Toros en El Puerto de Santa María
Sangre y honor de Daniel Luque frente a la bravura indómita de Montalvo
Parte médico de la grave cornada de Daniel Luque que «rompe la pared muscular abdominal con escapada de varias asas intestinales»
La brava y exigente corrida salmantina tomó las pulsaciones de la dispareja terna, con un generoso Sebastián Castella y un desafinado Diego Urdiales
El torero de Gerena adornó con empaque su comprometida labor con el tercero
Sólo un toro podía frenar la meteórica tarde de Daniel Luque. Ya había caído el sol en la Plaza Real de El Puerto de Santa María cuando el de Gerena sintió cómo el ondulado pitón de Emisario le atravesaba el bajo vientre. Lo ... hacía cuando los capitalistas gaditanos ya preparaban sus cervicales para sacarlo a hombros del coso, tras haber protagonizado lo más vibrante y torero de la brava y exigente corrida de Montalvo. Según el parte, emitido al cierre de esta edición, Daniel Luque sufre una grave cornada que «rompe la pared muscular abdominal con escapada de varias asas intestinales». Tras operarlo fue trasladado al hospital de Jerez.
Ficha
- Plaza Real de El Puerto de Santa María. Viernes, 11 de agosto de 2023. Quinto festejo de la temporada veraniega. Algo menos de media plaza. Se lidiaron toros de Montalvo, finos (excepto el primero) y serios en su conjunto. 1º, manso y violento; 2º, bravo y con estilo; 3º, con clase y cierta emoción; 4º, una pintura de hechuras que tuvo importancia; 5º, incierto y sin entrega; 6º, exigente y desconcertante.
- Diego Urdiales, de rioja y azabache. Pinchazo hondo y delantero, pinchazo y estocada (ovación); estocada casi entera (ovación); dos pinchazos y estocada en el que mató por Luque (silencio).
- Sebastián Castella, de rosa mexicano y oro. Pinchazo y estocada (oreja); bajonazo (ovación).
- Daniel Luque, de azul marino y oro. Estocada (oreja).
Serio y descarado era Delegado, el (cinqueño) primero de Montalvo, que apretaba en los terrenos de tablas, que se descomponía lejos de ellas. Donde lo llevó, no sin sufrimiento, Diego Urdiales para destapar toda su condición: manso y a contraestilo. Al que trató de fijar y ordenar con toques secos, entre oleadas y huidas, sin dejarse picar, sin acometer en banderillas, entre desequilibradas y fuertes embestidas. Un toro duro que pedía apuesta y mando, lo que más le cuesta en estos momentos al riojano. Sin terminar de confiarse, se mostró incómodo entre gañafones y oleadas, agravadas por su falta de decisión. Que pareció terminar logrando en los terrenos de sol, donde por cierto se picó. Pasó un rato con los aceros, hasta que enterró, tocado de gallardía, los gavilanes en el hoyo de las agujas.
La generosidad de Sebastián Castella con Soleares valió una oreja. Por su lidia siempre a favor, por cederle protagonismo a un animal que por derecho propio merecía todo el reconocimiento. Venía éste de Montalvo con otro molde en su fabricación, más bajo, recto de lomo y fino en sus cabos. Con cuatro años, con otro interés en su embestida. Alegrada por el francés en su recibo hasta los medios y por la magnífica lidia de Rafael Viotti, además de adornada con la gallardía de José Chacón en banderillas. Total, que cuando Castella fue a doblarse en el albor de su faena, Soleares ya componía embestidas supremas. Con fijeza y prontitud, con estilo. Que conforme el francés caía su muleta mejor embestía el de Montalvo, cumbre por el pitón izquierdo. Un toro que será recordado.
Los lances de Luque
A Tomate, estrecho de sienes y muy enmorrillado, sólo le faltaban las papas. Con él llegaron los primeros y más rotundos «oles» de la tarde, ante un soberbio Daniel Luque a la verónica. En su versión arrebatada, que siempre impacta más que en la vertiente de la facilidad. A la velocidad de las calmadas olas portuenses navegaban los brazos del de Gerena, que de tan suave y despacio que trataba de torear se encontró con una raja en el percal, que siguió lanceando desde el dorso amarillo, bordando las nada fáciles embestidas del de Montalvo, picado de categoría por Jabato (hijo), que como premio se llevó la divisa. Las dos serie de naturales de Luque fueron sublimes; apretada su figura, fina su muleta. Que tomó con la diestra cuando Tomate se empezó a desinflar, con muchos quilates en su corto recorrido. Una oreja que marcaba otra cifra sobre el peso.
Cuidadoso, el cuarto, era un toro guapo. Arremangado de pitones, tan finos como todos sus cabos, que intercalaba seriedad con categoría. Le taparon la salida en el caballo para darle sin contemplación, y ni con esas acabaron con el de Montalvo, crecido en la pelea, gallito ante las dudas. Le brindó Urdiales al maestro Cepero, que como Perales también desmintió su muerte: «Aquí estoy, vivito y coleando». Y tras aquello lo intentó el riojano, que logró pasajes entre sufrimientos.
Otro arremangado era Veneciano, que traía dos remos de gondolero por pitones. Impresionante si lo cuelgas de una pared; impresionante si te pones delante de él. Salió husmeando el albero, dando quiebros, sin romper. Sus manos eran diminutas, como sus embestidas. Que rompió entre saltos en la muleta, ante la exposición natural de Castella, clavado frente a la incertidumbre de sus dagas. Lo mató en los bajos.
Daniel Luque fue cogido por el sexto de Montalvo
Emisario era el último enviado de Montalvo para testar a un Daniel Luque que, lejos de achicarse ante su falta de celo inicial, lo impulsó hasta lograr lo más intenso y vibrante de la (ya) noche, antes de tomar el hule. Ligando en un interminable inicio por doblones que cerró con un descomunal pase de pecho. Más potencia tuvo la tanda por la diestra, citando a mucha distancia, ajustándoselo en el embroque. Con la plaza volcada, como el torero, que se echó la muleta a la zurda sin fisuras, sin importarle la incertidumbre de Emisario, que ya desconcertado ante la verdad del torero sacó toda su violencia. Se hicieron interminables los momentos de Luque paseándose entre los pitones del de Montalvo, que lo desnudó, que le dejó el gesto destrozado. Trató de quedarse sobre el ruedo, pero no podía: lo llevaron a la enfermería mientras Urdiales ponía fin a la noche.
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