Juan Diego Botto triunfa en una estridente y gris gala de los premios Max

Jimmy Barnatán fue el chillón y estrafalario maestro de ceremonias, abrió la velada en la que su personaje copó todo el protagonismo.

La edición de este año ha traído un cambio en el reglamento y en el sistema de elección de las candidaturas. Y también querían sus responsables que la ceremonia de entrega de galardones fuera diferente. Lo consiguieron. La gala estaba planteada por su director, Mariano de Paco, como un cabaret «moderno y provocador» (en palabras de Antonio Onetti, director de la Fundación SGAE); pero, a la postre, resultó una impertinente, tediosa y obstinadamente estridente ceremonia, por momentos difícilmente soportable, que La 2 retransmitió en directo y en la que Miguel Ángel Recio, director general del INAEM, fue el representante del Ministerio de Cultura.

Por lo que respecta a los premios, «Un trozo invisible de este mundo, la conmovedora función escrita por Juan Diego Botto, se llevó cuatro galardones: el de mejor espectáculo de teatro; mejor actor , mejor autor revelación (ambos premios para Botto) y mejor diseño de iluminación (Valentín Álvarez).

El Teatro Central de Sevilla y María de Ávila , la maestra de danza recientemente fallecida, recibieron los premios especiales en una velada que apenas tuvo insinuaciones reivindicativas (casi todas a cargo de Juan Diego Botto, y ninguna combativa).

«Barcelona», un espectáculo del Teatre Nacional de Cataluña, se llevó dos galardones: mejor actriz , para Emma Vilarasau; y mejor autor, para Pere Riera. «Forests», una coproducción hispano-británica dirigida por Calixto Bieito, consiguió otros dos premios: mejor escenografía, para Rebecca Ringst, y mejor música para espectáculo escénico, para Maika Makovski. Y «Lo Real / Le Réel / The Real», la coreografía encargada por Gerard Mortier a Israel Galván, se fue a casa con tres manzanas: mejor espectáculo de danza, mejor coreografía y mejor intérprete masculino de danza.

La compañía Tantakka, la bailaora Eva Yerbabuena, la actriz Emma Vilarasau, el director Carles Alfaro y la figurinista María Araújo fueron otros de los nombres propios en una gala que no pasará a la historia (si lo hace, no será para bien) de los premios Max, y cuya mayor virtud fue la brevedad (apenas llegó a las dos horas).