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Alondra de la Parra: «Vivo mi profesión como músico, no como mujer»

La directora mexicana actúa hoy en el Auditorio Nacional junto a Michel Camilo y la Orquesta Nacional de España

Alondra de la Parra Isabel Permuy
Julio Bravo

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«Como directora, es un tiro». Lo dice con admiración un músico de la Orquesta Nacional de España al término de un ensayo. Se refiere a Alondra de la Parra (1980), la directora mexicana, aunque nacida en Nueva York, que ofrece hoy un concierto dedicado a la música latina y el cine junto a la ONE y al pianista Michel Camilo. Tenía tan solo 23 años cuando fundó una orquesta, la Filarmónica de las Américas, en Nueva York y se convirtió en la primera mujer que dirigía a una formación sinfónica en la ciudad. Trabaja regularmente con orquestas de primera fila como la Orchestre de Paris o la Filarmónica de Londres. El concierto de hoy supone el debut en España de una mujer que ha alcanzado un inusual estatus dentro del mundo –eminentemente masculino– de la dirección de orquesta.

Hoy dirige un programa de música mayoritariamente latinoamericana. ¿Se siente usted, como mexicana, en la obligación de difundir este repertorio? ¿Es una responsabilidad más que un placer?

Claro, siempre la he sentido. Por eso fundé la Orquesta de las Américas en 2004, cuando tenía 23 años, porque yo quería darle un lugar a este repertorio y darlo más a conocer. Mi meta siempre ha sido, y es, que la música de las Américas, de todo el Continente, pertenezca al repertorio estándar de todas las orquestas del mundo. Que entre siempre en el menú de opciones para programar.

¿Pero cuesta?

Ha costado, sí. Pero estamos mucho mejor que hace quince años. Aunque queda mucho trabajo por hacer.

Dice que fundó la orquesta con 23 años. Para un director de orquesta ya es casi una osadía, pero parece que lo es aun más por el hecho de ser mujer; no por su parte, sino por el entorno.

Lo difícil con las preguntas de género es que siento que se las deberían hacer a las personas que me dan o no me dan las oportunidades y a los músicos a los que dirijo. Yo únicamente hago mi trabajo, trato de hacerlo lo mejor posible. Es un trabajo sumamente difícil, pero yo no tengo que ver con eso. Habría que preguntar a los músicos si una mujer y un hombre son diferentes dirigiendo. Yo no lo sé. Siempre me preguntan cuestiones así, lo entiendo y lo respeto, pero me cuesta mucho responder. No encuentro respuestas ya para esas preguntas. Yo lo vivo como músico, no como hombre o mujer. No importa lo que soy. Además, todos los seres humanos tenemos una parte femenina y una parte masculina. Todos tenemos experiencias distintas. Y eso es lo que nos distingue como personas, no ser hombre o mujer. ¿Quién no tiene un gran amigo, y no depende de que sea hombre o mujer? Solo ves a la persona. Ser una u otra cosa no importa.

¿Pero usted ha sentido más piedras en el camino por el hecho de ser mujer?

Sí, claro, sin duda. Quedan muchas cosas por arreglar. Pero sí le puedo decir que quienes no entienden todo lo que le he dicho o los que actúan de manera diferente con las mujeres son un porcentaje pequeñísimo con respecto al resto de personas que dan oportunidades, que escuchan. Y eso es buena noticia.

¿Y se siente intimidada por el hecho de ser mujer y joven al frente de una orquesta?

No, nunca me he sentido intimidada. Sí te enfrentas a veces con cierta humildad. Yo sé lo que sé, no puedo pretender saber más, no puedo pretender haber vivido más o ser alguien que no soy. Eso sí. Pero te esfuerzas al máximo, a veces funciona y otras no es suficiente, pero eso es la vida. Lo único que uno puede hacer es seguir creciendo y aprendiendo. De todos modos, yo no me siento un director joven ya; tengo 38 años... No soy joven. Y noto que cuantos más años pasan, cuanto más vivo, cuando más dirijo, todo se pone mejor. Crecer y envejecer con la música es divertido, porque cada vez es mejor; uno entiende más, o es más hábil. Ha aprendido de las experiencias...

