Gustavo Santaolalla y la salvación de los sonidos perdidos del mundo
El compositor ganador de dos Oscar colabora con un proyecto de la Escuela TAI para recuperar y dar nueva vida a instrumentos en peligro de extinción
Gustavo Santaolalla: «No hay nada más horrendo que un niño cantando tango»
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Iniciar sesión«Se puede poner una calabaza debajo», le señalan al eminente compositor argentino Gustavo Santaolalla, que raudo contesta: «Ah, para que sirva de caja de resonancia». «E incluso se pueden meter dentro unas semillas», añaden. Raro, ¿eh? Estamos en la clase magistral que ... ha impartido este ganador de dos Oscar a la mejor banda sonora ('Brokeback Mountain' y 'Babel') sobre el proyecto 'Inteligencia musical', de la Escuela Universitaria de Artes TAI, con el que se quiere recuperar y dar nueva vida a instrumentos y sonidos perdidos a través de la tecnología. Y Santaolalla juega y juega con ellos, como el niño que nunca se marchó.
Con camisa larga sobre camiseta con colgantes, las New Balance, su sempiterna barbaza y unas trenzas, el artista de El Palomar soporta como nadie el calor mientras pregunta con una especie de ukelele entre las manos: «¿Esto qué afinación tiene?». «Es que la cambié y no me acuerdo», le responde uno de los alumnos sobre su creación original, una de varias, enriquecidas con sonidos e instrumentos en riesgo de extinción. Un estilo amigado con el del propio Santaolalla, que con su uso del roncoco boliviano para el videojuego 'The Last of Us' se ha convertido en una celebridad para la chavalada de todo el globo. El viejo lobo místico aúlla más alto que nunca, de hecho.
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Una ocarina jaguar de los mayas, la vasija silbadora búho de agua utilizada por los nazca, vicus y mochica; la flauta sin agujeros pincullo de los indígenas amazónicos, el krin también conocido como el 'primer teléfono' o el rabel, un violín de los pastores trashumantes de España forman parte de la colección de artículos mágicos. Y Santaolalla feliz, claro. «La guitarra de caños es increíble… Yo uso mucho tubos de PVC de construcción. Saco de ellos tres o cuatro notas muy graves», revela este compositor ubicado desde hace décadas en Los Ángeles que dice no representar al 'establishment' de Hollywood y al que tampoco le gusta verse sólo como creador de bandas sonoras. «Toco mis canciones, produzco a bandas como Café Tacvba, Molotov, Juanes, Julieta Venegas… Me considero un artista».
Proveniente del rock setentero con su grupo Arco Iris, que amalgamaba con folclore tradicional latinoamericano y el yoga, Santaolalla cree que la música es «un don que se me ha dado y que he intentado preservar su pureza porque vivimos en una sociedad de consumo. El don lo utilizo para hacer el bien, por más cursi que suene». Es entrañable verle pinchar una escena en la pantalla y ver cómo mueve la cabeza y chasquea los dedos con la musicalización diversa que han compuesto los alumnos del taller, que como explica Daniel Batán, director musical de TAI, ejemplifica un proyecto que lo que busca es «sacar de los museos sonidos olvidados y ponerlos a disposición de todos. Una base de datos a ampliar y un legado histórico».
Santaolalla, que repasará su trayectoria en Madrid en el Teatro EDP Gran Vía el próximo 10 de julio, recuerda a ABC que cuando comenzó su andadura con 17 años «había mucha gente de la 'intelligentsia' del rock que me criticaba, pero con el tiempo todo ecualizó». Se refiere al tema de la identidad, de no emular sólo la música anglosajona, que era la voz generacional del descontento, y que él abrazó, pero sin olvidarse del folk de su 'country'. «David Byrne, a quien admiro mucho y he podido trabajar con él, me dijo que el futuro del rock no residía en Inglaterra ni Estados Unidos sino en el Tercer Mundo. El rock ha pasado muchas subidas y bajadas. Ahora hay una explosión de música urbana y electrónica, pero es una energía que siempre vuelve. En Argentina hay un movimiento trap muy importante, que nació de una movida llamada El Quinto Escalón, de donde salen WOS o YSY A, que son dos tipos de peso ahí y citan el rock como una de sus grandes influencias. O bandas como Black Midi, increíbles, la esperanza del rock está acá. Yo le auguro un futuro muy promisorio al rock». Porque... no será el rock un sonido también en peligro de extinción, ¿no?
Respecto a la Inteligencia Artificial, como amenaza para exterminar a su gremio, Santaolalla es optimista contra las máquinas. «Como herramienta es maravillosa, pero, como toda tecnología, se ha demostrado en numerosas ocasiones que tienen un límite. Hay orquestas digitales estupendas pero nada supera a una orquesta tocando. Y por eso en las películas se graban orquestas de verdad. En una parte de la industria, sí, donde puedan jugar un rol importante, esa música como los platos y vasos de cartón en un pícnic, música descartable con un rol formulaico, como también ya lo hacía antes que la inteligencia artificial la idiotez natural. Agarrar una fórmula y repetirla hasta el cansancio, porque eso vende. Pero la IA nunca va a poder reemplazar la inspiración de un músico, es algo sublime, una conexión con otra dimensión. Será como el sampleo».
De hecho, en la 'masterclass', encumbró el yerro: «Hay gente que tira los ruidos, yo los celebro. Para mí el error puede ser un acierto, una intención oculta, un nuevo sendero. Como dijo Miles Davis: 'No hay nota equivocada'. Para mí es muy importante lo intuitivo, la conexión con el corazón y la panza». Estómago curioso, al final le sorprendieron con un regalo con el que previamente se entretuvo soplando y errando: una gaita de los pastores de Turquía. «¿En serio? ¡Será utilizada!».
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