Feria de Abril
Aromas de veteranía en Sevilla
Ureña se queda al borde de un trofeo en una corrida sin grandes emociones
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Iniciar sesiónLa primera gran noticia: hace un sol radiante, dejamos en casa los chubasqueros, disfrutamos con el grato calor y el brillo de una tarde radiante.
Después de un cartel de primeras figuras, llega otro muy diferente, con tres diestros conocidos, que han superado, los ... tres, los cuarenta años.
Los toros de García Jiménez han dado en Sevilla tardes buenas (y también malas): esta tarde, flojean bastante pero son manejables. Los dos primeros tienen el mismo nombre, Carcelero: es el de un palo flamenco, cercano al martinete, quizá nacido en las cercanías del penal del Puerto, como dice su letra: «Mejor quisiera estar muerto / que preso, toda la vía / en este penal del Puerto, / Puerto de Santa María». En esta corrida, los dos toros de este nombre coinciden con el tono lastimero pero no con la belleza del cante.
Es una tarde de toros plácida, sin fuertes emociones: con estilos diferentes, los tres toreros nos ofrecen gratos momentos, aromas de torería. Menos me gusta que, a pesar de su experiencia, prolonguen demasiado sus faenas : aunque manejan bien la espada, suenan varios avisos y la corrida, como de costumbre, se alarga demasiado. Al final, casi en la prórroga (¿les suena?), Paco Ureña está al borde de conseguir el ansiado trofeo pero el presidente no lo concede.
Se estima en Sevilla el buen estilo clásico del riojano Diego Urdiales, al que también han venido a apoyar no pocos paisanos. El primer toro es incierto, algo brusco, y renquea. Urdiales se dobla bien y dibuja algunos naturales limpios, de buen trazo. (Alabo que remate las series por bajo: los pases de pecho no son obligatorios). El toro acaba huido a tablas, se alarga el trasteo pero mata bien, como suele. En el cuarto, dibuja un precioso quite por verónicas: naturales, suaves, sin exageraciones barrocas. (La naturalidad es una gran virtud, en el toreo y en la vida). El toro galopa con alegría en banderillas. Sin probaturas, Diego corre la mano por naturales. Todo el trasteo rezuma personalidad y torería , se aleja de muchas rutinas habituales. No es faena redonda pero sí para paladear - perdonen el tópico - como un buen vino de su tierra riojana. Prolonga el trasteo y vuelve a matar bien (aunque haya derrame: éste no es prueba segura de un bajonazo). Deja Diego su crédito intacto, en Sevilla.
Además de ser figura mediática, con las ventajas -para la taquilla- y los inconvenientes que eso pueda tener, Cayetano lleva una carrera taurina discontinua: empezó tarde, ha parado algunas veces. Recuerdo un triunfo suyo grande con los fuertes toros de Pamplona. Cuando hace falta, suele sacar un carácter luchador, heredado de su padre. Hace tiempo que no lo veía. Lancea, rodilla en tierra, al segundo... y el toro lo imita. Lo dejan sin picar. Comienza la faena con ayudados solemnes, con empaque , de raíz rondeña. Corre la mano con facilidad y cierto gusto. Entrando de lejos, muy rápido, con salto atlético, clava arriba. Algunos piden la oreja. Escucho: «¡Por lo menos, una!» Así estamos... El cuarto es dulce como su nombre, Caramelo; también, soso: no conozco caramelos picantes. Aunque el diestro lo anime con sus voces, se apaga, acaba en tablas. Al matar, se le va la mano. Lo he encontrado más puesto y seguro de lo que yo esperaba. (El gesto de arrojar lejos las zapatillas me parece muy poco estético).
Paco Ureña había quedado fuera de los carteles de esta Feria pero el grave percance de Emilio de Justo le ha permitido una merecida repesca. Creo que se siente injustamente valorado por algunas empresas. El 21 de mayo se va a encerrar con seis toros en Las Ventas, en un gesto arriesgado, que indica la necesidad que siente de mejorar su valoración. Esta tarde, se advierte claramente, en su resuelta actitud.
El tercero va de lejos al caballo pero, con el puyazo, se desinfla, como una gaseosa; también flaquea dos veces, en banderillas. Aplaudo la forma de citar clásica de Ureña, dando el pecho. El toro se mueve algo rebrincado, con cierta guasa. Paco no duda, en un trasteo emocionante. El toro le avisa varias veces y acaba volteándolo, como se veía venir. Está valiente de verdad, honrado a carta cabal. Entra a matar recto como una vela pero el toro tarda en caer (este Ateo es muy pertinaz), la faena ha sido larga y suenan dos avisos.
El último tiene nombre de brandy pero no llega a Espléndido. (No me gusta otro matador que arroja las zapatillas). Se mete Ureña en el terreno del toro, aguanta parones; a veces, algo forzado, por su evidente deseo de arrancar el triunfo. ¿Lo conseguirá, al final, como hizo casi milagrosamente el Real Madrid? El bondadoso público lo está deseando pero, aunque se vuelca al matar, el presidente no concede el trofeo.
La veteranía es un grado: hemos disfrutado con gratos sabores y aromas de Rioja, de Ronda y del valor murciano. Pero, si se cumple el tiempo previsto, el presidente está obligado a sacar el pañuelo de los avisos: tres diestros veteranos deben saberlo.
Posdata. En cualquier espectáculo en directo, la duración es un dato decisivo. Las corridas de toros actuales son, indiscutiblemente, demasiado largas: muy rara es la que dura menos de dos horas y media; muchas, se acercan a las tres horas; casi ninguna se queda en las dos horas que antes eran el límite habitual. Conclusión evidente: la emoción decae. En Sevilla, además, ese riesgo aumenta por la creencia, muy difundida, de que, en los toros, todo se ha de hacer muy despacito. Por supuesto que se debe torear despacio pero hay mil detalles del espectáculo que deberían aligerarse, sin tocar lo esencial del rito. A los presidentes les toca este difícil morlaco: ¿serán capaces de darle la lidia adecuada? Lo dudo.
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