LAS VENTAS
La estocada en todo lo alto de Adrián de Torres al toro de la muerte
El de Linares se gana una oreja por su soberbio volapié a un marrajo de Cuadri en un domingo de Ramos que fue un domingo de penitencia
Así llegaban a Madrid los tres toreros del Domingo de Ramos
Estocada de Adrián de Torres al quinto toro, una prenda de Cuadri
La pálida dama se contoneaba en las dagas del quinto, a la caza siempre. Un silencio impropio de Madrid se hizo cuando Adrián de Torres se perfiló en la suerte final. No era solo la hora de matar, era la estocada a la ... propia muerte. Acongojados andaban los tendidos, con el miedo de grada en grada. El de Linares también debía de llevar su procesión por dentro frente a los ojos de aquella prenda negra listona. Pero de pronto, como si nada, enterró un espadazo de esos que siempre valieron una oreja. Ni sus partidarios se lo creían, pero la fe mueve montañas, y allí estaba el cura de la contrabarrera del 7 para acreditarlo. Con la taleguilla abierta paseó el trofeo el matador después de jugarse la vida con aquel marrajo de Cuadri.
Habían sonado las palmas cuando asomó por chiqueros este lustroso número 25, de hondas hechuras y papada. Una barbaridad marcó en banderillas. Menudo trago para los de plata. Y doble trago para De Torres: lo buscaba Revisor, que no pasaba ni por equivocación mientras le lanzaba continuos recados al pecho y a la barriga. Enorme mérito del jiennense, fiel a su filosofía: querer y querer. Buscaba la colocación en su tremendo esfuerzo, aunque allí no había ni un muletazo que rascar. Que se marchara indemne fue el milagro de este domingo de penitencia que era en Las Ventas el de Ramos. Porque vaya con el desafío...
Gafado arrancó el duelo ganadero. Que ya había amanecido con el gafe a cuestas cuando rechazaron los previstos de Los Maños. Para atrás se fue el primero de Pallarés, tan endeble que sólo pedía caricias. Ni le convenía el quite de Torres ni el giro en el capotazo en banderillas. Los que hacían apuestas no se equivocaron: sólo habían pasado quince minutos y ya estaba en la arena el sobrero de Martín Lorca, serio y enmorrillado, con ese pelo astracanado y un estrepitoso encuentro con el peto. Esaú Fernández brindó a Victoriano del Río, uno de los grandes ganaderos de este siglo. Poco que dedicar había con este Querencia, que escondía el latín de sus cinco largos años y no regaló ni medio viaje. Disposición del camero, que buscó un arrimón sin eco entre los silbidos de Eolo y el tendido.
Protestaron al simplón segundo, al que crujieron en dos quites de más intención que brillo: por chicuelinas Noé; por gaoneras Adrián. Aculado en tablas se quedó. Menos mal que ahí estaba Curro Javier, torero hasta recogiendo el algodón en la pandemia. A izquierdas le presentó las telas el espada de Linares en una faena de más voluntades que hechos, aunque muy jaleada en la solanera. El aficionado de la umbría no entendía el porqué de tanto ole. Se pasó de metraje y se anotó dos avisos.
No gustó la fina estampa del tercero, que para colmo era de 'mírame y no me toques', por lo que apenas lo señalaron en el segundo puyazo. «¡Toro, toro!», coreaban en el 7. Más se mosquearon cuando Gómez del Pilar se dirigió a los medios montera mano. Zasca: brindis al cielo, brindis de luto como el crespón de su chaquetilla. En medio del insufrible vocerío –que si «el toro está muerto», que si «muérete tú», que si «cállate»– transcurrió la tercera estación.
Madrid
- Monumental de las Ventas. Domingo de Ramos, 2 de abril de 2023. Ocho mil espectadores. Toros de Pallarés (1º, 2º y 3º), Cuadri (4º, 5º y 6º) y Martín Lorca (1º bis), desiguales de presencia y mal juego, complicados.
- Esaú Fernández, de rioja y oro. Pinchazo y estocada defectuosa (silencio). En el cuarto, media atravesada y descabello (pitos).
- Adrián de Torres, de blanco y oro. Dos pinchazos, estocada desprendida y cuatro descabellos. Dos avisos (silencio). En el quinto, gran estocada (oreja).
- Gómez del Pilar, de gris perla y oro. Tres pinchazos, otro hondo y cuatro descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, dos pinchazos y estocada corta tendida (silencio).
En el umbral de las siete y media, cambió el hierro. Un cuadri de amplia y abierta cuerna sembró el revuelo cuando metió los riñones y derribó a Benedicto, que le zurró en el siguiente puyazo. Otro pedían, pero Mediador ya no quería más jaco. Pegando bocados llegó a la muleta de Esaú este toro imposible que se defendía por su bravura yerma. Hubo gente que aplaudió al animal. Sí, lo que leen. Cosas de Madrid.
Se desató la locura en el tercio de varas –ovación de gala a Sangüesa– al más bajito pero hondísimo sexto. Ahí quedó todo, con el reconocimiento a Gómez del Pilar por lucirlo.
El desafío ganadero acabó siendo un interminable desafío a la sangre desbravada, pues la poca que hubo se quedó en varas con el espejismo de la emoción de los cuadris. Ganaron los de Marcuello, que siguen en el campo rodeados del misterio de lo que pudo ser y no fue... Y venció un valiente llamado Adrián en su desafío a la propia muerte, a la que atravesó de un espadazo en todo lo alto.