Valencia convierte 'La dama de picas' en un acontecimiento
El Palau de les Arts presenta la ópera de Chaikovski en una producción de Richard Jones repuesta por Benjamin Davis, particularmente inteligente a la hora de traspasar lo trivial mediante la penetración en el territorio de lo onírico
Les Arts recorre tres siglos de ópera en su temporada 2023-24
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'La dama de Pîcas'
- Libreto Modest Chaikovski sobre Alexander Pushkin
- Música Piort Ilich Chaikovski
- Director musical James Gaffigan
- Director de escena Richard Jones
- Reposición Benjamin Davis
- Iluminación Jennifer Tipton
- Escenografía y vestuario John Macfarlane
- Intérpretes Arsen Soghomonyan (Herman), Elena Guseva (Lisa/Chloé), Doris Soffel (Condesa) Nikolay Zemlianskikh (El príncipe Ieletski). Cor de la Generalitat. Orquestra de la Comunitat Valenciana
- Lugar Palau de les Arts, Valencia
Hoy es 'La dama de picas', el inquietante relato de Pushkin formalizado a través de la ópera de Chaikovski, la que deja una impresión desoladora. Aunque su primera representación en el Palau de les Arts terminara con una ovación grandiosa y ... acorde con una interpretación de sobresaliente dignidad. Ya se ha dicho, pero hay que insistir en ello, que el teatro valenciano en su actual etapa aúna calidad y emoción, incluso cuando vuelve sobre los títulos con propuestas ya rodadas. La cuestión está en saber elegir el enclave de la obra y los elementos que le darán forma. En este caso a partir de un reparto compacto, grandioso por momentos si se entiende por tal la capacidad para hacer creíble una ópera que es (con permiso de 'Eugene Onegin', estos días programada por el Gran Teatro de Liceo de Barcelona) la obra maestra de Chaikovski. La puesta en escena recupera la conocida propuesta de Richard Jones, repuesta en Valencia por Benjamin Davis, particularmente inteligente a la hora de traspasar lo trivial mediante la penetración en el territorio de lo onírico o, al menos, mediante el acceso a esa zona de intercambio donde lo evidente se confunde con lo imposible.
Hay una vieja fotografía en la que se intuye a Chaikovski sentado en un banco, en silencio, a orillas del Arno y frente al hotel Washington de Florencia, donde se hospedaba en 1890. Allí se refugió para componer 'La dama de picas', y allí surgió la inspiración a borbotones, dejando una partitura siempre anhelante, repleta de jadeos, de pesadumbre, de hallazgos tímbricos, de referencias musicales cruzadas y de una calidad melódica formidable. Chaikovski entendió muy pronto las posibilidades que le ofrecía el cuento adaptado por su hermano Modest. El trabajo fue intenso y la conclusión una forma de alivio. Poco después confesó haber llorado ante la muerte de Herman, aquel oficial que antepone el amor y su propia vida a la posibilidad de ganar en el juego mediante la fórmula secreta que solo conoce una vieja condesa.
Es decir, que Chaikovski lloró ante su propia música haciendo fácil el paralelismo entre el autor y el personaje. Es una hipótesis que se suma a las múltiples recreaciones hechas sobre el compositor y para las que todavía hay margen de estudio, aunque la tarea sea ahora imposible mientras el sátrapa Putin siga prohibiendo el acceso a sus archivos con el único fin de preservar la honradez y pureza de alguien que fue complejo y afortunadamente impuro. En realidad, el asunto Chaikovski, su vida, amoríos y dilemas, es un tema sin fin, que si se observa desde la perspectiva humana y no literaria tiene una importancia muy relativa. Al menos mientras exista una obra como 'La dama de picas' capaz de explicar lo inaudito, y especialmente si esta cae en manos de traductores como Jones o como James Gaffigan, el director musical de las representaciones valencias, cuya capacidad para mantener la partitura en un punto álgido, para colocar el fiel entre la exacta lectura y la contagiosa traducción es sencillamente prodigiosa.
'La dama de picas' nace en el foso del Palau de les Arts y crece contaminando toda la representación. Desde el estricto arranque hasta su desvanecimiento, sin ceder un solo compás a la facilidad. Gaffigan vuelve a demostrar que es un activo indiscutible del teatro valenciano. Como lo es su orquesta, realmente poderosa, o la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats que actúa impecablemente junto al Cor de la Generalitat, pues ambos tienen un papel fundamental convertido en paisaje de la obra, pues con su coreografía delimitan el espacio y envuelven la acción. El equilibrio entre lo masivo y lo privado en medio de la nada es un hallazgo de la puesta en escena pues consolida el desgarro que poco a poco va atrapando al espectador. Apenas puede ser un instante como aquel en el que a velocidad de vértigo se abre y cierra el telón para mostrar a Lisa sola, tumbada en la cama, después de la gran escena con Herman, quien adquiere la condición de espejismo. En otros casos es la escena completa, quizá la pastoral representada por guiñoles durante el baile de máscaras, con lo que se multiplican hasta el infinito las posibilidades especulares de la propia obra.
Queda lo evidente en la ruina y la opresión que producen la estrechez de las estancias del palacio de la condesa, la desolación del escenario vacío encuadrando a los personajes en una atmósfera densamente irrespirable y, sobre todo, el permanente juego entre lo obvio y lo imposible, lo que coloca a 'La dama de picas' en una dimensión intangible. Hay que escuchar a Arsen Soghomonyan encarnar al protagonista con voz de tenor un punto abaritonado, no siempre potente pero tan decididamente colocado que desgarra el personaje. Una de las dificultades de 'La dama de picas' es el perfil cambiante de los personajes y su necesidad de teatro sin máscara. Elena Guseva pone voz a Lisa y lo hace con densidad, perplejidad ante los acontecimientos y poderosa presencia escénica. El príncipe Ieletski asume con naturalidad la defensa que le otorga Nikolay Zemlianskikh, especialmente en su aria, cantada con aplomo. Lo tiene también Doris Soffel en su caminar gallardo y vengativo, orgullo en tanto sabe que la condesa es la amalgama de la obra y que su presencia será repelente por el simple hecho de existir y despreciar a todos, incluyendo a su propia Rusia en favor de la añorada Francia. Todos ellos explican el perfil de un reparto que, en último extremo coloca a 'La dama de picas' ante el padecimiento. Es inevitable sentir el desgarro de un alma que en realidad es la de un pueblo obligado a sufrir sin entrever una solución de futuro.
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