Plácido Domingo, Zubin Mehta, Cecilia Bartoli o Lang Lang, desfile de divos en el homenaje de Salzburgo a Barenboim

El festival de Pentecostés de la ciudad austríaca centró su programación en el mito de Orfeo

Cecilia Bartoli: «En la ópera actual faltan cantantes con carisma»

Cecilia Bartoli en un momento de la representación de 'Orfeo y Euridice' en la nueva producción de Christof Loy del Festival de Salzburgo de Pentecostés SF/Monika Rittershaus

Cosme Marina

Salzburgo

La postpandemia le está sentando bien al festival de Pentecostés de Salzburgo. La que es una de las citas musicales de referencia en la primavera europea ha recuperado con pulso envidiable su vigor de siempre, con los teatros llenos y una estimulante propuesta que en ... esta ocasión su directora, Cecilia Bartoli, ha centrado en el mito de Orfeo, revisitado desde múltiples ángulos.

Pentecostés es un verdadero maratón musical. Entre el viernes y el lunes se representan óperas, ballets, recitales y un largo número de actividades que, cada año, se vertebran en torno a un tema concreto. Espectadores de media Europa, y de otras latitudes, peregrinan por las diferentes salas salzburguesas desde la mañana hasta la noche en un verdadero paraíso para el melómano que se cita con algunos de los mejores intérpretes de nuestro tiempo. Además, esta edición tenía prevista un cierre muy especial. El homenaje a uno de los más grandes, a un verdadero mito viviente, Daniel Barenboim, que puso el broche de oro en una velada de altísimo voltaje emotivo.

Los días anteriores, Orfeo -y Euridice- centraron los afanes de los artistas y del público. Por ejemplo, con una notable versión en concierto de 'L'anima del filosofo ossia Orfeo ed Euridice' de Joseph Haydn con reparto liderado por Rolando Villazón y Cecilia Bartoli -ambos a magnífico nivel-, bien secundados por Thomas Hampson y Mélissa Petit. Al frente del proyecto Gianluca Capuano y Les Musiciens du Prince-Monaco la orquesta historicista impulsada por la propia Bartoli que en este festival ha exhibido un estado de forma fuera de serie, reivindicándose como una de las agrupaciones en su rango a seguir muy de cerca.

Ópera y ballet

En la misma jornada, compartían cartel Gluck y su 'Orphée et Eurydice' a través de la mirada del coreógrafo John Neumeier, con su compañía el Hamburg Ballet. Una visión de la obra dinámica -basada en la versión de París de 1774-, de veta contemporánea de la trama argumental ambientada en las vicisitudes de una escuela balletística en la que un atropello trunca la vida de Eurydice. Un fantástico Maxim Mironov como Orfeo obtuvo un triunfo relevante, al igual que la Eurydice de Adriana Chuchman y el impecable L'amour de la vallisoletana Lucía Martín-Cartón. Con la Camerata de Salzburgo en el foso y el Coro Bach de la capital austriaca ofrecieron una versión de la obra dramática, de vigorosos contrastes gracias a la luminosa lectura de Kazuki Yamada, una de las batutas más demandadas del momento. Los bailarines de Neumeier desdoblaban la escena con furia en las escenas de mayor virulencia, con lirismo expresivo en las más poéticas.

De Gluck a Monteverdi y su fábula en música 'L'Orfeo' en un formato fuera de lo común con la histórica compañía milanesa de marionetas de Carlo Colla e hijos, toda una institución capaz de sacar adelante los más diversos títulos operísticos con imaginería preciosista, cuidadosa en el detalle y ptecisa en la ejecución. Bellísima fue su versión del título monteverdiano defendida por un reparto solvente encabezado por un Renato Dolcini sobrio en el rol principal y magníficamente secundado por Carlotta Colombo y Sara Mingardo.

