Daniel Crespo y Sergio Rodríguez pasan a la gran final de la Copa Chenel, mientras que Álvaro Burdiel resulta cogido

En primer lugar lidió un adolfo sin cara ni humillación, que de salida se pegó una voltereta a cámara lenta. Llegó a la muleta reservón, sin un muletazo por la diestra. De uno en uno, logró robarle naturales buenos. Se vino abajo rápido, quedándose en un toro que manseaba. Muy por encima estuvo el sevillano, que, aunque se atascó con la espada, se tiró a matar muy bien.

El cierra plaza fue un Cuadri que no se comía a nadie, pese a lo mal que hicieron todo los subalternos. Muy firme estuvo Burdiel en el inicio de faena, dejando un bonito trincherazo, a la vez de poderoso. Este Trastero se aburrió pronto, y salía desentendido de algunos muletazos. Cuando se perfilaba con la espada, se le arrancó el animal, levantándole los pies del suelo, pasándole por encima (era un elefante de alto) y dándole, de remate, un pezuñazo en la cabeza. Muy mareado se lo llevaron al callejón, y, aunque no quería el sevillano, se lo tuvieron que llevar a la enfermería, muy dolorido.

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Abrió la tarde otro toro de Cuadri, mansote y soso que no tenía casi recorrido. Algún susto se llevó por ello Daniel Crespo, pero el noble toro nunca hizo por él. Consiguió alargar la corta embestida al natural, pero poca historia tuvo la faena. Menos aún el uso (o no uso) de la espada, desastrosa toda la tarde del gaditano, que tuvo de segundo toro del lote un adolfo noble y dulce, que embestía a cámara lenta y con humillación. Había que aprovechar las virtudes de este Malagueño, echando calidad a los muletazos, cosa que hizo Crespo, aunque le molestó el viento (y tal vez la banda, que desmereció la faena). Mostró su elegancia, aunque faltó cierta rotundidad que el toro permitía, y que un placeado Daniel habría sabido conseguir, y sabrá dar si le dan las oportunidades que se va ganando.

Muy generoso con sus dos oponentes fue Sergio Rodríguez, que puso dos veces a Mulillero al caballo, señalando en ambas ocasiones bien Adrián Majada. El de Adolfo humilló los primeros tercios. Y así llegó a la muleta, pero el problema era que topaba en el engaño al natural, era tardo y echaba miraditas al torero, yendo por él en alguna ocasión. El pitón menos malo era el derecho, pero no le daba dos embestidas iguales, tanto se le paraba a la mitad del muletazo, como tardaba en ir, mirando siempre primero a Rodríguez, que expuso mucho. El toro perdió las manos cuando le metía el estoque el abulense, cayéndole la espada baja. Intentó volver a perfilarse, pero el toro se echó.

Y tres veces colocó al quinto Sergio Rodríguez, luciendo al de Cuadri, que era un armario de alto. Tras un buen tercio de banderillas, se llevó cuanto antes el torero a los medios a Comercio, un toro de muy buena condición, con nobleza y trasmisión. Le pasó lo mismo que a su compañero: lo lució, estuvo bien con él, pero se nota que en algunos años, si los despachos y los toros le respetan, lo cuajaría más. Porque condiciones tiene, y muy buenas, este chaval, pero faltó redondear. Pese a eso, mostró sus buenas maneras, y cortó una oreja, aunque la espada volvió a caerle baja.