Memoria y olvido en el Nueva York de Norman Mailer
El escritor, periodista y –sobre todo– provocador cumpliría cien años este martes. Su ciudad no le dedica grandes fastos
Corresponsal en Nueva York
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Iniciar sesión«Aquí venían a emborracharse escritores y artistas», dice el camarero de Kettle of Fish, en el West Village. Eso era cuando el bar se llamaba Lion’s Head, entre 1966 y 1996. Entre ellos estaba Norman Mailer, que instaló en el garito la ... oficina de su alocada campaña electoral a la alcaldía de Nueva York en 1969.
El antiguo Lion’s Head no puede recibir a más borrachos –ahora son estudiantes de la Universidad de Nueva York o fanáticos de los Green Bay Packers, un equipo de fútbol americano que tiene aquí su club de hinchas– en su barra. «Tuvimos un incendio hace siete meses», explica el camarero, y muestra el techo levantado, con cables y tuberías colgando, y las sillas y mesas arrumbadas por las esquinas del local. Solo sirven fuera, en pleno frío de enero, con calentadores eléctricos y sillas donde un par de visitantes –un rubio de Washington que ha venido a un concierto, un moreno con un porro y una Coca-Cola Zero– se juegan unos dólares a los dados sobre una mesita de metal.
Si Mailer siempre fue un incordio –violento, contestón, irreverente, de mecha corta– ahora, en un clima dominante de corrección, es insoportable
La desolación de este bar vacío es comparable a la del centenario de Mailer. Este martes, el intelectual y escritor neoyorquino, una figura pesada y punzante en la discusión cultural de la segunda mitad del siglo XX, habría cumplido cien años. Nueva York no lo celebra. Si Mailer siempre fue un incordio –violento, contestón, irreverente, de mecha corta– ahora, en un clima dominante de corrección, es insoportable.
Es probable que a la mayoría de la marabunta que invade The White Horse Tavern, en el mismo West Village, a pocas manzanas del antiguo Lion’s Head, ni siquiera le suene su nombre. Es gente joven, con pinta de estudiar un master en alguna de las universidades privadas de la ciudad o de acabar de poner el pie en Wall Street. Se gritan unos a otros para vencer el estruendo de la música. Algunos miran el partido de la NBA por la tele. Una pareja no puede ocultar que es su primera cita. Del techo cuelgan guirnaldas y corazones de papel en preparación para San Valentín. «Han costado mucho dinero», confiesa un camarero. Todo ello no logra acabar con el encanto de una taberna centenaria, con una barra de roble pulida por el peso de décadas de jarras de cerveza. Un borracho, algo más mayor que el resto, trata de ligar con la camarera y es el único elemento que recuerda al bar que frecuentaron Mailer y otros ‘beatniks’ y ‘hipsters’.
Amante de la discusión
Aquí destrozó su hígado el poeta Dylan Thomas –una foto y un texto en la pared le recuerdan– y siguieron su ejemplo miles de bohemios. Entre ellos, el belicoso Mailer, amante de la discusión –física e intelectual-, del licor y de las drogas. En su barra cofundó ‘The Village Voice’, retó a pulsos y alternó con escritores, boxeadores y músicos de jazz. Ni aquí ni en el viejo Lion’s Head se podía esperar un homenaje, recuerdo o discusión sobre el escritor en su centenario. Pero tampoco los ha programado –hasta hoy– la Biblioteca Pública de Nueva York, ni la Academia Americana de las Artes y las Letras, ni la propia ciudad.
El tono del centenario quedó de manifiesto hace un año. Uno de los hijos del escritor, John Buffalo Mailer, planeó junto al autor de la biografía más celebrada del escritor, J. Michael Lennon, la publicación de una colección de escritos de su padre sobre democracia. Venían las aguas revueltas en EE.UU. por el asalto al Capitolio de enero de 2021 y les pareció oportuno recuperar y organizar las ideas políticas de Mailer. Entre excentricidades e incoherencias, había avisado de la fragilidad de la democracia y de la amenaza de violencia política en EE.UU.
La sorpresa para el hijo de Mailer y para Lennon fue que Penguin Random House, la editora de todas sus obras en la última etapa, rechazó el libro. Un conocido periodista estadounidense, Michael Wolff, reveló que un joven empleado de la editorial había mostrado oposición por el título de un conocido ensayo de Mailer de 1957, ‘El negro blanco’, muy polémico desde su publicación (algunos críticos, como James Baldwin, denunciaron que perpetuaba «el mito de la sexualidad de los negros»). Hubo escándalo por la cancelación de Mailer –y aplausos de quienes hoy le consideran irrelevante o tóxico– y el libro acabó en manos de la editora Skyhorse, que se ha convertido en el refugio de los escritores cancelados (como Woody Allen).
