'Hedda Gabler': el laberinto del malestar
Crítica de teatro
Àlex Rigola nos habla tanto del enigma de cada una de estas tragedias interiores como del enigma de las relaciones que se establecen con los otros y crea un laberinto de amores, traiciones, mentiras, máscaras, manipulaciones, búsquedas de la felicidad y un profundo malestar
Àlex Rigola busca la verdad escénica en 'Hedda Gabler'
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'Hedda Gabler'
- Dramaturgia y dirección Àlex Rigola, a partir del texto de Henrik Ibsen.
- Caja escénica Max Glaenzel.
- Intérpretes Nausicaa Bonnín, Miranda Gas, Pol López, Marc Rodríguez y Joan Solé.
- Lugar Teatro Valle-Inclán, Madrid
Lo primero que sobresale en la 'Hedda Gabler' que ha adaptado Àlex Rigola es la hipnótica, eficaz y seductora interpretación que llevan a cabo Nausicaa Bonnín, Miranda Gas, Pol López, Marc Rodríguez y Joan Solé. En una caja de madera de 9x7 ... metros, ideada como un espacio donde se van a poner a prueba un conflicto de intimidades, ellos son capaces de ajustar cuentas con cada uno de sus personajes, poner naturalidad e intensidad a ese juego entre el yo aparentemente real (los nombres de la obra de Ibsen son sustituidos por los nombres de cada uno de los actores) y los yos ficticios. Un juego, por tanto, que pretende construir una realidad cotidiana, actual, pero que lo que consigue es acentuar su nivel enigmático, como señaló Borges que era uno de los planos más logrados de la obra.
Àlex Rigola nos habla tanto del enigma de cada una de estas tragedias interiores como del enigma de las relaciones que se establecen con los otros y crea un laberinto de amores, traiciones, mentiras, máscaras, manipulaciones, búsquedas de la felicidad y un profundo malestar. Todo está presidido por un principio de incertidumbre vital, como si vivir fuera pisar constantemente las arenas movedizas de quienes somos y de los secretos que esconden las personas con las que nos relacionamos.
Nausicaa o Hedda es algo más que una histérica, que un ave de presa que intenta combatir su hastío devorando la vida de los otros, es una Furia nihilista que desgarra las entrañas y tira los restos a los contenedores de nuestras basuras contemporáneas porque para ella cada emoción es una víscera inservible. Sus acciones son ciegas, mecánicas, sin una moral que las detenga, gozando de ese torbellino de destrucción que desata tanto en el pobre Joan (con el que vive una aburrida historia de amor y su aspiración a una pobre plaza de profesor universitario), como en los amores que tuvo con Pol o con Marc y que siguen estando ahí, con toda su carga obsesiva y traumática, a pesar del éxito como escritor del primero, o en ser el que atesora la llave del destino profesional de Joan del segundo.
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El 23-F como problema
Diego Doncel
La reescritura a la que Àlex Rigola somete el texto de Ibsen puede parecer a primera vista empobrecedora. Es cierto que no deslumbra desde el punto de vista literario.
Pero a poco que reparemos en ella nos damos cuenta que lo que pretende crear esa una atmósfera devastadora, ese agujero negro puesto al servicio de una trama y del infierno que cada uno de estos personajes lleva dentro. Rigola sacrifica el alto vuelo literario de Ibsen por una ofrenda al espectador: el alma de estos personajes en toda su fragilidad, en su enredo vital, en su pérdida. Por eso esta Hedda Gabler deslumbra, emociona y sabe mostrar las discordias que cualquiera de nosotros tiene con lo real.
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