Volviendo a la música, ¿cómo está el panorama musical en Iberoamérica? Tengo la sensación de que si no hay más orquestas, sí tienen mayor repercusión. El caso de Venezuela puede haber sido un revulsivo.

Sí, por supuesto. Es así. Pero todavía me parece muy pequeño el espacio que tenemos en el mundo, en comparación con lo bueno que puede ser para el planeta tener las orquestas cerca. Deberíamos estar en la vida de todos. La música es una medicina para el alma, una fuente de paz, de inspiración, de ensoñación, de abstracción... De tantos valores... De estar juntos con otros seres humanos en algo parecido a un ritual. La orquesta es la unión de los seres humanos para hacer algo hermoso que se regala a otros seres humanos, donde desaparecen todas las diferencias, todas las opiniones. En la orquesta la música, el sonido, lo producen seres humanos con su aliento, con sus brazos, con sus músculos, con sus ojos... Y los instrumentos, claro. Pero no hay cables, no hay ordenadores. Es humano al cien por cien, y como humano es algo vulnerable. Ningún otro arte es así.

¿Cómo se crea una orquesta?

Hoy no lo haría; esa es una de las cosas a las que te atreves cuando eres joven. No conoces el miedo ni sabes lo difícil que es y la energía que requiere. De todos modos, yo no pensé fundar una orquesta. Me encargaron que dirigiera un concierto y tuve que conseguir los músicos, el dinero, elaborar el programa... Y al final la gente estaba tan contenta que nos preguntaron por el siguiente concierto. Ahí es donde pensé que habíamos creado algo bueno. Y emprendimos la labor titánica de establecerla como una fundación sin ánimo de lucro, crear un patronato, recaudar dinero, conseguir una oficina, producir conciertos. Lo tuve que hacer todo. Fue una escuela increíble

¿Qué ha aprendido Alondra, el ser humano, de Alondra de la Parra, la directora de orquesta?

Muchísimo. Mi trabajo, sin darme cuenta, me da herramientas increíbles para la vida. ¡Pues claro! Porque estás trabajando con psicología humana, con comportamientos humanos. Y al mismo tiempo la experiencia vital me ayuda en mi trabajo. Ser madre, por ejemplo. Yo soy un director muy distinto al que era antes de dar a luz a mis hijos. Y puedo «leer» al grupo, sentir el ritmo del ensayo –cuándo están cansados, cuándo no– mucho más agudamente ahora que soy madre. Me gusta darme cuenta cuántas más cosas puedo lograr musicalmente. Por eso los directores de orquesta son más interesantes cuanto mayores son. Eso es un hecho.

Aunque decaigan físicamente...

Esa es la vida. Tenemos estas dos direcciones opuestas; la mente, la conciencia, la madurez, el conocimiento, van creciendo, y cuando más estás entendiendo y más estás logrando ver tu cuerpo está yendo en dirección contraria. Es la gran paradoja de la existencia humana. Y yo siento que a mis 38 años estoy en esa encrucijada en que va a empezar a decaer el cuerpo hola mente está subiendo. Lo he pensado mucho últimamente, porque noto que físicamente ya no soy la misma; ya voy para abajo, aunque sigo joven; y al tiempo mi mente está mucho mejor que hace diez años: veo con más claridad, no me enojo por las cosas por las que me enojaba, tengo mucha más paciencia.

¿Y se cuida mucho físicamente?

Hago ejercicio y como muy sano, eso sí. Y además mis hijos me mantienen en forma.

Supongo que ser madre es complicado con una carrera como la suya, con viajes constantes.

Es difícil compatibilizarlo, sí. Pero de momento nunca los dejo, siempre viajan conmigo y los llevo a los ensayos, porque todavía son chiquitos. Es agotador, eso sí, te exigen el ciento por ciento, pero al mismo tiempo ellos son mi carga de energía y me mantienen muy concentrada. Pero la gente quizá no sabe que un director de orquesta no tiene que trabajar todos los días. Durante las dos últimas dos semanas antes de venir a Madrid no tuve otra ocupación que mis hijos. Hablo con amigas mías con hijos que tienen trabajos fijos y ellas tienen mucha menos oportunidad de verlos y de estar con ellos que yo.

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