Un gran Luis David Adame destaca en una entretenida corrida en Cercedilla

El primero, del Vellosino, un toro de trapío de plaza de primera, fino y descarado de pitones, fue mal picado y, en el segundo tercio, banderilleado por Luis David con mejor ejecución que colocación de los palos. Por el puyazo o por su propia condición, el toro estaba justo de fuerzas, y tal vez no fuera la mejor idea el comienzo de rodillas en los medios. Pero, desde que encontró la vertical, Luis David dio una clase de buen toreo, entendiendo a la perfección las virtudes de un toro de gran clase, al que había que llevar muy suave y sin un solo tirón. Hubo dos tandas cumbre al natural, muy bien abrochadas con sendos pases de pecho, cambios de mano templadísimos, un circular de espaldas pulseando perfectamente el ritmo acompasado del animal, y un original broche por manoletinas sin estoque, con un remate a cámara lenta. Apostó por matarlo recibiendo, dejando una estocada corta desprendidilla.

El cuarto, un ejemplar de Alcurrucén largo y muy atacado en kilos, a la postre dio buen juego y permitió al hidrocálido lucirse con capote con unas toreras cordobinas, y quitar con dos verónicas y medias extraordinarias. Realizó una bonita faena, basada casi íntegramente al natural. Por ahí el toro repetía humillando, y fue templado en todo momento por un Luis David muy inspirado, en plena sazón. Apetece ver a este torero en otro tipo de plazas. Una pena la estocada defectuosa, que necesitó de dos golpes de verduguillo. Se le ha ido un triunfo importante con la espada.

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Volvía Alejandro Fermín a la Copa Chenel, tras resultar herido la pasada edición sin poder matar un toro. El segundo de la tarde, un feo ejemplar de Alcurrucén, acapachado de cuerna, fue recibido por Fermín a porta gayola. Tras un tercio de varas que fue un simulacro, fue banderilleado con desacierto, quedando un rehilete en el hueco del puyazo. Cuando el matador cogió la muleta, la banderilla se había atravesado en el lomo del toro, asomando peligrosamente el arpón al exterior. Eso condicionó que basara buena parte del trasteo por el lado derecho. Con un toro de mejor inicio de muletazo que final, el extremeño evidenció muy buenas maneras, sobre todo en los largos pases de pecho. Con habilidad logró quitar ese palo para poderlo probar con la izquierda, volviendo pronto a la derecha, que era el pitón bueno del toro. Una pena que la espada quedara muy tendida, y tuviera que recurrir al descabello, con el que no estuvo acertado.

El quinto salió con buen aire y, para seguir la costumbre, fue picado mal. Tras el tercio de banderillas, llegó a la muleta con buen tranco, cierta emoción en la embestida, y, sobre todo, humillando. Con esas virtudes haría falta algo más que la evidente voluntad que puso Fermín para lograr el éxito. Y éste no acabó de llegar porque ni toro ni torero estuvieron a gusto. Algún muletazo suelto, toda la buena voluntad del mundo, pero poco más. De nuevo, mal con la espada.

Poca historia tuvo el tercero, al que recibió a porta gayola Cristian Pérez. No lució en ninguno de los tercios, evidenciando falta de fuerza y de querer embestir. El torero le puso toda la voluntad del mundo, intentando ser variado, pero su oponente no humilló nunca, y así es muy difícil llegar al tendido. Tampoco tuvo suerte con la espada. Recibió al sexto con una larga cambiada en el tercio, y, siguiendo con la tónica de su tarde, derrochó voluntad y mucho valor ante un toro de Alcurrucén menos feo que los anteriores, que no humilló demasiado, pero que se dejó torear. Lo mejor vino con la espada, porque, por fin, pudimos ver una gran estocada por arriba, que acabó con el toro, y que le permitió cortar una oreja.