Bruce Springsteen, en plan indignado

El «Boss» regresa a España, pero esta vez no arrasa en taquilla. Viene con su disco más crítico, «Wrecking Ball»

Bruce Springsteen, en plan indignado AFP

PABLO CARRERO

Otra vez Springsteen . Otra vez en marcha la maquinaria más engrasada del gran rock internacional contemporáneo. Con cualquier icono de la música popular en activo habitualmente sucede que la noticia de la aparición de un nuevo disco o de la puesta en marcha ... de una nueva gira provoca una febril agitación en los medios de comunicación y en las casi siempre activas comunidades de seguidores.

En el caso de Springsteen el asunto se acentúa de forma sobresaliente… y no será precisamente porque se prodigue poco últimamente. Si la década de los noventa fue para Springsteen la menos fértil desde sus comienzos –solamente editó en 1992 “Lucky town” y “Human touch” y, tres años más tarde, el lúgubre “The ghost of Tom Joad”-, el siglo XXI ha contemplado ya nada menos que la edición de siete nuevos álbumes, un ritmo (más de un disco cada dos años) que pocos artistas con capaces de seguir.

Al mismo tiempo, también es cierto que el nivel de inspiración de discos como el superficial “Magic” (2007), y los más bien anodinos “Working on a dream” (2009) y “The promise” (2010) había caído alarmantemente si se compara con los grandes clásicos de su discografía de los setenta y los ochenta.

De manera que las primeras noticias que empezaron a circular a finales del año pasado al respecto de la nueva entrega del Jefe causaron desde el principio el acostumbrado revuelo. Avisaban estas de un Springsteen “enfadado”, inconformista y beligerante contra los orígenes y los efectos de la crisis económica en la sociedad americana.

Entre los seguidores, este hipotético cabreo se entiende habitualmente como una buena noticia, ya que actitudes similares son las que tradicionalmente han servido para alumbrar buena parte de sus mejores canciones, las que, en definitiva, contienen la esencia del Springsteen más significativo.

El propio Jon Landau, fiel escudero y manager desde los primeros años setenta, había dejado caer algo bastante más inquietante: que estaba, sí, el sonido característico de siempre, pero que en esta ocasión se trataba de un disco de cierto carácter experimental .

La escucha de “Wrecking ball”, finalmente editado el pasado 5 de marzo , disipa definitivamente los temores de quienes se rasgaban las vestiduras ante la posibilidad de un Springsteen coqueteando con la electrónica o con el rap. Finalmente, los más que discretos arreglos electrónicos de “Rocky ground”, una balada con coros gospel, no pasan de lo anecdótico. Con respecto al rap, mucho tiene que haber evolucionado el género para que alguien encuentre en “Wrecking ball” más que un livianísimo rastro, precisamente también en la misma canción.

Más airado... e inspirado

Además, el disco que pone nuevamente al “Boss” donde más cómodo parece sentirse –en los escenarios de grandes recintos abarrotados de incombustibles seguidores - confirma, felizmente que, en efecto, el Springsteen airado sigue correspondiéndose también con el más inspirado, o, por lo menos, con el más dispuesto, poderoso y creíble.

Se trata del disco más notable que ha publicado en lustros

Es mucho más que probable que Springsteen haya dejado ya muy lejos en el tiempo lo mejor de lo que es capaz ; que no se repitan ya joyas del calibre de “Born to run” (1975), “The river” (1980) o incluso “Born in the U.S.A.” (1984), probablemente su último gran disco. Sin embargo, lejos de la trivialidad acomodaticia de sus últimas entregas, “Wrecking ball” suena de nuevo con buena parte del brío, el nervio y la intensidad de sus mejores tiempos.

Hay, desde luego, mucho rock clásicamente springstiniano, pero también luce con lustre su faceta más folk, que precisamente aporta algunos de los mejores momentos del álbum, como la combativa pero vitalista “The death of my hometown”, un auténtico himno en el que acordeones, guitarras y coros suenan con la misma fuerza, la mucho más introspectiva y solemne “Jack of all trades”, ciertamente desoladora y hermosa al tiempo, o la que da título al álbum, a medio camino entre el folk épico y el “rock de estadio” tan característico de su autor.

Si a estas alturas nadie discute que las actuaciones de Springsteen siguen siendo ejemplo de entrega y emoción, la buena noticia ahora es, en fin, que esta inminente gira viene precedida por el disco más notable que ha publicado en lustros.

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