Vivir la barbarie
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Iniciar sesiónHelena Pimenta lleva al escenario la primera versión dramática de 'Los pazos de Ulloa', de doña Emilia Pardo Bazán, quitándole toda la herrumbre que le atribuyó el gran Francisco Umbral. En efecto, para Umbral, la Pardo Bazán, más allá de su feminismo y sus líos ... sentimentales, era una autora necrosada, es decir, que el tejido naturalista de sus novelas murió en el siglo XIX sin ninguna posibilidad de resurrección o de relevancia para el mundo de hoy.
Pimenta construye, por el contrario, a partir de este drama rural, una reflexión muy actual sobre la violencia familiar como reflejo de la violencia social, sobre la dominación y sobre los abismos de las pasiones. La escenografía nos muestra simbólicamente una puerta, una cama, una mesa, un espejo, es decir, la casa y las tierras de Ulloa donde parece detenida la sombra de Caín, y un puñado de personajes (don Pedro, Primitivo, Sabela, Julián, Nucha…) abocados a ser víctimas del conflicto entre el orden y el caos, entre el bien y el mal. Todo está moralmente corrompido en tanto todo está sometido a esa fuerza ciega de la crueldad y la barbarie, del poder, del dinero y de los deseos. Un mundo duro donde el amor es reducido a un espasmo carnal, donde la pureza es solo la superstición de los débiles.
Con una adaptación llena de eficacia dramática, la obra no pierde interés en ningún momento, ni se atasca en ese cierto mecanicismo naturalista de la novela. El cura Julián revive y nos cuenta el infierno de Ulloa que conoció cuando fue allí de capellán y cómo todos sus intentos por crear un cierta moralidad se vieron abocados al destierro y a la muerte. El eje del mal, formado por Primitivo y don Pedro, marqués de Ulloa, es una cosa pueblerina y de leyenda negra gallega, una cosa de escopeta de perdigones, músculos y una red sexual tendida a través de Sabel, a la que su padre Primitivo pone en la cama de don Pedro para mantenerlo dominado. Pardo Bazán, nuestra Zola de la calle Princesa, y Helena Pimenta, una de nuestra mejores directoras teatrales, nos hacen ver aquí que no se trata solo de construir una visión filosófica de la realidad, sino también social e ideológica. Por ejemplo la visión cosificada que se tiene de la mujer y la visión corrupta que se tiene de la práctica política. No solo estamos ante una exploración de psicologías, de un debate entre moralidad e inmoralidad sino ante una reflexión de carácter político sobre el papel del hombre y de la mujer en la sociedad, sobre cómo ejercemos el poder sobre los otros y cómo las ideologías son fruto también de un determinismo cultural.
'Los Pazos de Ulloa' es un espectáculo ágil y profundo, de gran factura dramática. un homenaje muy oportuno a Pardo Bazán ahora que se conmemora el centenario de su muerte.
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