La apasionada entrega de Aarón Palacio abre la puerta grande de la Misericordia

La estocada, de premio, fue la rúbrica a una faena plena de buen gusto, de un variado comienzo con la muleta y de una intensa solvencia. El chaval de las Cinco Villas cuajó una tarde plena de buenos momentos, de valor, de un querer a veces acelerado por la prisa de salir triunfante. Una tarde de novillero en sazón, pero también de quien empieza con afán. Por eso llegaron feos revolcones de los que se levantó sin mirarse, todo en una actuación que fue siempre a más y que remató con el seriecito y buen sexto de la desigual novillada de Hermanos Sandoval.

No regateó esfuerzos ni con el segundo, que planteó más complicaciones, ni con el cuarto, al que cortó una oreja. Le faltaban dos para acabar en hombros, y se las arrancó al que cerró plaza.

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El mano a mano entre dos novilleros aragoneses llevó a abundante público a la plaza y los tendidos se manifestaron siempre con pasión por uno y otro. Los seguidores de Cristiano Torres y los de Aarón Palacio, muy definidos en la ubicación y en las reacciones a favor de uno y otro.

Y el otro fue Cristiano Torres, que derrochó valor. Se pasó a los novillos muy cerca, puso todo de su parte, y hasta pegó muletazos de excelente corte y mando. Le cortó una oreja al buen tercero y no volvió nunca la cara, pero le faltó ese momento de darle la vuelta a la tarde para que se le pusiera de cara.