ciclismo - entrevista

«Los ciclistas ya no somos ídolos»

Óscar Freire se retira después de haber vivido lo mejor y lo peor del ciclismo

«Los ciclistas ya no somos ídolos» AFP

j. c. carabias

Se va un perro verde, un genio del ciclismo. Es probable que Óscar Freire (Torrelavega, 36 años) no vuelva a competir después del Mundial de Valkenburg que ganó Gilbert y que acabó en bronca personal del cántabro con la actitud ambiciosa de Valverde . ... Antes de disputar esa carrera, Freire concedió una entrevista a ABC.

—¿Por qué se va? —Llevo ya muchos años en el ciclismo, 15, y yo tengo 36. Es casi la mitad de mi vida. He conseguido mucho más de lo que esperaba y a todo el mundo le llega su hora.

—¿Está aburrido? —No es aburrimiento. Me falta motivación. Podría estar varios años más, pero esto no es solo cuestión de una buena forma física. Muy motivado no estoy, sobre todo cuando compito en carreras de menor nivel. Solo me motivo en las grandes citas, como con el Mundial.

—¿Teme defraudar la gente con una actitud escasa? —Algo así. El ciclismo es un deporte muy duro y siempre hay que estar al máximo. Eso es lo que quiere y espera la gente. Y yo sé que no tengo esas ganas de quince años atrás, cuando pasé a profesionales. Y luego está la familia, los niños que son pequeños. Y que ya lo tengo todo hecho en el ciclismo.

—¿Le cuesta hacer la maleta? —Mucho. Tengo dos niños pequeños y vamos a adoptar una niña. Así que imagínate, familia numerosa... Ellos se acostumbran, igual que se acostumbró mi mujer. Es lo que hice toda mi vida, pero cada vez me cuesta salir de casa. Y luego piensas, pues puedo evitar los peligros de las caídas y demás...

—¿Qué les dice a sus hijos cuando sale de viaje? —Se les engaña, ¿qué vas a hacer? Dices que sales para un día y estás fuera una semana. Pero bueno, luego el reencuentro es una pequeña fiesta. Regresas a casa, valoras más todo lo que tienes. Mi decisión es definitiva y muy clara. Me gusta correr en bici, pero hay más cosas en la vida.

—¿Cómo se va? —Muy orgulloso de lo que he hecho. El ciclismo será siempre mi vida. He podido hacer lo que más me gusta. Dejé muchas cosas por el camino y ahora disfrutaré de otras.

—¿Qué no echará de menos? —La tensión, la presión... Ser ciclista equivale a ser muy responsable. Nadie te manda entrenar todos los días. Eres tu propio jefe, puedes ser flexible o no, más trabajador o más vago... Esa presión que tú mismo te impones es a lo que me refiero. Al principio tenía que demostrar, ahora ya tengo poco que demostrar. Y acabo muy cansado cada temporada, con mucha tensión. Los profesionales de nivel medio viven más tranquilos. Pero cuando llegas arriba, un día eres el mejor, y al siguiente un paquete.

—Vamos, vamos, no se queje. Nadie le ha llamado nunca paquete. Se le ha respetado mucho a usted. —He seguido mi camino, sin preocuparme lo que dice la gente. He pasado varias generaciones y se ha perdido el respeto al ciclista. La gente ya no tiene respeto por nosotros. El corredor ya no es lo más valorado de este deporte. La UCI, los equipos y el mundillo en general no valoran al corredor. Somos un producto, un negocio, no ídolos.

—… —Induráin y Perico eran ídolos. Ahora ya no hay. Contador gana, pero no es un ídolo. Esa figura ya no existe.

—El dopaje lo estropeó todo... —Claro. Ya sabemos por qué fue todo. Pero no es justo que paguen todos en este deporte por unos pocos. He vivido los días bonitos del ciclismo y también los negros. Ahora te valora el que entiende de ciclismo, no el gran público.

—¿Está convencido de esa afirmación? ¿Pagan todos por unos pocos? —Es así. Sucede como en los convencionalismos sociales. En todas las profesiones unos respetan las normas y otros se las saltan. Aquí es igual. Me entristece haber vivido la leyenda negra y la mala imagen que se ha dado. Al principio era noticia un positivo y ahora ya ha dejado de serlo. Pero bueno, sigue siendo bonito ver ciclismo por la tele.

—¿Qué ve si mira atrás? —Carreras especiales como San Remo, victorias muy trabajadas que igual no se valoraron mucho porque siempre corrí en un equipo extranjero, etapas en la Vuelta a Suiza con mi familia en la cuneta, los días que llevé el maillot verde del Tour con mi hijo viéndome. No solo han sido los Mundiales, aunque sí es cierto que esta carrera cambió mi vida. Aquel ataque en el Mundial de 1999... Muy poca gente ha podido vivir lo que yo he vivido. He disfrutado mucho. Además de trabajo y triunfos, el ciclismo me ha enseñado a vivir.

—¿Qué le ha enseñado? —Las diferencias sociales de cada país, el intercambio de idiomas, el conocimiento de mucha gente. Convivir con personas que provienen de otros mundos, que tienen otra mentalidad y duermen en tu habitación, te enriquece y te educa. He aprendido a moverme por la vida, a comunicarme, a negociar, a valorar a las personas, a distinguir si alguien es fiable o te la va a jugar...

—¿Y se conoce mejor? —Me conozco bastante bien de siempre.

—¿Deja amigos, compañeros o conocidos en el ciclismo? —Las tres cosas. Dejo amigos como Horrillo, Flecha, Gárate... Como casi siempre corrí en el extranjero, entable relación con ciclistas de exterior con los que terminas por perder el contacto. Y mis amigos siguen estando donde estaban toda la vida, en Torrelavega y en Suiza (donde vive con su familia).

—¿Se ha comprado un apartamento en la calle de Verona donde ganó dos Mundiales? —No, ja, ja, ja... Supongo que cuando crezcan mis hijos, les llevaré allí y les contaré historias de abuelo cebolleta. Y me dirán que no sea pesado y que les compre un helado. Por suerte, mi mujer recopiló casi todo lo que se publicó sobre mi en la Prensa. Así que, también guardo los recuerdos.

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