Janelle Monáe tiene su Día

Con todo, hubo recitales destacados a lo largo del día. Abrieron fuego unos enérgicos Pony Bravo, en un sudoroso escenario donde desplegaron su potente mezcla de experimentación y ritmos bailables. Fueron el entrante perfecto para el primer plato fuerte del menú: el estadounidense John Grant, que presentaba su primer álbum «Queen Of Denmark», elegido Mejor Disco de 2010 por la revista inglesa «Mojo». El recital estuvo a la altura: con un Grant íntimo y encantador con el público, que desnudó su alma en forma de temas como «Sigourney Weaver», llenos de barrocos motivos de piano.

Tras él llegaron otras propuestas como la de una sensual Lykke Li o la de Destroyer. Los canadienses demostraron que saben trasladar la sofisticación ochentera de su último disco «Kaputt» al directo, aunque el grupo estuvo demasiado frío y no conectó demasiado con el público. A su gelidez puso el contrapunto el huracán Janelle Monàe, una de las grandes artistas del panorama internacional tras el éxito de su ópera «soul» «The ArchAndroid» (2010). Con una escenografía cinematográfica que bebe tanto de la teatralidad de los Funkadelic como del mejor Prince, un torrente de energía se desató sobre el escenario desde el primer acorde. «Cold War», «Faster» y «Locker Inside» volcaron sobre el público un arsenal de ritmos calientes, bajos bailables y una potente cascada de voz, que homenajeó a sus predecesores con el «I Want You Back» de los Jackson Five.

Tras la descarga de «soul» de Janelle Monàe, el escenario fue para la otra gran dama de la noche. El folk intimista de Russian Red supuso un pequeño bajón de revoluciones. La cantante sacó su armamento habitual: su aperiencia tímida pero segura ante un público abundante, su voz aniñada y sus canciones dulzonas e inocentes. Sin embargo, la sobriedad de Russian Red no sedujo a un respetable poco entregado a un sonido que quizá funcione mejor en pequeños escenarios cerrados. La menuda pelirroja apostó fuerte en el repertorio por su nuevo disco, «Fuerteventura», en cuya gira de presentación está inmersa. No obstante, dejó algo de espacio para el pop eléctrico en el tramo final de su actuación, en el que electrificó su sonido dejando de lado a su característica guitarra acústica. Algo que, como ella reconoció, no suele hacer demasiado.

Al igual que Russian Red, Glasvegas también están en plena gira de presentación de su nuevo disco, «Euphoric///Heartbreak». La banda escocesa, una de las grandes promesas del rock alternativo para esta década, subió el pistón con su peculiar propuesta, que fusiona el «shoegaze» de los noventa con el «punk» y el sonido «new wave» de bandas como The Cure. Su cantante, de hecho, recordó a Robert Smith con su voz melancólica pero contundente. Sin embargo, sus modos sobre el escenario remitieron a ídolos del «rockabilly» como Elvis. Muchos medios se empeñan en destacar a Glasvegas como una de las grandes influencias a seguir en el sonido de la nueva década, y sobre el escenario la afirmación tiene mucho más sentido. El conjunto dominó a la perfección la épica que llena grandes estadios, liberando una energía que en sus grabaciones parece contenida.

En cualquier caso, la inesperada ganadora de la noche fue Janelle Monàe. El soul tiene una nueva reina, y ayer apareció en el Día de la Música reclamando su cetro. Tiene la actitud y tiene las canciones. El futuro le pertenece.