‘Los desnudos y los muertos’ fue muy popular y le convirtió en figura literaria inmediata
La colección de escritos políticos –‘A Misterious Country’ es el título– se publica este martes, como regalo de cumpleaños para sus lectores. No será el único: la Norman Mailer Society celebrará el centenario en su conferencia anual de abril –es significativo que se organice en Austin (Texas) y no en su ciudad–, la editora de la Universidad Estatal de Luisiana publicará este año ‘Norman Mailer at 100’, un volumen en el que confronta las ideas del escritor con otras voces del siglo XX y Library of America reedita también ahora su primera novela, ‘Los desnudos y los muertos’, acompañada de las cartas que Mailer escribió a su primera mujer, Beatrice Silverman, desde el frente del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial.
Mailer acabó esta novela bélica –escrita en 1948, con 25 años, recién regresado de la guerra– en un estudio que alquiló en el número 20 de la calle Remsen, en Brooklyn Heights. Hoy es quizá el barrio más exclusivo de todo Nueva York y los neoyorquinos y turistas se acercan hasta aquí para admirar sus edificios señoriales y sus vistas al sur de Manhattan. No en estas noches gélidas, en las que ni los fantasmas de Mailer pasean por esas calles coquetas. No hay una placa que recuerde al escritor en esta casona imponente, ni tampoco a un par de manzanas, en el 142 de Columbia Heights, donde Mailer vivió durante décadas en un dúplex con ático, mirando a la bahía de Nueva York, diseñado como un barco, probablemente a la deriva.
Esa novela –considerada la mejor novela bélica estadounidense del siglo XX– fue muy popular y le convirtió en figura literaria inmediata. Mailer, hijo de judíos de clase media de Brooklyn, inteligente y ambicioso, quiso ser escritor desde la adolescencia y actuaba como tal desde que puso el pie en Harvard.
Drogas y alcohol
Con el modelo de Hemingway –vitalidad, masculinidad– siempre cercano y armado de éxito literario, Mailer se lanzó a devorar experiencias, amantes, noches, ideas. Intensidad es un concepto que queda muy por debajo de su forma de vida. Se casó con seis mujeres, las engañó con muchas más, tuvo ocho hijos y uno más adoptado. Se peleó con todos –desde el cabezazo que le pegó a Gore Vidal tras un debate televisivo a la trifulca, con martillo y mordiscos de por medio, con el actor Rip Torn durante un rodaje– y llegó hasta el crimen: en una fiesta para lanzar su primera candidatura electoral a la alcaldía de Nueva York, en 1960, apuñaló a su segunda mujer, Adele Morales, con un abrecartas. Antes, borracho y drogado, se había peleado con media fiesta y había bajado a la calle a buscar camorra con quien se le pusiera en el camino.
Morales sobrevivió de milagro y Mailer, de forma incomprensible, no pasó por la cárcel. Bastaron 17 días en el psiquiátrico de Bellevue y la indulgencia del juez. El episodio no suavizó a Mailer ni le quitó su lugar en la escena literaria e intelectual, en la que para entonces ya era un gigante. Lo había conseguido menos con sus novelas –aunque recuperaría el éxito más adelante, con libros como ‘Un sueño americano’ (1965) o ‘La canción del verdugo’ (1979)– y más con sus columnas, artículos, ensayos y sus libros de no ficción. Fue una fuerza imparable del llamado ‘Nuevo Periodismo’, con contribuciones indispensables como ‘Los ejércitos de la noche’ (1968), sobre la marcha al Pentágono contra la Guerra de Vietnam en octubre de 1967.
En el camino, innumerables polémicas y enfrentamientos, desde un pensamiento volcánico en el que cabían la masculinidad violenta, la homofobia, el antifeminismo o la oposición a la contracepción. Todo ello bañado en un carácter terco, pendenciero y egocéntrico.
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En ello se relame ‘Tipo duro’, una biografía sobre Mailer del británico Richard Bradford publicada a tiempo del centenario y que es un signo de los tiempos: no oculta el desprecio a su sujeto y a su obra. Pero la propia biografía –«despiadada», según alardea su propia editorial como estrategia de márketing– deja en evidencia la vigencia de Mailer: sigue siendo discutido.
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