El robo del Louvre se ha convertido en un gran atractivo turístico

Desde la reapertura, las colas son mayores y los turistas deben esperar más de una hora para entrar

Una vigilante del Louvre, que estuvo presente en la Galería de Apolo, relata el momento del robo: «Se oyó un ruido enorme, totalmente inusual»

Entrada del Museo del Louvre JUAN PEDRO QUIÑONERO

El histórico y catastrófico robo del Museo del Louvre se ha transformado en una fabulosa «operación publicitaria»: millares de nuevos turistas se sienten atraídos por visitar por «nuevas» razones el museo nacional más visitado del mundo.

Philippe Nulet, vigilante de turno, la tarde ... del sábado, me comenta el proceso este modo: «El Louvre siempre ha tenido muchos atractivos. Estos días estamos descubriendo que muchos turistas se sienten atraídos por descubrir la escena del robo, las salas robadas, descubriendo «otro» museo que nadie se había atrevido a pensar, justamente. El robo tiene un morbo cierto».

Oficialmente, el Louvre recibe una media de unos 30.000 visitantes unos 300 días al año. Todavía no existen cifras oficiales, pero los vigilantes que siguen la evolución de las visitas están convencidos de un incremento significativo, estos días.

Philippe Nulet así lo piensa: «Lo único que tengo claro son cosas concretas. Antes del robo, los visitantes debían esperar entre media hora y una hora corta, antes de bajar por la escalera de la pirámide de la entrada principal. Desde la reapertura, las colas son más grandes y los turistas deben esperar más de una hora, haciendo cola, antes de entrar definitivamente al museo».

La tarde del sábado, muy soleada, era propicia al vagabundeo por los alrededores del Louvre, en pareja, en grupo, en familia.

Turistas posando ante la entrada del Louvre JUAN PEDRO QUIÑONERO

Madame Tawka, tunecina, acompañada de su esposo y un niño de muy corta edad, habla de su visita con cierta emoción: «La cola es tan grande que no tengo claro que lleguemos a entrar: no nos importa. Nuestro hijo podrá decir, cuando sea mayor, que estuvo en el Louvre cuando el gran museo francés fue robado. Quizá sea una tontería, pero es un recuerdo».

Un grupo de chicas belgas, flamencas, me gritan a coro: «Los franceses lo tienen merecido. Tan soberbios, haciendo chistes contra los belgas, francófonos o flamencos, ahora descubren que su gran museo nacional ha podido robarse. Para reír o llorar».

El incremento de las visitas turísticas quizá sea un «buen síntoma». Pero también tiene efectos «perversos». El presidente de la República, Emmanuel Macron, la ministra de cultura, Rachida Dati, el ministro del Interior, Laurent Nuñez, y la director del Louvre, Laurence des Cars, han repetido en todos los tonos que la investigación «avanza», han insistido en que los ladrones serán «detenidos y condenados»… Pero pasan las horas y los días y no se tiene noticias concretas de los ladrones ni del robo.

«Misterios» que encantan a los turistas nacionales o internacionales. El Louvre no solo les ofrece maravillas artísticas. Se ha convertido en el corazón de una novela policiaca que es posible «seguir» en directo, amueblando el tedio del turismo «cultural» más convencional.

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Sobre el autor Juan Pedro Quiñonero

Corresponsal en París.

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