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Feria de San Miguel

Y Pablo Aguado paró el tráfico antes de la carrera nocturna en Sevilla

David de Miranda impacta con su descomunal valor y corta una oreja de ley, idéntico premio que Ortega al gran toro (un Bocinero que pregonaba la bravura) de la decepcionante corrida de Victoriano del Río

La verdad, la naturalidad y el temple se mezclan en la primera de San Miguel

Cartel de ilusión

Pablo Aguado deleitó en el quite por chicuelinas Juan Flores
Rosario Pérez

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Se cortó el tráfico por la carrera nocturna, pero antes lo pararía Pablo Aguado en tres chicuelinas y una media. ¡Cómo fue la tercera! Aquí no se corre, señores; aquí se anda a compás, al son de ese martinete que latía en el pecho de ... la ciudad. Desde Adriano a su Huerta de la Salud, Sevilla callaba, ni un solo claxon sonaba y las calles se liberaban de toda señal que dictase prisas. El torero con nombre de apóstol, el del jardín de las delicias más naturales de la temporada, durmió la embestida del toro en aquel quite. Manos del amante que acaricia un cuerpo por primera vez. Se desmayaba, pero no de agotamiento, sino con esa entrega de la que brotan quejíos de ole y ole. Ni un solo aspaviento, todo armonía. Y el tráfico, señores, detenido. Ni una aguja del 'velocímetro' osó disparar aquella perfecta impuntualidad, el sueño imposible de Óscar Puente, ministro de las vías. Porque nadie llegaría a tiempo a su destino: ni falta que hacía. Aquel quite condensaba más misterio que muchas faenas.

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