Paco Ojeda, la revolución del toreo que llegó desde Bajo de Guía

Estalló Ojeda a finales de 1982 y se desbordó en la temporada siguiente. Un torrente de toreo en unos terrenos inimaginables hasta entonces. Una manera de concebir este arte que supusieron, en cierto modo —al igual que Belmonte, Manolete...—un antes y un después en el concepto de la Tauromaquia. Y en 1988 sucedió otra de esas faenas que quedan marcadas. Fue en la Feria de Abril , el 15 de abril. El toro se llamaba «Dédalo», lidiado en quinto lugar, de Juan Pedro Domecq.

El recordado maestro de la crítica taurina Vicente Zabala tituló aquella crónica: «Paco Ojeda le dio toda la razón a don Antonio Machado».

En su descripción sobre lo acontecido en el ruedo, Zabala precisaba que «hay que se muy buen aficionado para entender la faena de Paco Ojeda a ese quinto toro. No basta con fijarse en la impresionante quietud del diestro, en sus lances sin enmiendas, sino en el asombroso esfuerzo del ánimo, respondido siempre con un valor inmenso. Claro que no nos divertimos con esta forma de torear, porque la emoción nunca es diversión, como no nos podíamos divertir con aquel volapié a tumba abierta con agallas de torero decimonónico, saliendo con la ropa destrozada del encuentro (...). Un tío, mire usted, un tío».

Y sentenciaba Vicente Zabala en aquella crónica: «Lo de Ojeda no es mejor ni peor. Es sencillamente diferente, pero sobre la base de principios inamovibles en el arte de torear».