededor, los profesionales… Todo es fuera de serie. Estoy feliz de estar aquí y de ser parte del éxito de este club. Espero que la conexión que tenemos ahora mismo todos, jugadores, entrenadores y staff, continúe y crezca para intentar ganar muchas cosas juntos.
«Hablé con Chus (Mateo) el primer día y me dijo que jugara como sé, porque era por lo que me habían traído aquí»
—¿Qué ha encontrado en el Real Madrid para rendir así desde el primer momento?
—La confianza del entrenador. Hablé con Chus (Mateo) el primer día que llegué aquí, que era algo muy importante para mí. Me dijo que sabían lo que yo podía hacer, y que simplemente saliera ahí fuera e hiciera mi juego. Eso es algo que me ayudó mucho para volver a ser yo mismo. Porque en otros equipos anteriores, como en la NBA o el Efes, siempre me habían dicho que querían que hiciera esto o lo otro. Incluso aunque no estuviera contento con ello, tenía que hacerlo para impresionar al entrenador. Chus no fue así. Me dijo que jugara como sé, porque era por lo que me habían traído aquí. Así lo estoy haciendo y no está saliendo mal. Estoy muy contento.
—Una de sus características es la sangre fría que tiene cuando el balón quema, ¿de dónde sale esa determinación?
—Puede entrenarse, pero creo que es algo con lo que uno nace. Yo desde siempre he querido la pelota en los últimos segundos. Siempre quiero ser el jugador que decida, porque me encanta la presión. Me gusta pensar que es como cualquier otro momento del partido, ni más ni menos importante, y solo me limito a jugar. Ensayo mucho esos lanzamientos en cada entrenamiento, así que cuando llega ese momento del partido en el que tengo que hacer uno nunca pienso en qué va a pasar si lo fallo o si vamos a perder. Solo salgo ahí a jugar. Por suerte, estoy feliz porque en los últimos partidos en los que me la he jugado el equipo ha ganado. Sobre todo en Euroliga y ante el Barcelona…
—¿Esa prórroga ante los azulgranas ha sido su mejor momento como jugador blanco hasta el momento?
—Sí, pero fue Llull el que nos llevó hasta allí. Hasta esa prórroga en la que, es verdad, que yo pude hacerlo muy bien. Él es mejor profesor que se puede tener en esto de los minutos finales. Él me mostró el camino para ayudar al equipo a ganar en la prórroga. Hice en esos minutos lo que él hizo durante el partido. Fue una gran noche para mí y para todo el equipo, pero solo fue un partido. No significa mucho más que eso, y hay que mirar hacia lo que viene y hacerlo igual de bien en la Copa del Rey.
—Esa sangre fría en los instantes finales es algo muy de los jugadores balcánicos, ¿hay alguna razón para eso?
—No lo sé. Todo el mundo lo dice. Yo lo que creo es que nosotros solo queremos ganar. Somos balcánicos, hemos pasado por malos momentos y estamos acostumbrados a luchar y lo hacemos hasta el final. Hasta el último segundo. Ese sentimiento ganador me empuja siempre. Yo quiero ganar cada vez que cojo un balón, ya sea en los entrenamientos o en los partidos. Es algo que está en mis venas. Lo llevo en la sangre.
—¿Cuando era niño también era así? ¿Se acuerda de cuándo empezó a jugar al baloncesto?
—(Se ríe). Claro que me acuerdo. Jugábamos en la calle, en una canasta donde siempre estaban los mayores y no me dejaban jugar. La primera vez que recuerdo lanzar a canasta, me pusieron un tapón, algo que era normal cuando era un niño. Me encantaba lanzar a canasta, pero casi siempre me taponaban porque solía ser el más joven de la pista. Siempre me gustaba jugar con niños mayores que yo, pero ellos no me dejaban. Ahora seguro que alguno se acuerda y se ha dado la vuelta a la moneda.
—¿Cómo recuerda su infancia?
—Para serle sincero, yo no tuve infancia. Dejé mi casa cuando tenía once años para perseguir mis sueños. Me fui a Sarajevo, a la capital de mi país, sin mis padres. Aquello fue muy duro para mí, pero tenía claro que quería hacer lo que fuera para llegar a ser jugador de baloncesto. Yo no tuve infancia, porque con esa edad ya estaba entrenando dos veces al día luchando por mis metas y mi objetivo. No tuve infancia, pero ahora mismo estoy jugando en el Real Madrid. Ha merecido la pena.
—¿Le marcaron de alguna manera los efectos de la guerra?
—No, yo nací en 1999 y la guerra se había acabado tres o cuatro años antes. Mis padres y mi hermano sí que lo vivieron de cerca, pero en la familia nunca es un tema del que hemos querido hablar. Es algo que prefieres dejar atrás, porque ahora mismo estamos en un tiempo nuevo en el que nos queremos y nos respetamos todos. Lo más importante para mí es que no haya diferencias por la nacionalidad o por el color de la piel y eso sí que es algo que hemos tenido en cuenta siempre en mi familia.
—A usted le comparaban con Luka Doncic, que es de su quinta. El esloveno creció en esta pista… ¿Tiene alguna relación con él?
—Somos buenos amigos, Luka es un gran chico. Compartimos hotel en el último Eurobasket y hablamos mucho. Es un gran jugador, pero sobre todo es una gran persona que me dio muchos consejos para cuando llegara a Madrid. Le deseo lo mejor y que lo siga haciendo así de bien en la NBA.
–¿Hablan normalmente?
No hablamos muy a menudo, porque los dos tenemos un calendario muy cargado, estamos todo el día viajando y no tenemos mucho tiempo, pero sí que nos respondemos de vez en cuando en alguna historia de Instagram o nos cruzamos algún mensaje. Tenemos una conexión y si viviéramos en la misma ciudad, quedaríamos para tomar un café o comer, pero ahora mismo estamos muy lejos, tenemos muchos entrenamientos y viajes y es complicado tener una relación más frecuente.
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