FEria de Hogueras
El examen de Victorino es para listos
Rafaelillo sale a hombros, Manuel Escribano corta una oreja y Pablo Aguado sorprende con el más peligroso de la noble corrida, pero pincha y pierde el premio
La gran victorinada de San Isidro
Alicante
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Iniciar sesiónSe llamaba Venganza y tuvo la nobleza de un santo. Y eso que en el desembarque destrozó una puerta e hizo lo propio nada más salir contra las tablas. Que con un victorino no se juega... Era el único cinqueño, frentudo y vareado. Gustó ... su forma de humillar en el capote de Rafaelillo, que nunca perdió la sonrisa. Como si se rodara un anuncio dental, sonreía y sonreía en cada serie. Venganza exigía un trato delicado, pues no andaba sobrado de fuerzas, y poderío a la vez. Una difícil combinación que alcanzó en su totalidad en una rotunda tanda de derechazos, con un cambio de mano que fascinó. Todos los paisanos que habían venido a verlo desde la huerta murciana se rompían las palmas y las gargantas. Se desmayó Rafael Rubio en tres naturales, aunque fue el lado derecho el que explotó, aprovechando las bondades de Venganza, que respondía cuando se la dejaba puesta. Para respuesta triunfalista la del palco: dos orejas para el torero -que lo mató como mandan los cánones- y vuelta al ruedo con protestas para el toro en el arrastre.
Por el camino de la gloria arrancó la victorinada. 'Cuestión de nobleza' era el título en el regreso de los bravos de Las Tiesas a Alicante treinta y siete años después. Hasta que salió el último. Porque hasta el rabo todo es toro... Una prenda era este sexto, que rompió la tónica sin maldad -que no tonta- del conjunto ganadero. Pablo Aguado lo masacró en varas, pero aún así la alimaña se revolvía y era para decirle hola y adiós rapidito. Pero el sevillano sólo sabe hacer las cosas despacio. Tremendo su esfuerzo en el que sorprendió por su firmeza. ¿Quién dijo que el arte tiene miedo? Ahí quedó su valor natural, que para lentificar el tiempo el corazón tiene que hacer 'tic-tac' el día y la hora exacta. Ayer era, pasadas las nueve y media de la noche. Consintiéndolo mucho, fue amoldando las embestidas, que nada querían por arriba. Cómo se revolvía Mocito en los de pecho. Por abajo había que tratarlo, y así lo hizo Aguado, que se ganó el respeto de la afición con un victorino de los que acunan pesadillas en la madrugada. Pero a la hora de matar se dejó el brazo atrás y perdió la recompensa. Como en el anterior, al que Sánchez echó fenomenalmente el palo. Otro puyazo se llevaría en el volatín ante el capote de Escribano. Para el de Gerena y Rafaelillo fue el brindis. Bonito gesto de quien planteaba su primera batalla con los de la A coronada. Examen superado, un examen para listos, como listo es Victorino, capaz de echar lo más noble y lo más duro en un mismo encierro. Curiosamente, Aguado anduvo más macizo con el malo. De cine era el pitón zurdo, por donde transcurría la paz de su muleta; fuera 'pútines' y guerras. Con naturalidad, sin aspavientos. Aunque le faltó un punto más de solidez, tan bueno fue el trato que hasta mejoró el lado diestro. El acero fue su cruz, que ya está dicho.
De sorpresa en sorpresa fue la tarde, pues pocos se esperaban la gran entrada. Un exitazo para la empresa de Nacho Lloret: más de ocho mil personas se citaron pese a la baja de Morante. Por la vía de la sustitución entró Escribano en la feria donde estuvo a punto de perder la vida en la anterior década. En pie se puso la plaza en la bienvenida y en pie la pondría de nuevo cuando tocaban violines. Emotivo el brindis a los médicos, guardianes de la sangre de los toreros. Este Planeador, que no era precisamente un dechado de belleza -con más cuerpo que cara-, obedecía al toque pero le costaba pasar. Con sutileza y superior temple robó muletazos a ese medio viaje, muy por encima del cárdeno oscuro. Con unas meritorias manoletinas despidió la faena, en la que el pinchazo disipó el premio.
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Aplaudieron al quinto, una pintura cárdena clara, montadita y chata. Con una larga saludó Escribano antes de buscar la lentitud de la verónica. Brindó y se empeñó en un principio pendular, pero Hermenéutico, con el que la gente se inventaba trabalenguas, no estaba para cambiados. No le quedó otra que recogerlo con la derecha y coserlo con templanza en los flecos. Pese a su tardo defecto, cuando acudía a las telas lo hacía con transmisión, y el sevillano lo entendió con inteligente técnica, aunque alargó demasiado... Dos orejas le pidieron, pero sólo paseó una.
Un pintura cariavacada era Monerías, aunque nada tuvo que ver con el abrió plaza y acusó mucho el siete que le trazaron en el caballo. Muy despacio se lo sacó Rafaelillo a los medios, pero este cuarto no paraba de lanzarle miraditas y no pasaba. Con oficio y resortes técnicos de experto en la materia, le robó los muletazos y, cuando lo apretó, respondió con intensidad y se embolsó otro trofeo.
Feria de Hogueras
- Plaza de toros de Alicante. Domingo, 25 de junio de 2023. Última corrida. Más de ocho mil espectadores. Toros de Victorino Martín, desiguales de presencia y de noble juego en conjunto, salvo el peligroso 6º; el 1º, premiado con la vuelta al ruedo.
- Rafaelillo, de azul pavo y oro. Gran estocada (dos orejas). En el cuarto, estocada desprendida. Aviso (oreja).
- Manuel Escribano, de carmelita y oro. Pinchazo y estocada desprendida (saludos). En el quinto, estocada caída. Aviso (oreja con petición de otra).
- Pablo Aguado, de sangre de toro y azabache. Pinchazo hondo, tres pinchazos y tres descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, dos pinchazos y descabello (ovación).
Interesante corrida. Para listos el hierro de Victorino, que de la Venganza primera, tan buena, pasó al peligroso Mocito. Fue la 'venganza perfecta' para los que critican noblezas y el emocionante broche de Hogueras, con Rafaelillo, «¡illo, illo, illo!», a hombros en su primer paseíllo del año. Qué mérito.
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