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El extraño caso del Nobel a medianoche
Ni los políticos, ni los herederos, ni los amigos viejos y nuevos hemos estado a la altura
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Iniciar sesiónLlovía a mares la noche que entré en la casa del Nobel. Llevaba el sombrero empapado y mi amigo Lostalé, que quería refugiarse y escurrir la gabardina, insistió en presentarme a Vicente Aleixandre. Aquel ser afable, muy mayor, que leía con las escuálidas piernas ... abrigadas en aquel salón lleno de libros nos invitó a tomar té. Años después de su muerte en 1984, cuando vi publicadas las fotos de la casa desvencijada, la silla rota en mitad del polvoriento salón, los anaqueles vacíos, pensé que debía haber un culpable para tanto abandono. Como sabueso me lo decía, me parecía un crimen.
Se admiten pujas por Velintonia: la casa de Vicente Aleixandre, a subasta
Jaime G. MoraEl precio de salida es de 4,6 millones de euros. La vivienda, Bien de Interés Patrimonial, es uno de los símbolos de la poesía española del siglo XX
Va para cuarenta años que falleció y seguimos sin pistas. Como nos sobran Nobeles en España, nadie ha pensado que esa casa, particular y generacional, tendría interés. Ni los políticos de este país descentralizado, ni los herederos, ni los viejos amigos del poeta (y menos los nuevos, amigos de la casa, de los ladrillos, quién sabe si del futuro cargo imaginado) hemos estado a la altura. Ya me dijo Dorothy Malone que vivo en el país más prosaico de Europa, donde hasta la memoria de un Nobel parece prescindible. Aquí se indulta y se traga la poesía, pero bien que se regurgita el dinero, eso lo explica todo. Que para lo que quieren nunca falta.
Es un completo desafuero. Durante décadas, el archivo del poeta ha estado casi inaccesible, y la casa, inasequible, por obra y magia de la oferta y la que manda, la demanda, o más bien de la dejadez. Ni edición crítica tiene el Nobel. Ahora la casa sale a subasta, tiene bemoles, coincidiendo con la amnistía: somos capaces de darle la vuelta al código penal para limpiar un culo, pero nadie se pone de acuerdo para salvar la poesía. Ya no remamos, ni rimamos, todos a una, como en Fuenteovejuna, sino que nos quedamos todos muy 'Junts', pero en estado de catatonia, como en Velintonia. Entre la destrucción y el amor, hemos elegido lo primero.
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