Metallica, arrolladores y convertidos en leyenda
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Andrés Castaño
Madrid
AC/DC ('It's a Long Way to The Top (If you wanna rock n' roll') y Ennio Morricone ('The Ecstasy of Gold') sirven como señal de aviso de calentamiento para que salgan Metallica. Y que la mítica banda de thrash metal se apodere ... de un escenario 360°, con el círculo interior especial ocupado por los privilegiados de la zona 'Snake Pit'. Los precios entre los 79 y los 248 euros.
Ocho postes con tres pantallas rodean ese círculo que sirve de escenario, con más de 8 micrófonos dónde James Hetfield se explaya con comodidad y a su aire.
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Suenan desde el primer acorde con una potencia arrolladora. Esto es thrash metal, no hay lugar para tonterías. Se ganan al respetable con dos clásicos como 'Harvester of Sorrow' (de 'And Justice for All', de 1988) y 'Creeping Death' ('Ride the Ligthning', de 1984).
Cambio de batería, y de ubicación de la misma que emerge, por rampa oculta. Pequeña intro para que se perciba '72 Seasons' de su último disco de 2023. Y oigan, suenan atronadores, su rock metalero es arrollador, sin contemplaciones. Con Metallica el rock vence la batalla del postureo, el aburrimiento no existe: lo suyo es rotundidad.
Hetfield tira de chuletas, de 'prompter', esa pantalla (que se utiliza en televisión) soplándole y despachando sus letras, siendo contundente en su fraseo.
El público sabe de la buena chicha instrumental de los estadounidenses, que apunta y repunta en todos esos solos, transiciones y cambios.
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Después de un saludo entrañable el ritmo es como una apisonadora. El cuarteto suena bastante impecable (para ser el Civitas Metropolitano con todos sus efectos rebote) y totalmente apabullante. Menudo hacha Lars Ulrich a las baquetas. O implacable Robert Trujillo al bajo, que se presenta en inglés y en castellano y ofrece una canción instrumental en primicia 'Sangria Brain' junto a la poderosa guitarra de Kirk Hammett.
Momento melódico el arranque de 'The Day that never comes' incluido en 'Death Magnetic' (2008), para subir trepidante en el estribillo, o dar un quiebro y acelerarse a la manera 'Metallica', y Hammett luce toda la potencia, escalas y riffs imaginables. Poca broma.
Un 'Orion' (de «Master of Puppets» 1986) casi visionario. Y una balada de esas demoledoras directas a lo hondo como 'Nothing Else Matters'. Y también del disco negro homónimo (1991), atacan 'Sad But True', otra descarga impagable.
Hetfield elogia al público madrileño. «Los que vienen por primera vez a vernos ya son parte de la familia Metallica, los que ya nos han visto más veces, bienvenidos de nuevo». Y anuncia que aquí la cosa va 'heavy', es tralla (y metralla).
Una bandera española anuncia la combustión sonora de 'Battery'. Como esa batería que desprende La Roja. Llamas en las pantallas acompañan una maquinaria, cilindros en plena acción, y Metallica despachan con rotundidad 'Seek and Destroy' de su álbum de debut 'Kill Em All' (1983).
De sus discos de acercamiento a un público más masivo, 'Load' (1996) y 'Reload' (1997), interpretan 'King Nothing' y 'Fuel', respectivamente, que suenan radiantes. Y es que esto, aunque tenga visos de conquistar, no es el 'mainstream'. Imágenes de todas las entradas de todos los conciertos que han dado en Madrid acompañan su furia.
La cosa acaba con un 'Master of Puppets' pletórico por todo lo grande en semejante exhibición de poderío heavy. Porque son los reyes del metal, algo innegable.
Tras eso esperamos un bis que no llega. Y se produce una larga despedida de amor incondicional por Madrid y los fans. Y reparten púas y baquetas por doquier, con Hetfield jaleando al publico e incitándole a corear. Imágenes del Palacio Real, y de otros edificios emblemáticos de Madrid sirven de despedida, junto al montaje del escenario en el Civitas Metropolitano.
He de reconocer que dos horas imparables te dejan exhausto. Porque es una tormenta, un tsunami musical, un hito sin parangón.
Un baño de multitudes en los que Metallica se manejan como tiburón en el océano. El mundo con ellos iría como una moto, engrasado y a linda velocidad.
Fue una lección metalera, la demostración de la contundencia infalible de Metallica como un icono musical del siglo XX y XXI. El metal siempre estuvo ahí, arrullando, apabullando, pura caña musical.
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