Morenito de Aranda, ¡como el que lo inventó!

Antaño, una tarde de la torería que derrochó el veterano diestro, aún con el fallo a espadas, le hubiera hecho firmar un buen puñado de contratos. Ahora, al torero solo le queda el recuerdo, a los aficionados el regusto, y a seguir luchando por conseguir una nueva fecha. Es el signo de los tiempos. Sobre la arena de esta modernísima plaza quedan ya para siempre aromas del mejor toreo.

La faena al burraquito segundo, una figurita de porcelana ¡tan frágil como bravito!, estuvo presidida por la despaciosidad, desde el cambio de mano inicial que dio paso a una descomunal serie de naturales, hasta el final a dos manos, auténticos carteles de toros. Pero además, hubo poder, mano baja y trazo largo en series con la derecha, clase en los inmensos pases de pecho, y todo envuelto en la personalidad de un torero en sazón. Vamos, ¡como el que inventó el toreo! Sin espada, tampoco en el quinto ante el que salió a reivindicarse, a rematar su tarde desde que lo recibió a porta gayola…, el estoque entró a la tercera. Le obligaron a dar la vuelta al ruedo a Morenito de Aranda. A su espalda, tras las ovaciones, Jesús Martínez, el hombre, el torero y sus circunstancias.

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El que abrió la puerta grande para irse a hombros fue el mexicano Joselito Adame que no se dejó nada en el esportón. Variado con el capote, entusiasta con la muleta en series ligadas por uno y otro pitón, y un cañón con la espada. Le cortó las dos orejas, un tanto a favor de presidencia, es verdad, al tercero, un buen torrealta que acabó rajadito. El sexto, descoordinado, se fue para los corrales, y con el lavadito sobrero volvió a apretar el acelerador. El toro no respondió y se quedó sin fuelle demasiado pronto. Adame le sacó todo lo poco que tenía.

Como complemento a la buena y sin excesos corrida de Torrealta, quedó Antonio Ferrera, que trabajó a destajo con el rebrincado y feble primero, y se entonó más con el cuarto al que entre algunas de «sus» cosas acertó a llevarlo largo mientras aguantó.