Paco Ureña vuelve a emocionar a Bilbao
Corridas Generales
El murciano corta una oreja a cada uno de sus toros a costa de sufrir un percance en una corrida de escaso juego
Bilbao
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Iniciar sesiónLa noche del jueves, medio Bilbao hablaba de Roca Rey: para contar lo que había visto; para contar lo que no había visto, como si lo hubiera presenciado; para imaginar lo que confesaba no haber visto; para preguntar si torearía al día siguiente… Sólo ... en la Tauromaquia suceden fenómenos así.
Ayer por la mañana, se anunció que Roca Rey no podía torear. No tiene cornada pero sí varias contusiones; sobre todo, una, preocupante, en la rodilla derecha; espero que no afecte al menisco. Es lógico que le sustituya Talavante, que cortó dos orejas, pero supone un bocado para la taquilla. No me parece serio que el paseíllo se retrase un cuarto de hora, para esperar al matador sustituto. La puntualidad ha sido siempre parte del rito de la corrida, ahora tan devaluado; también en Bilbao, por desgracia.
Después del huracán Roca Rey, ha llegado la calma, con una corrida mansa y floja del Puerto de San Lorenzo. Con valor seco, auténtico, Paco Ureña corta un trofeo a cada uno de sus toros, a cambio de sufrir un pitonazo. Talavante logra un fácil trofeo. Morante deja algunos preciosos detalles, no más.
Por la calidad, ahora mismo, Morante no tiene competencia. Ya no es un torero ‘artista’ sino un diestro completo, con la responsabilidad de primera figura (como Gallito, su modelo, el de todo el toreo clásico). Acude a Bilbao una sola tarde: Gallito venía tres, por lo menos; así lo veo en los viejos carteles de la plaza. Aparece con un vestido singular, negro y blanco, medias blancas. Vuela el capote con gusto en los lances de recibo. El toro cumple en varas pero se apaga, topa, flaquea, protesta. Nos deleita Morante con algunos ayudados por bajo, molinetes… Aunque el toro se raja claramente, haciendo un esfuerzo, le saca derechazos y naturales de categoría. Mata con facilidad. Para el triunfo, le ha faltado toro… y algo más de empeño.
El cuarto saca genio. Comienza con ayudados por alto, cargando la suerte, algo que une belleza y eficacia; no tiene nada que ver con dejarlo pasar, haciendo el poste, como muchos. El toro puntea el engaño continuamente. Cuando comprueba que no sirve, Morante machetea –como siempre se hacía, en estos casos– y se lo quita de delante con habilidad. Los pitos son lógicos pero cariñosos.
Bilbao
- Plaza de Vista Alegre. Viernes, 26 de agosto. Séptima corrida. Tres cuartos de entrada. Toros de Puerto de San Lorenzo y la Ventana (3º), de escaso juego en general, flojos y mansos.
- Morante de la Puebla, de pizarra y blanco. Estocada (saludos). En el cuarto, media (pitos).
- Alejandro Talavante, de azul marino y oro. Buena estocada (oreja). En el quinto, estocada baja (silencio).
- Paco Ureña, de berenjena y oro. Estocada (oreja). Pasa a la enfermería, pero sale para matar el sexto: estocada (oreja). Vuelve a la enfermería para ser intervenido.
¿Continuará aquí Talavante su reencuentro consigo mismo? Lancea sin estrecharse al segundo, que flaquea pero embiste con nobleza. Tarda mucho en cogerle la tecla: el toro va y viene en muletazos suaves, hacia fuera, de cierta estética pero muy escasa emoción. Sólo cuaja una serie por la derecha. Mata con gran facilidad, como el día anterior: nueva oreja.
En el quinto, manejable, da pases aseados, ligeritos, con poco compromiso y nula emoción. La faena que todos apoyaban se diluye. Estocada caída, que se aplaude (así estamos).
En Bilbao vivió Paco Ureña la tarde más gloriosa de su carrera, cuando cortó cuatro orejas. Le perjudicó más que a ninguno la interrupción de la pandemia, después de aquel triunfo. Es justo que actúe en esta Feria y que lo reciban con una cariñosa ovación. El tercero mansea mucho, apenas lo pican, se crece en banderillas y empitona a Azuquita. El toro, mirón, saca genio. Ureña se dobla bien con él, le saca muletazos de mucho mérito y valor auténtico. Varias veces le he visto al borde de la cogida. Surge una polémica en el tendido mientras Paco se vuelca, al matar, sufriendo un pitonazo: oreja muy merecida, mucho más que otras que aquí se han cortado. Cojeando, pasa a la enfermería.
Sale de ella para matar al sexto, manso y flojo, protestado. Los estatuarios y el pase del desprecio animan al personal. Al natural, el toro hace hilo pero Ureña vuelve a estar muy firme, aguantando y echándoselo por delante en los pases de pecho. Otra faena de torero honrado y valiente, sin triquiñuelas, aunque el toro se apaga pronto. Acaba metido entre los pitones, con una gran ovación, pero con un marmolillo. Acierta con otro espadazo: otra oreja. Vuelve a la enfermería: probablemente, para ser intervenido.
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¿Por qué se apuntan las figuras a este tipo de toros y no, por ejemplo, a los de Santiago Domecq, que se lidian este sábado y suelen salir muy bravos? Quizá por eso mismo. Para el aficionado exigente, en el pecado llevan la penitencia. Pero, si el público los premia, ¿para qué van a cambiar? Así estamos.
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