gala homenaje

Berganza, gracia, garbo y tronío

Un concierto en el Teatro Real, presidido por Doña Sofía, celebró anoche los 80 años de la mezzosoprano madrileña

Berganza, gracia, garbo y tronío javier del real

alberto gonzález lapuente

Decía el veterano Mesonero Romanos, cronista en la Villa y Corte, que Madrid es trompeta de la fama para todos menos para sus hijos. Lo razonable sería desmentirle, aunque fuera por una vez, a tenor de la gala que el Teatro Real organizó ayer en ... homenaje a Teresa Berganza , la demostración por un día de que en esta ciudad, la suya, cabe el reconocimiento. Bien es cierto que el Real no es ahora el más español de los teatros posibles, menos aún el más madrileño. De manera que el homenaje ha sido emocionante a veces, algo más apagado en otras y en todos los casos una posibilidad entre muchas, aunque no quizá aquella que imaginaría cualquier ciudadano del mundo que conociera y quisiera a esta madrileña de garbo y arte sin límites. Repasemos los hechos.

Pitada a Wert

Una hora llevaba la gala y lo más cariñoso que se había visto era el aplauso del público a la homenajeada inmediatamente después de la monumental pitada que le dedicó el grueso de los espectadores al ministro José Ignacio Wert. El pie lo había dado José Luis Gómez que, actuando de maestro de ceremonias, leyó algunas metáforas un tanto cursis sobre la música y la protagonista, después de presentar a las autoridades comenzando por S.M. la Reina Doña Sofía, que presidió el acto.

Rossini. Compositor de referencia en la carrera de Berganza. Eran otros tiempos y otras maneras. Hoy todavía posibles pero no exactamente en manos del maestro Alejo Pérez, sin gracia ni espíritu, mecánico, independientemente de sus buenas artes para cuadrar a la orquesta y hacerla cumplir.

Con Rossini cantaron «Álvarez, Bayo y Bros fueron tres besos al aire y tres formidables actuaciones»notablemente Marie-Nicole Lemieux y Annick Massis , además del veterano José van Dam que comenzó convirtiendo en «parlato» el aria de «La calunnia» para seguir durante el recital pegadito a la partitura como si estuviera en un ensayo. El final del acto primero de «El barbero» acabó sin más. Por lo visto ninguno de los cantantes se había enterado todavía que aquello que interpetaban tenía dedicatoria. Tuvo que salir Carlos Álvarez para lanzar el primer beso al palco y comenzar con la zarzuela que, por misterio de esta música tan saboreada por aquí fue como abrir la puerta a la felicidad. Álvarez, María Bayo y José Bros , tres besos al aire y tres formidables actuaciones.

Mozart vino en la segunda parte con Sylvain Cambreling en el podio. Otro director, más sutil, mejor acompañante. Y aquí el bonito detalle de Auxiliadora Toledano recordando, antes de cantar, la labor de Teresa Berganza ayudando a los jóvenes. Luego, por alguna razón, se oyó un murmullo de expectación ante el «Voi che sapete» de Cherubino, marca de la casa, por supuesto, muy bien rememorado por Serena Malfi tras las previas e importantes actuaciones de Álvarez y Sofia Soloviy. Final del segundo acto de «Le nozze di Figaro» y colofón inmediato.

El orgullo de ser madrileña

Llegó entonces la proyección de algunas imágenes con actuaciones de la protagonista. Apenas unos minutos que, por si alguien estaba perdido, explicaron el porqué de este homenaje y porqué cuando Teresa Berganza apareció en el escenario por todo el teatro volaron pétalos rosas acompañados de una ovación antológica. Para qué más. Berganza saludó y habló: de la ópera que fue su vida y a todos hace «héroes por una hora», de la zarzuela, como epítome de lo español, que en tantas ocasiones llevó por el mundo demostrando lo mucho de grande que puede haber en algo tan sencillo… y habló, sobre todo del orgullo de ser madrileña.

Es curioso, pero a los sabios intelectuales del 98, en su mayoría emigrantes en la capital, esto de lo madrileño les sentaba mal. Luego, cuando lo conocieron un poco más, varios cambiaron de opinión. Azorín , sin ir más lejos, acabó escribiendo que lo madrileño se distingue por la inteligencia viva, el carácter analítico e irónico, la personalidad que no se deja alucinar, el espíritu que lleva a la oposición y la fantasía. Por todo aquello que tiene que ver con el señorío. Teresa Berganza.

Berganza, gracia, garbo y tronío

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