Sílvia Pérez Cruz, el verano sin «tabernas»
el peor verano de mi vida
Lo que nos faltó en 2020 fue tener donde abrazarnos y compartir con los demás. Ahora que ya se puede, la cantante va a compartir muchísimo en las próximas semanas
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Barcelona
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Iniciar sesiónMe dice Sílvia Pérez Cruz que escoger un mal verano en la vida de alguien, o simplemente un mal día, es difícil. No porque no lo haya, claro. Justo al revés: haberlos haylos. El problema es que, al ir a buscarlos, sabemos que ... encontraremos algo que «tendrá que ver con un dolor físico, o un dolor emocional, o seguramente con la muerte de alguien cercano». En su caso, la pérdida y los dolores la llevan a pensar en al verano de 2020, cuando todavía andábamos medio noqueados por la pandemia. En aquellos meses «había mucha tensión, y recuerdo momentos muy bonitos, pero también… alguna muerte difícil de digerir, sin rituales de despedida ni abrazos».
Le pregunto si la pandemia la afectó mucho a nivel laboral y me responde que no: «Me fui adaptando, porque yo mientras me sienta creativa, estoy tranquila». Pero a nivel emocional «fue complicado». Noto que titubea, y me doy cuenta de que a ella no le apetece mucho hablar de esos meses. En realidad, tampoco el entrevistador está con ánimos para volver a según qué barrizal, de modo que nos agarramos a lo primero que encontramos para salir del charco. El 'Pequeño vals vienés', con Lorca, Cohen y Enrique Morente viene en nuestro auxilio.
¿Qué es eso de sentirse creativa —le pregunto—, por ejemplo, coger una canción tradicional o de otro autor y darle una vuelta para apropiársela? «Es difícil explicarlo, y entenderlo si no lo has experimentado», se arranca, ya en un plano diferente. «Hay canciones que disfrutas mucho al escucharlas, pero que sientes que no tienes nada más que decir». En cambio, hay otras… «por ejemplo, el 'Pequeño vals vienés': escuché la versión en Enrique Morente en un viaje en coche a Portugal, donde iba a visitar a mi hermana». Por sugerencia de su mánager, iba escuchando el disco 'Omega' de Morente, que incluye esa increíble versión de la canción de Cohen sobre un poema de Lorca. «De pronto sonó y me partió por la mitad», relata.
«En momentos así, siento que el cuerpo me lo pide, la quiero cantar, es un belleza no solo para escucharla, sino también estoy sintiendo que mi voz y mi cuerpo vibran con ella». Cuando se lo propuso al guitarrista Raül Fernández, le hizo notar que ya había muchas versiones grabadas, pero en esas ocasiones, Pérez Cruz no tiene «un pensamiento comercial, sino un pensamiento de necesidad». Como quien tiene hambre después de días sin comer.
Del tarareo en aquél coche camino de Alentejo salió una versión del 'Pequeño vals vienés' que no es ni la de Cohen ni la de Morente ni la de nadie más que Sílvia Pérez Cruz y Raül Fernández, un fruto de esa creatividad que ella mencionaba. Como tantas de sus canciones. «Creo que esa parte creativa es el resultado de una educación en que me dieron mucha libertad para trabajar con la imaginación», que la ha dotado de «muchos recursos para expresarme, cosa que es muy fuerte, muy sana, y que hace que las emociones que te quedan dentro las puedas volver del revés y sacarlas fuera de una forma artística».
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La base para ser libre la encuentra a menudo en la música popular, en el folklore: «Es música que sobrevive al tiempo, y tiene una estructura tan bien hecha que te permite construir lo que quieras, porque sabes que con esos cimientos no se va a caer». El contacto con esas músicas de raíz tradicional lo lleva en los genes. Su padre, Cástor Pérez, «trabajaba en una fábrica, pero escribía arreglos y los viernes tenía un grupo con el que se encontraban y daban conciertos», rememora. Iban a «esas tabernas que tiene Calella y ahí cantaban las alegrías y las penas; reían y lloraban; bebían, brindaban y comían». Durante 22 años, él fue a La Habana asíduamente para investigar y recuperar canciones. «Era su pasión». De ahí que en uno de sus discos, la hija grabara 'Vestida de nit', una habanera compuesta por su padre con letra de su madre. Belleza en estado puro.
Aquellos escenarios de su padre están presentes en su música: «Me gusta ese ambiente del cantar de taberna, de estar cerca de la gente». Es eso, quizás, lo que une al flamenco de Morente, a las habaneras y a Sílvia Pérez Cruz, «mirarse a los ojos y darle importancia a la música y a la manera de compartirla». Sin darnos cuenta, hemos vuelto al inicio de la conversación y convenimos que justamente lo que nos faltó en el verano de 2020 fue tener nuestras «tabernas» donde abrazarnos y compartir con los demás. Ahora que ya se puede, la cantante va a compartir muchísimo en las próximas semanas.
«Me gusta ese ambiente del cantar de taberna, de estar cerca de la gente«
Está de gira con su último disco, 'Tota la vida, un dia', una suite en cinco movimientos que recorren las etapas de la vida de cualquier persona. Lo entona junto a un grupo de colegas con los que se van intercambiando los instrumentos, jugando con timbres y sonoridades. Quizás se cuele por los pentagramas algún vals de muerte y de coñac, de los que se oyen en este mundo de añoranza, amor y calma, perfumado de luna, fuego y ron. Porque, no lo olvidemos, aquí lo que necesitamos son «tabernas».
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