'La gavina': Reflejarnos en el lago de Chéjov
Crítica de teatro
Julio Manrique ha conservado el extracto seco del drama chejoviano y nos lo sirve con ropajes del siglo XXI
«El escenario es para mí un espacio seguro y se me olvida que no veo»
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'La gavina'
- Autor Anton Chéjov
- Adaptación Marc Artigayu, Cristina Genebat y Julio Manrique
- Dirección Julio Manrique
- Escenografía Lluc Castells
- Vestuario Alejandro Andújar
- Iluminación Jaume Ventura
- Video Francesc Isern
- Intérpretes Daniela Brown, Nil Cardoner, Adeline Flaun, Cristina Genebat, Clara de Ramon, Xavier Ricart, David Selvas, Andrew Tarbet, David Verdaguer
- Lugar Teatre Lliure, Barcelona
El móvil de las obras de Chéjov son las ilusiones perdidas. La insatisfacción de no haber culminado aquello en lo que se creía. Cómo la procesión de los días conduce al acabamiento. La gaviota atropellada que deja de volar y acaba disecada en un ... rincón de la casa.
Julio Manrique ha conservado el extracto seco del drama chejoviano y nos lo sirve con ropajes del siglo XXI. Sus personajes comparecen una vez más ante nosotros con la actualización de las pantallas de ordenador, los coches y el teléfono móvil. La actriz Irina, que otea el declive de su carrera teatral (convincente Cristina Genebat); su hijo Konstantin, artista incomprendido que encarna (con histrionismo y vocalización mejorable) Nil Cardoner; Nina, la muchacha que sueña con ser actriz y conoce las hieles del amor (conmovedora Daniela Brown); Boris (ambiguo David Verdaguer), el exitoso escritor (un decepcionado algo cínico) y pareja de Irina que motiva las desgracias de Konstantin y Nina; las insatisfechas Polina (Adeline Flaun) y una Maixa que ahora fuma porros (Clara de Ramon); Sorin, que intenta disfrutar del tiempo que le queda después de tres décadas de vida profesional inane (David Selvas); el doctor Dorn, que interpreta Andrew Tarbet con escepticismo anglosajón…
Todos contemplan el lago mágico que puede ser relajante e invitar a la caña de pescar o convertirse en el habitáculo de un suicidio. El lago y la gaviota, los símbolos de Chéjov, siguen ahí. Con unos personajes a los que Manrique ha puesto teléfono móvil y algunas 'actualizaciones' que, para quienes conozcan el texto de Chéjov, pueden sonar excéntricas. Lo que sí suena en esta gaviota siglo XXI, con la esquemática escenografía de Lluc Castells, la declinante iluminación de Jaume Ventura y los impactantes videos de Francesc Isern es «la vida tal como es». Ese es el móvil dramático del autor ruso que Stanislavski supo captar cuando tras el desastroso estreno de 1896 consiguió, dos años después, que 'La gaviota' alzara el vuelo del éxito. Lo más decisivo de la pieza chejoviana es que nos identifiquemos con alguno de esos personajes que trasmiten ilusiones perdidas. Reflejarnos en el lago. Eso es lo que importa y Manrique lo consigue.
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