Pimentón, un toro para saborear un triunfo que no llegó

David de Miranda no aprovecha las bravas embestidas del mejor toro de Araúz de Robles, que lidió una corrida de imponentes caras y noble comportamiento en la digna confirmación de Calerito

¡Que salude el mayoral!

David de Miranda, en un derechazo a Pimentón Plaza 1

Era el primer toro de Araúz de Robles el patriarca de las corridas lidiadas en Sevilla. Imponente este Estudiante, esculpido como esos cuerpos 'cruasán' de gimnasio. Seria su presencia y seria su embestida, que humilló en el capote de Calerito, en un constante querer ... y querer en su digna confirmación. Por la vía de la sustitución llegó. Ni tiempo tuvo para digerirla: apenas 48 horas antes le habían ofrecido el puesto. Y no vino para contonearse, sino para dar la cara, aunque apenas le echaran cuentas en una faena en la que su puesta en marcha de rodillas ya dio muestras de su disposición. Concedió el sevillano tiempos y distancias, pero a la faena le faltó sello, nunca trepó y un sector le recriminó la colocación incluso cuando se le coló por el zurdo. Más fuertes sonaron las palmas a Estudiante en el arrastre que a Juan Pedro en el saludo.

Y esa sería la tónica de la tarde, en la que los toros dijeron más que los toreros, demasiado amontonados. Salvo el lote de Curro Díaz, sin opciones. Asustaban los dos cirios que lucía el más bajo segundo, candidato al pañuelo verde por su blandenguería. Pero no asomó y, en cuanto perdió las manos, crecieron las protestas. El de Linares, que había regalado unas agitanadas verónicas, dijo que la bronca la aguantase el del palco y se marchó presto a por la espada. Loco estaba por quedarse a solas con el cuarto, tocado arriba de pitones y desentendido. Sin probaturas, se puso a torear, con el toque fuerte, conduciendo el viaje a derechas. Había que animar al animal y Curro tiró de oficio, aunque Mesonero, tan ayuno de clase, nunca rompió. De un espadazo lo cazó.

El toro de la gloria, cómo no, cayó en la bolita de David de Miranda. Qué 'baraka' la suya: del excepcional Tabarro de Santiago Domecq al notable Pimentó de Araúz de Robles. El de Trigueros lo había saludado con suaves delantales para ceñirse luego en un quite por gaoneras. Bien picado por Carbonell, echó la cara arriba en el primer par de Cándido Ruiz, que pasó a la enfermería con una herida en la cara. Dos pares tuvo que colocar Fernando, el único Sánchez ovacionado ayer en Las Ventas. No se lo pensó su matador y se plantó en el mismísimo platillo para dejarse llegar desde el burladero de areneros al toro, que se movía y repetía con bravura y emoción. Soplaba el viento, pero allá continuó su vertical faena, alternando los dos lados y con algún natural suelto de mejor trazo. Anduvo el onubense generoso en la distancia, pero sin mando ni gobierno, sin aprovechar de verdad aquella entregada embestida. Su decisión no bastó para ganarse el corazón de Madrid, que silenció su labor mientras ovacionaba a Pimentón.

Dos doblones de categoría alimentaron la esperanza en el quinto, con medio metro de pitón a pitón. Un espejismo, pues todo se desinfló: al noble chorreado le faltaba vida y al trasteo le sobraron enganchones. Cuando el toro pedía ya la muerte, siguió y siguió hasta llevarse una voltereta. Suerte tuvo de que no se ensañase por esa nobleza del serio conjunto ganadero. De Miranda hizo un esfuerzo y continuó su trabajada y larga faena, rematada de una buena estocada que provocó una pañolada insuficiente.

Ficha de la corrida

  • Monumental de las Ventas. Domingo, 28 de abril de 2024. 13.517 espec-tadores. Toros de Araúz de Robles, serios, con movilidad y nobleza dentro de sus variados matices
  • Curro Díaz, de sangre de toro y oro. Media (silencio). En el cuarto, estocada (saludos).
  • David de Miranda, de buganvilla y oro. Estocada desprendida (silencio). En el quinto, estocada (petición y saludos).
  • Calerito, de blanco y oro. Estocada (saludos). En el sexto, estocada corta baja y cinco descabellos. Aviso (silencio).

Hubo que esperar al barroso sexto, que sangró una barbaridad en varas, para ver la faena de mayor fibra. Interminable había sido la tarea de las banderillas: hasta un torero como Antonio Chacón pasó un quinario mientras el palco se aferraba al absurdo reglamento de los cuatro palos en situaciones así. En fin... La cosa es que Vergonzoso, que así se llamaba el único cinqueño, acudía con informales modos. No se guardó nada Calerito, que logró los momentos más vibrantes en terrenos de capotes. Descalza la obra, bajo la mirada de su madre, que no quería mirar cómo su hijo se jugaba la vida. Todo su empeño se fastidió con el acero en medio del «ooohhh» de los suyos en unos tendidos que registraron una fantástica entrada: más de trece mil espectadores. Fue la mejor noticia junto a la duración del festejo. Un milagro de dos horas que dejó el (sin)sabor de Pimentón.

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