Feria de Otoño
El Juli se despide de Madrid por la Puerta Grande: «Maestro, gracias por hacernos soñar»
Sentimental y cariñosa salida a hombros en medio de la multitud en una tarde para la historia
El Juli: «Ahora entiendo a mis padres y no quiero que mis hijos sean toreros»
Madrid
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Iniciar sesiónDesde la otra acera de Alcalá, en los números pares que miran frente a frente al 237 de Las Ventas, en el primer piso, la madre de un torero se asomaba a la ventana para escuchar el sonido del toreo. Allí, frente al espejo de ... la Monumental donde la familia López Escobar soñaba con un día vivir, Julián y Manuela compraron la casa de los miedos y los desvelos, las de los ¡oles! y los ¡ay! Los 'oooles' que retumbaban ayer en las paredes que sostienen las fotos del niño que fue precoz Mozart antes que Einstein del toreo, en esa casa donde el tictac del reloj no avanzaba el sábado en la noche más larga. Nadie concilió el sueño en el domicilio de los López Escobar, que en la amanecida miraban por la ventana el trasiego de los reventas. En un cartel gigante se anunciaba el hijo que quiso apodarse El Juli: «Yo no quería –decía el padre en los aledaños de la plaza–, pero lo quiso hacer como un homenaje, como una prolongación de mis truncadas ilusiones». Y el niño Julito, como lo llamaban sus progenitores, pasó a ser Juli. Hasta agigantarse en su despedida de Madrid, rendida al torero, entregándole con cariñosa sensibilidad la Puerta Grande que tanto se le resistía. La pancarta de un niño en la barrera del 6 resumía las lágrimas de tantos, de los suyos y de los ajenos, contagiados por aquel éxtasis colectivo: «Gracias por hacerme soñar en ser como usted». Porque los niños del tendido no querían ser toreros, los niños querían ser El Juli. Y una multitudinaria chiquillería lo aupó en una salida a hombros tan sentimental como inolvidable, con gritos de «¡torero, torero!» que se mezclaban con los ensordecedores de «¡Juli, Juli!». Una Puerta Grande para la historia.
En pie se puso la Monumental para despedir al ídolo, porque ayer la inmensa mayoría empujaba al madrileño. El sol y la sombra decían adiós al torero de Cantapájaros, a la figura que encontró el eco de la plenitud en su ya asolerado cuarto de siglo con el famoso toro de La Quinta y ayer lo refrendó con Faraón, aunque la faena no alcanzara ni de lejos tan grandes cotas, pero sí estuviese envuelta de la emoción que todo lo mueve, de esa emoción capaz de desatornillar cerrojos, de romper candados y sentirse libre. La libertad del que roza el cielo de Madrid que tantas noches recreó en sus duermevelas. «¡No te vayas Juli!», gritaron cuando arrancaba su obra a este toro faraónico. Tampoco faltaría una popular voz del 7: «Vaya despedida con el medio toro». Sin exageraciones el guapo ejemplar del Puerto, que no tenía ni medio viaje, pero al que Julián inyectó cierto celo. De mejor embroque que despedida, pues esa era ya toda del matador. Y, de pronto, como si la mágica luz de la atardecida contagiara aquella escena final, el faro de una tanda de naturales iluminó el cuadro. Aquello era el acabóse, con el gentío loco por ver el esplendor sobre la arena. Que llegaría en un cambio de mano de reloj de albero. A placer y con la inteligencia de aprovechar la marcha a tablas con otro antológico. Qué listo y despejado anduvo El Juli, tan sentido todo que conectaba con la cercanía de la barrera y el más allá de la andanada. Cuando enterró el acero los pañuelos blancos se desbocaron como caballos en celo, con una pañolada tan intensa que al presidente no le quedó otra que asomar los dos por el balconcillo. «¡Puerta Grande!», gritaban los espectadores, que dibujaban muletazos entre calada y calada, que no se desabrochaban camisas, sino que las hacían boquetes con esos puros kilométricos. Se abrazaban los conocidos y los que se veían por primera vez, como si el triunfo fuese de todos. O de casi todos...
