Feria de San Miguel
Y Pablo Aguado paró el tráfico antes de la carrera nocturna en Sevilla
David de Miranda impacta con su descomunal valor y corta una oreja de ley, idéntico premio que Ortega al gran toro (un Bocinero que pregonaba la bravura) de la decepcionante corrida de Victoriano del Río
La verdad, la naturalidad y el temple se mezclan en la primera de San Miguel
Cartel de ilusión
Sevilla
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Iniciar sesiónSe cortó el tráfico por la carrera nocturna, pero antes lo pararía Pablo Aguado en tres chicuelinas y una media. ¡Cómo fue la tercera! Aquí no se corre, señores; aquí se anda a compás, al son de ese martinete que latía en el pecho de ... la ciudad. Desde Adriano a su Huerta de la Salud, Sevilla callaba, ni un solo claxon sonaba y las calles se liberaban de toda señal que dictase prisas. El torero con nombre de apóstol, el del jardín de las delicias más naturales de la temporada, durmió la embestida del toro en aquel quite. Manos del amante que acaricia un cuerpo por primera vez. Se desmayaba, pero no de agotamiento, sino con esa entrega de la que brotan quejíos de ole y ole. Ni un solo aspaviento, todo armonía. Y el tráfico, señores, detenido. Ni una aguja del 'velocímetro' osó disparar aquella perfecta impuntualidad, el sueño imposible de Óscar Puente, ministro de las vías. Porque nadie llegaría a tiempo a su destino: ni falta que hacía. Aquel quite condensaba más misterio que muchas faenas.
Aquel susurro en los medios, con Pablo de azabache y el chaleco en oro alumbrando, calmaba hasta las patadas del niño que estaba a punto de derribar la barriga de la madre. Porque hasta el bebé de Manuela quería saber de dónde procedía aquel runrún. Y entonces Pablo mecía su capote en una nana que arrullaba a la Maestranza, a chicos y grandes, a vivos y muertos. Aplaudían los tendidos del Baratillo, aplaudían en el barrio de San Bernardo, aplaudía hasta Chicuelo.
Fue el momento mágico de la tarde: ocurrió en el segundo toro, primero del lote de David de Miranda, que afiló las garras con el orgullo herido después de palpar lo de Aguado. ¡Bendita rivalidad! Con el capote plegado a las espalda esperó el de Trigueros al de Cortés para dejárselo llegar en un quite por saltilleras de aires tomistas. En una moneda de un céntimo sucedió todo. Impávido, sin moverse, rematando con una larga que puso la plaza en pie. Y para el público fue el brindis antes de la apertura por ayudados rodilla en tierra con un toro que nada regaló pese a su obediencia. Punteaba por el derecho Maleado y se vencía por la zocata, pero David, agigantado, ni se inmutaba. Ni un milímetro retrocedió un torero llamado a ocupar carteles grandes la próxima temporada. Porque ha renacido para quedarse. De justicia la sustitución que se ganó para ocupar la baja de Manzanares. No se podía entregar más un tío, que un tío estuvo hecho, con tan descastado material, con el medio recorrido de Maleado rendido ante tanta exposición, con los pitones bordeando la cintura y las femorales. Y Miranda allá que seguía, como el que se toma un descafeinado apoyado en la barra. Tan campante, tan tranquilo: si la procesión iba por dentro, nadie lo notó. No conforme con las luquecinas, el onubense remató con unas bernadinas que pedían doble dosis de tila. Para el público, que el torero permanecía sereno, con valor descomunal. Y la banda del maestro Tejera a lo suyo: con su pan se coman las notas que racanearon a la meritísima faena. De ley fue la oreja que paseó.
Sí se las tocarían en el quinto, un geniudo animal que exigía un dominio que no llegó lo suficiente, con Miranda demasiadas veces a merced de Bolero, con tan poca melodía en su embestida, con mucho carbón y áspera chispa. Indudable su valentía para fajarse con el toro, pero no pareció el mejor planteamiento de faena ya desde el prólogo: el de Victoriano requería un mando por abajo. Eso sí, Sevilla vibró por momentos con su entrega absoluta. Al de Trigueros le va a sonar mucho el teléfono este invierno, incluso de los taurinos que no conocían de su existencia...
Juan Ortega: «He disfrutado como hacía tiempo que no lo hacía» en Sevilla
David de Miranda y Juan Ortega cortan sendas orejas en la primera tarde de la Feria de San Miguel en la Maestranza
Decepcionante fue la corrida de don Victoriano del Río, que por la mañana regresaba en AVE a Madrid. Sin apenas casta, sin entrega, sin clase... Se esperaba mucho más, aunque el cuarto vino a salvar el honor de esta gran familia ganadera. Se llamaba Bocinero y pregonaba su bravura desde que asomó por chiqueros, con esa humillación, de rebosante sangre encastada. No era precisamente el toro ideal para Juan Ortega, que sorprendió con su firme estar, aunque faltó gobierno. Torerísimo, improvisó unos ayudados por bajo, montera en mano, cuando Bocinero se le vino encima antes del brindis. Aquella encendida belleza siguió en los caros doblones, con el de Victoriano arrastrando el hocico, con más profundidad que ninguno. Un toro extraordinario, pero no fácil, con un torero que sabe torear, que lo hace con pureza, aunque no lo terminó de cuajar. Eso sí, por fin la música se estrenó con el de Triana, que ligó pinturas sobre la derecha que desembocaban en el mar de su cadera. Auténticos carteles de toros dejó en un pase de pecho rodilla en tierra o en ese redondo infinito, rotando cual compás. Rendida la Maestranza, que buscaba los pañuelos cuando se perfiló para matar entre las rayas. Se desprendió el acero, lo que no impidió la petición de las dos orejas, aunque el palco lo dejó en una: mejor una rotunda que dos discutidas...
En pie los tendidos para despedir a Salvador Núñez. Sonó la música para el picador de Aguado, que sin lote marcó diferencias con su poso y reposo. Lentificado desde las verónicas, con el emotivo brindis a su varilarguero después de la nota amarga de la cornada en el muslo a Araujo. Despacito anduvo Pablo con el toro, con una sevillanía que cautivaba, con esa naturalidad imposible de fingir frente a un animal más costoso de lo que transmitía arriba. Aguantó y tragó con torería, con perlas en los ayudados, en la firma, en el de pecho... El pinchazo enterró las llaves del premio, pero su estado de gracia ahí quedó. Como con el mulo sobrero que sustituyó al armónico titular tras estrellarse y partirse un pitón.
Cuando la terna abandonaba la plaza, ya estaban cortadas las calles, pero el tráfico lo había parado antes un torero que hizo que Sevilla se olvidase de correr para aprender a sentir. Qué pena que antes borrase de su memoria a Paquirri en el minuto de silencio.
Feria de San Miguel
- Real Maestranza de Sevilla. Viernes, 26 de septiembre de 2025. Primera corrida. real maestranza de sevilla. Viernes, 26 de septiembre. Primera corrida.'No hay billetes'. Toros de Victoriano del Río (incluido 3º bis) y Toros de Cortés (2º y 5º), desiguales, faltos de casta y entrega, salvo el bravo 4º, un gran toro.
- Juan Ortega, de de azul y oro: estocada caída (silencio); estocada desprendida (oreja con petición).
- David de Miranda (sustituto de Manzanares), de rosa y oro: estocada caída (oreja); estocada (saludos).
- Pablo Aguado, de corinto y azabache: estocada (saludos); pinchazo y estocada (ovación).
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