En la noche del domingo, Gluck volvió a tomar el protagonismo y, de nuevo, 'Orfeo y Euridice' pasaron por otro tamiz, el de Christof Loy en el montaje estrella del festival, que se repetirá el próximo verano. Al aliciente de emplear la versión de Parma de 1769, raramente representada y que sirvió al dramaturgo para mostrar una lectura de la obra compacta en siete escenas, de gran dramatismo, siempre tamizado por el filtro burgués que tanto y tan bien emplea. Fuerte presencia de la danza y, sobre todo, imponentes prestaciones del trío protagonista, con un doliente y severo Orfeo por parte de Cecilia Bartoli, una impetuosa Mélissa Petit como Euridice y un Amore de Madison Nonoa en primer plano. Capuano y su orquesta Les Musiciens du Prince-Monaco se revelaron, asimismo, como una formación de la mayor resistencia, casi omnipresentes y siempre con una energía inaudita.

El lunes de Pentecostés, los recitales y conciertos tomaron el relevo a la ópera escenificada con dos apuestas muy contrastadas. A las tres de la tarde una original 'Schubertiade', con Mélissa Petit, la Bartoli -acompañada, ni más ni menos, que por Lang Lang en una serie de lieder que tuvieron su brillante colofón en un espectacular 'Vedi quanto adoro'-, los hermanos Jussen -Lucas y Arthur-, en piano a cuatro manos y acompañando al soberbio coro Il Canto di Orfeo, con ¡cómo no! Capuano de maestro de ceremonias.

Saludo final de ls artistas participantes en el Homenaje a Barentoim: Rolando Villazón, Plácido Domingo, Sonia Yoncheva, Lang Lang, Cecilia Bartoli, Martha Argerich, Zubin Mehta y el propio Barenboim; Marta Argerich durante su interpretación; y Barenboim al frente de la Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino Marco Borrelli

Y como cierre, sin duda la velada más emocional, el homenaje de Salzburgo a una de las leyendas de nuestro tiempo, el director y pianista Daniel Barenboim -en los últimos meses aquejado de severos problemas de salud que lo han tenido alejado de los circuitos de conciertos - y que aquí volvió con algunos compañeros de generación que ya son parte luminosa de la historia de la interpretación musical.

La Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino sirvió de soporte para un concierto de casi ¡cuatro horas de duración! La primera parte, comandada por Zubin Mehta, que fue recibido en pie por el público que abarrotaba la sala del Grosses Festspielhaus. El viejo maestro, con bastón y paso lento y decidido, se dirigió al podio y arrancó la velada con la 'Obertura número 3, Leonora, op. 72' de Beethoven.

Desfile de divos

A partir de ahí comenzó el desfile de divos con Lang Lang en el 'Tercer concierto para piano y orquesta', también de Beethoven; Rolando Villazón, con 'Kuda, Kuda', de 'Onegin', de Chaikovski; Sonia Yoncheva, con 'Un bel di vedremo', de 'Madama Butterfly', de Puccini; y Plácido Domingo -recibido también con una salva de bravos- con 'Nemico della patria', de 'Andrea Chenier', de Giordano.

En la segunda parte, Mehta cedió la batuta a «un joven talento», presentando así al maestro Barenboim, que empezó con la obertura de 'Las bodas de Fígaro' mozartianas, para seguir con más música del compositor salzburgués y la Bartoli, con el aria de Sesto 'Parto, ma tu ben mio', de 'La clemenza di Tito', y el rondó 'Non temer, amato bene', con el maestro dirigiendo la orquesta y al piano.

La velada se cerró con una vuelta de tuerca: Martha Argerich como solista y Barenboim a la batuta en el 'Concierto para piano y orquesta' de Schumann. Al final, ambos juntos al piano, como los dos niños que tocaban décadas atrás en Buenos Aires y que, tanto tiempo después, siguen compartiendo escenarios en medio mundo. El reflejo de una época dorada que, poco a poco, se está diluyendo de forma inexorable. Salzburgo fue una fiesta, una emoción compartida por público e intérpretes. ¡Que no pare la música!

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