Silencio taurino
Vargas Llosa recuerda en su última novela tardes en la Plaza de Acho y la Maestranza, en las que el silencio ayuda a que surjan grandes faenas
Elogio del picador
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Iniciar sesiónLa última novela de Mario Vargas Llosa, 'Le dedico mi silencio', utiliza un tema taurino: el silencio de una Plaza, ante una faena extraordinaria.
Toño Azpilcueta, un crítico de música popular peruana, queda fascinado por un guitarrista, Lalo Molfino, y se dedica a ... perseguir su biografía. Cuando le oye tocar, la calidad de su interpretación hace que se produzca un silencio. Añade el narrador (en este caso, claramente, Vargas-Llosa, no el personaje de su obra): ''Un silencio taurino, como el de aquella tarde de domingo en la Plaza de Acho, cuando su padre lo había llevado a una corrida, la primera que vió en su vida». Toreaba el desigual diestro mexicano Luis Procuna, el protagonista de 'Torero', una de las mejores películas de tema taurino. Esa tarde, no compareció el miedoso sino el gran artista que a veces era.
La música de guitarra le ha hecho escuchar de nuevo «aquel silencio tan profundo, tan extático, de toda una plaza, que, sublimada y expectante, callaba, dejaba de respirar y de pensar, olvidada de todo lo que tenía en la cabeza, y suspensa, ebria, contagiada, inmóvil, veía el milagro que tenía lugar allá abajo… Volvía a sentirse como en esa tarde, embargado por un sentimiento casi religioso, raigal, primigenio».
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El escritor utiliza su imaginación pero lo hace a partir de lo que ha vivido. Al escribir estas frases, Vargas Llosa está recuperando lo que sintió, de adolescente, en la Plaza de Acho; también, lo que volvió a sentir, ya de mayor, en la Plaza de los toros sevillana, donde el silencio puede ser el cálido ambiente que ayuda a que nazca una gran faena.
Esta novela trata también de la «huachafería», una especie de sentimentalismo cursi peruano, que el autor contempla con ironía pero con evidente cariño. Como suele abusar de los diminutivos, pensó titularla «¿Un champancito, hermanito?» Quizá la editorial le convenció para que lo cambiara. Eligió el mismo que iba a usar Toño, para hablar del guitarrista. La música que nos emociona de verdad nace en el silencio; el arte del toreo, también. Más allá de la técnica y del valor, el diestro crea y nos transmite belleza. A esa «alegría para siempre» (Keats) que nos da el gran arte le ha dedicado Vargas Llosa su última novela, recordando sus tardes de emoción en Acho y en la Maestranza .
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