Así se retrató por primera vez en vida a los reyes en España

Las representaciones realizadas en vida del rey navarro se encuentran en los códices Aldelbense y Emilianense, realizados en los monasterios de San Martín de Albelda en el año 976 y en San Millán de la Cogolla en el 994. Ambos libros manuscritos, cuyos autores se retrataron en la fila inferior, con el abad Vigila y el obispo Sisebuto al frente respectivamente, «nos proporcionan las primicias del retrato real en la España medieval«, según la catedrática de la Universidad del País Vasco.

Es un hecho que «ha de ser valorado», resalta Silva, porque son «escasos» los retratos regios que han llegado hasta nosotros de la Alta Edad Media europea. De Carlomagno no se conoce ninguno, a excepción del mosaico de San Juan de Letrán que encargó el Papa León III. «Será necesario esperar hasta la cuarta generación de reyes carolingios para encontrar algunos retratos reales en los reinos surgidos tras las invasiones bárbaras», relata. Y éstos también se encuentran en manuscritos ilustrados, aunque con una concepción diferente.

Si los nietos de Carlomagno se muestran en su trono y coronados bajo un baldaquino, con la mano de Dios sobre su cabeza, exaltando la protección divina, en los primeros retratos de reyes hispanos se resalta esa «conexión imaginaria de la realeza pamplonesa con la de los monarcas hispano godos dispensadores arquetípicos de leyes y justicia».

Esa fue la imagen que quisieron transmitir los monjes de Albelda y San Millán en el siglo X, una imagen de la realeza navarra que fue variando con el paso de los años, tal como se refleja en el grueso volumen impulsado por Ricardo Fernández, director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro, en coordinación con las historiadoras Pilar Andueza y Carmen Jusué.

A lo largo de más de 500 páginas ilustradas con un ingente número de mapas y fotografías, prestigiosos profesores universitarios, académicos y especialistas reconocidos abordan cómo se ha representado visualmente el Viejo Reino de Navarra desde la Edad Media hasta los albores del siglo XX. Desde cómo se ha percibido el territorio por sus habitantes y sus instituciones, con sus emblemas y símbolos, y cómo esas tierras fueron vistas por los viajeros e intelectuales que se acercaron a conocerlas, a cómo se han representado sus prohombres o cómo los navarros han reflejado en el arte lo trascendente.

«Este libro nace de diversas reflexiones en torno al patrimonio, como signo de identidad común y elemento de cohesión y vertebración de los pueblos. Se centra en las imágenes, que a lo largo de los siglos han sido fundamentales en la transmisión del conocimiento, pues con ellas se descubre, se comprende, se entiende, se conoce y se reconoce«, explica Fernández en su introducción. Mirar, ver y leer a través del patrimonio cultural, como bien dice el profesor y académico, puede servir para «descubrir nuestra diversidad e iniciar un diálogo intercultural sobre lo que tenemos en común con otras realidades».