La fiesta pirotécnica de El Fandi
Sale a hombros con un petardo de corrida de Las Ramblas, en la que solo se salvó «Sartén»
La fiesta pirotécnica de El Fandi
Llegó con todo s u arsenal en el fundón . Mucha pólvora para sembrar una explosión de algarabía en la fiesta grande de San Juan. El Fandi prendió la mecha desde su saludo con dos largas de rodillas y el fuego no paró hasta la muerte ... del quinto, con el público rendido a su toreo pirotécnico. Ardían las palmas como la cremà que se quemó unas horas después. Cualquiera que paseara por el coso de la Plaza de España pensaría si había resucitado el mismísimo Manolete ante los gritos de «¡torero, torero!»
Aquello era producto de la pasión desatada por el granadino, que dio especial juego en banderillas con un toro portador de un tranco extraordinario, el mejor de Las Ramblas, un petardo de corrida, fea, rácana de casta y deslucida. Salvo este tercero, estupendo para bordarlo.
Decíamos que Fandila habría provocado el entusiasmo, acrecentado cuando se postró de hinojos en el prólogo, epilogado con dos pases de pecho hasta la hombrera contraria, lo más sabroso de su actuación. Ofreció distancias a «Sartén» y cogió la muleta por el mango en derechazos con mayor reposo de lo habitual. ¡Cómo era el ejemplar con bautismo de utensilio de cocina! Para rebozarse y crear un jugoso plato, aunque hubo demasiado pase a la plancha, vuelta y vuelta, pese a la búsqueda de la templanza. Faltaban alma y sal, rociadas cuando recurrió a los muletazos rodilla en tierra, el abaniqueo y el desplante. "Sartén" aunaba nobleza y humillador son, un ritmo enclasado para recrearse a fuego lento y ponerse el gorro de chef Michelín, y no el de comida precocinada. Eso sí, Fandila puso toda su carne en el asador hasta la coronación con el espadazo y el personal pidió con énfasis las dos orejas, aunque el usía se puso severo y le otorgó una sola en medio de la bronca.
Para evitar más pitadas, el presidente enseñó el doble moquero en el quinto, que fue harina de otro costal y con el que David el granadino dio todo y más. De nuevo recurrió a la larga cambiada y formó un auténtico alboroto en los rehiletes. Aunque no fue precisamente su mejor tercio, al personal le maravilló y pidió un cuarto par, que colocó adornándose con un sombrero mexicano. Otra vez las dos rodillas por tierra en un principio que provocó furor con un toro de justísima raza, pero manejable y que se dejaba hacer.
El Fandi trazó series por ambos lados, con unos naturales de más ajuste entre hombre y animal. Todo en medio del delirio, que se agigantó con un desplante a cuerpo limpio con el blanco terno sobre la tierra.
El primer toro, de escasa fortaleza, apenas podía con su alma. Necesitaba un sanador de fuerzas. No pudo tener mejor doctor: Enrique Ponce, que le aplicó la receta de la media altura en tandas diestras de suave tacto. Unos molinetes como vitamina para el ánimo.
Y cambio al otro pitón. De uno en uno volaron los naturales y eterno recorrió el lomo con el pase de pecho. Cuando regresó a la partitura de la derecha se auparon en redondo las palmas, donde el maestro esconde parte de la esencia de su toreo, como los clásicos. Torero broche a una faena que solo estaba al alcance de un grande como Ponce, capaz de hacer faena a un toro, a un tigre o a un elefante. La efectiva estocada coloreó de blanco los tendidos, que asistieron entusiasmados a la vuelta al ruedo. La oreja se la rifaron luego en el "3". Chicos y mayores querían foto con la peluda.
El cuarto no valía medio pimiento. Manso y justo de fuerzas, iba y venía a la llamada del valenciano, pero andarín y sin estilo. Un animal tan asqueroso no merecía la táctica elegante de Ponce, que lo cazó con habilidad y recibió una cálida ovación.
Miguel Ángel Perera, imparable desde su doble Puerta Grande en San Isidro, pisaba Alicante con la misma ganadería que hace un largo lustro le propinó un severo percance en esta plaza. Vaya asco de lote le tocó, con peligro sordo. No transmitía buena onda su desagradable primero, que no era precisamente el paradigma de la belleza por fuera y tampoco por dentro.
El matador lo intentó con su inmarchitable firmeza, en las rayas frente al "2" y en chiqueros, donde se piró el manso "Tejedor". Ahí le dio matarile a la segunda. El sexto era una prenda que soltaba la cara desde que apareció por toriles. Allá se quiso también ir cuando el de Puebla del Prior arrancó con un estoico pase del péndulo. Volvió Perera a sacarlo a los medios y se volcó con entrega por ambos pitones. No era merecedor de ella "Bienvenido", que despidió la feria y la tarde en la que Fandila puso la pirotecnia y Las Ramblas pegó el petardo.
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