El toro es nuestro rey

Hace años, la corrida de la Beneficencia tenía esa finalidad benéfica y los triunfadores de San Isidro consideraban un honor ser incluidos en ese cartel. Lo benéfico pasó a la historia; a las primeras figuras les cuesta muchísimo volver a Madrid, después de la Feria. La Beneficencia se convirtió en una corrida extraordinaria, a la que acude el Rey, con un gran cartel de toros y toreros, dentro de San Isidro.

El actual pliego decidió volver a lo anterior, a anunciar a los triunfadores, una vez concluida la Feria. Una idea bonita pero ingenua, irrealizable. Se buscó la salida de anunciar a tres diestros que habían abierto la Puerta Grande, aunque, por Castella, hubiera que anticipar la fecha prevista. No tiene explicación que, desde hace meses, no se hubiera contratado en firme, para esa tarde, una corrida completa de una de las mejores ganaderías. Resultado: un cartel de un atractivo relativo.

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A todo eso se añade la herida abierta hace una semana, por la polémica con Roca Rey. Al comienzo de la Beneficencia, se desplegaron en el 7 varias pancartas. Una de ellas jugaba con la ambigüedad de la presencia del monarca y el apellido del diestro peruano: 'El toro es nuestro rey'. ¿A alguien escandaliza eso? Mal aficionado será. Tiene toda la razón el 7 al proclamar que el toro es el fundamento de la Fiesta y lo que eso implica: exigir reses con casta, trapío y fuerza, dignas de Madrid. Una tarde más, alguno de los toros lidiados no lo han tenido y los pitos han sido muy justos. Se puede discutir la oportunidad, la falta de respeto y el exceso de algunas protestas pero su fondo está más que justificado. Sin la exigencia de este sector, el riesgo de que se lidien en Las Ventas reses que no reúnen condiciones y de que se aclamen y premien faenas populistas es evidente. Por antipático que todo esto resulte para algunos profesionales, ésta es la pura verdad: Madrid no debe convertirse en una plaza de pueblo, que acepta todo. La grandeza de Las Ventas va unida a su exigencia.