No había hecho honor a su nombre el astifino Resistemucho, con un contado fondo y sobrada tendencia mansa, al que había que tocar las teclas como Bach las notas. Soltó tensiones El Juli mientras ganaba terreno a la verónica, mientras avanzaba por ese redondel donde tanto sufrimiento vertió hasta arrebatarse en tres medias. Arrebujada la última, la de la comunión con Madrid. Que siguió en ese galleo por chicuelinas donde Julián flotaba. Superlópez luego en el quite por Chicuelo con medio capotito que enlazaba tijerinas antes del ovacionadísimo brindis a Ayuso, con «¡vivas!» a España. Locas eran las ganas del torero de quedarse a solas con el toro, que se piró pronto. Le dio tiempo y todas las ventajas el maestro para retenerlo en los medios, sin apretarlo mucho. Frente al burladero de la presidenta, daba cuerda a las manecillas, con el oxígeno de los espacios muertos y el encuentro de perfecta técnica con Resistemucho. Rotaba con asiento El Juli y con él todo su mundo, derramado en el reguero por trincherillas y rematado con una estocada. Trasera, fiel a su sello. Se tragó la muerte el de La Ventana, pero cuando cayó comenzó a agitarse la petición, que el palco no estimó entonces. Y el matador, que bien podría haber paseado el anillo, prefirió no prender la mecha de los contrarios y se guareció tras los saludos. El volcán aún no había erupcionado...
El Juli corta un rabo en su apoteósica cuenta atrás y en la triunfal despedida de López Chaves
Rosario PérezEl madrileño volvió a poner banderillas y formó un alboroto en el sexto de una buena corrida. Emotivísima tarde, donde el salmantino se cortó la coleta y la nota amarga fue la cornada de Pilo
Estrenó el festejo Caraalegre, que venía con las fuerzas tristes, con sus manos por delante y el punto manso del encaste. Como virtudes, sus armónicas hechuras y esa obediente movilidad, aprovechada por Uceda Leal en la faena del brindis a El Juli. Metros y metros se abría el del Puerto, al que el de Usera citaba en la distancia, con un temple bendecido por la mano del clasicismo y su añeja torería. Lástima que puntease los engaños por esa mermada fuerza, porque ahí quedaron el rugido de dos naturales de mano baja y esa tanda a media altura con la muñeca que dobla capotes. Un formidable desastre fue la lidia al búfalo cuarto, de 560 kilos de mansedumbre. Hizo bien en abreviar Uceda ante un toro que sólo tuvo de bueno su nombre, Cuba, pero nada de su reata se le pegó. La pitada llegó al campo charro.
Lentificada la verónica de Tomás Rufo al hondo tercero, con el susurro de un reloj de arena. No todos se enteraron, pues alguno andaba aún al caballo derribado y al puyazo caído por el piquero que guardaba puerta. Qué clase portaba Sobrio. Una delicia de embestida para acariciar y de la que disfrutó el de Pepino. Deshojaba los muletazos el toledano, mientras un sector le recriminaba la colocación y los del sentir flamenco se quejaban de la falta de compás. Y en ese ambiente de cruzada, Rufo sacó la raza, se encorajinó y ofreció el cuerpo. Hasta rematar por doblones de torero trazo. Fallón con el descabello, el enclasado toro se marchó intacto. Con la tarde entrada ya en palmas por alegrías, arrancó un trofeo del buen sexto –suyo fue el lote de más calidad–, aunque de contado fondo, tónica del serio conjunto ganadero. Apoteósico el prólogo de rodillas y descomunal un cambio de mano de eternidades. Saboreaban aquel nosequé los labios de Madrid, con la miel en la boca, que se secó como se secaba la casta del toro y todo se venía a menos, aunque caería la orejita.
Feria de Otoño
- Monumental de las Ventas. Sábado, 30 de septiembre de 2023. Primera corrida de la feria. Primera corrida. 'No hay billetes'. Toros de Puerto de San Lorenzo (1º, 4º, 5º y 6º) y La Ventana (2º y 3º), serios y de armónica presencia en conjunto, mansos en general, pero algunos con mucha clase.
- Uceda Leal, de buganvilla y plata. Estocada trasera desprendida (saludos). En el cuarto, estocada tendida y descabello (silencio).
- El Juli, de berenjena y oro. Estocada muy trasera (petición, saludos y pitos al palco). En el quinto, estocada (dos orejas).
- Tomás Rufo, de nazareno y oro. Estocada desprendida y cinco descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, estocada (oreja).
Se palpaba la prisa de que acabara aquella vuelta al ruedo. Todos aguardaban la salida del torero que se iba. Saltaban los chavales al ruedo como en una estampa antigua a la que sólo le faltaba el blanco y negro. Con sus generosos matices, qué emotiva Puerta Grande, en la que la ilusión del niño de la barrera del 6 era la de todos: maestro, gracias por hacernos soñar.
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