El Sónar vuelve a la vida entre la experimentación y el perreo

Porque llega el verano y se trae de la mano el Sónar, festival que empezó ayer a descorchar su XXIX edición evidenciando que, a falta de grandes reclamos, buenas son la imaginación y la inventiva. En realidad, esto último casi siempre ha sido marca de la casa, aunque en un año sin cabezas de cartel rutilantes, el festival barcelonés ha hecho de la necesidad virtud recorriendo casi todo el camino que va de la experimentación vocal al perro más desaforado. O, lo que es lo mismo, del exquisito festín de vanguardia a quince voces de Tarta Relena a la explosión de ritmo y baile de Ms Nina. Las dos caras del Sónar del Día, la apolínea y la dionisíaca, fundiéndose en un pegajoso abrazo y recuperando el tiempo perdido bajo un sol de justicia.

Así, entre los exquisitos bucles a capella de Marta Torrella y Helena Ros y el gozo recreativo de una Jorgelina Andrea que incluso se arrancó con un pedazo del 'Papi Chulo' de Lorna, el Sónar echó a andar esquivando el calorazo y haciendo bandera de su apuesta por la innovación y el talento local. Un buen ejemplo de esto último sería el estreno en el festival del barcelonés Rojuu, santo y seña de lo que se ha bautizado como 'emotrap' y que el festival programó, qué cosas, en el mismo escenario en el que C. Tangana empezó a despegar hace unos años. Al autor de 'Kor Kor Lake', es cierto, aún le falta un poco de rodaje, pero le sobra desparpajo como para coronarse como nuevo ídolo generacional ante lo que probablemente sea el público más joven que ha pisado nunca el Sónar. «Esta es la hora loca», anunció de pronto el jovencísimo Roc Jou. Y aunque sólo eran las cinco de la tarde, cualquiera le llevaba la contraria ante semejante despliegue de bombos omnipresentes y autotune a chorro. El trap, centrifugándose a sí mismo para sacudirse de encima el mal rollo postadolescente. Puro punk para empezar a inyectarle velocidad al Sónar del reencuentro.

A primera hora de la tarde, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, se pasó a saludar y los directores del festival tuvieron la feliz idea de acompañarla hasta el escenario en el que la francesa Cocou Chloe trataba de domesticar un aquelarre electrónico de aúpa. Mucho no aguantó Colau ahí dentro, aunque lo extraño hubiese sido lo contrario: aquello era como el equivalente sonoro a meter la cabeza en la centrifugadora.

A cubierto y acompañada por cuatro bailarinas, la argentina Ms Nina invocó el baile y el perreo y ahí estaba el público, con las ganas acumuladas, bien dispuesto a recoger el guante. Y aunque el sol seguía haciendo de las suyas y apretando con ganas, la irrupción de la rapera Uniqu3 Live en el Village fue reclamo suficiente para que la gente empezase a dejar atrás la sombra y abandonar sus escondrijos. Una buena sesión de hip hop veloz y elástico bien merece el riesgo de calcinación.