LAS VENTAS

El día que Morante desveló los misterios del toreo a la verónica

El capote soñado, lance a lance, en una colección de fotos

El día que Morante desveló los misterios del toreo a la verónica iGNACIO gIL/BOTÁN

r. pérez

Y ahí estaba Morante de la Puebla, con el ambiente enrarecido tras una primera parte ruinosa. Hasta que salió el cuarto de Juan Pedro Domecq y en los mismísimos medios se durmió en el capote de Morante. ¿O fue el capote del torero el ... que se durmió? Quién sabe... Las 24.000 almas que poblaban la Monumental de Madrid se sumieron en un sueño. Un sueño real, aunque tan mágico a la par, que parecía imposible. Pero aquellas verónicas, tan soñadas desde que éramos niños, se hicieron de «carne y hueso» ese 21 de mayo de 2009. ¿De carne y hueso, dice usted? No, de alma.

Morante de la Puebla

Llegó el quite... Y ahí estaba Morante, el rapsoda de la Fiesta, capaz de recitar el toreo con versos torcidos, con renglones perfectos . El genio sembró de verónicas el ruedo, lances que recolectaban de los oles más hondos que se han oído en Las Ventas en el siglo XXI, tan desgarrados y dolientes como su bautismo. No podía tener otro nombre la madre del toreo de capa, que cuentan tiene su origen en esa forma de presentar el trapo ante la cara del toro, al modo de la Verónica que enseñaba el lienzo con las facciones de Cristo tras enjugarse el sudor y la sangre. «Reliquias vera icon», que no parecían hechas por la mano del hombre...

José Antonio Morante

De frente, como se mostraba el paño santo, se inició este lance. Pepe-Hillo lo definía de esta forma en su «Tauromaquia» : «Llámese verónica a aquella suerte que el diestro ejecuta situándose con la capa rigurosamente enfrente del toro». Prácticamente la misma teoría tenía Montes: «Sitúase el diestro enfrente del toro, de tal modo que sus pies estén mirando hacia las manos de éste, y a una distancia proporcionada según sus piernas». Todo ello, siempre en función de la condición de los toros, con matices varios que merecen capítulo aparte.

En la «Tauromaquia» de Guerrita se cambian las tornas: «Se coloca el torero de costado, en la rectitud del toro y a la distancia que le indiquen las facultades de su adversario...»

La media de Morante

En esta línea, habla el Cossío del cambio de los gustos del público -«ver pasar al toro lo más cerca posible del torero»- y de «revolución»: «La suerte reducía así todas sus dificultades, ya que no era preciso desplazar al toro de su terreno, y a poco que se cargaba el lance quedaba a salvo el cuerpo». En esta evolución destaca el citado diccionario la explosión de la verónica de mano baja y a dos genios: Gitanillo de Triana y Victoriano de la Serna.

Morante, por chicuelinas

De manos majestuosas fue aquella tarde de misterioso capote, que Zabala de la Serna tituló en ABC: «Y Morante despertó al dios de la verónica». El artista sevillano también cinceló, paso a paso, temple a temple, un monumento a Chicuelo, con el remate de una media que no fue una media cualquiera, sino de las más emotivas (así, a la mexicana) que se recuerdan en este siglo XXI. Y otra más, con esa herencia de Belmonte , con esa chispa trianera del torero al que dolía ver torear. De dos toreros que duelen.

Morante, con la mirada nublada de lágrimas, al recibir la oreja de manos del alguacilillo

La faena de muleta fue de detalle tras detalle , de torería tras torería, desde los muletazos de mentón hundido al kikirikí. Mató de pinchazo y estocada. De tacabo y oro y con una oreja que supo a poco (¡qué más daba!), recorrió el anillo entre una lluvia de cristal. Roto por dentro, quebrado el cuerpo y el alma de tan desnudos lances, Morante derramaba lágrimas tras el «sagrado» culto a la VERÓNICA. Acababa de desvelar sus misterios: vida, pasión y muerte.

El día que Morante desveló los misterios del toreo a la verónica

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