Pierre Lemaitre: «Si una novela no sirve para entender una época es un objeto inútil»
El escritor francés publica 'El silencio y la cólera' segunda entrega de su tetralogía dedicada al esplendor de los 'Trente Glorieuses'
«Los años de gloria del capitalismo son un periodo que yo considero criminal, porque fue cuando creamos el cambio climático», asegura
Pierre Lemaitre regresa al lugar del crimen para ofrecer una clase magistral
Barcelona
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Iniciar sesiónSostiene Pierre Lemaitre (París, 1951) que, por aquello de las horas invertidas y los meses de arresto domiciliario, no hay peor enemigo para un novelista que el tiempo. En su caso, sin embargo, la debilidad es virtud y mina de oro. A saber: el ... paso del tiempo como recurso inagotable del que extraer relatos y la novela como mapamundi para moverse a placer por los vaivenes y convulsiones de la Francia del siglo XX. «Soy prisionero de una cronología, pero mi libertad está en elegir los momentos sobre los que escribo», asegura el francés.
En 'El silencio y la cólera' (Salamandra), segunda entrega de esa tetralogía com la que se ha propuesto «contar el siglo XX con un poco de ligereza y diletantismo», esa libertad le ha conducido a las puertas de 1952, año especialmente significativo en la mitología de los llamados 'Trente Glorieuses'. La edad de oro del capitalismo y, asegura Lemaitre, una época que podría resumirse como «criminal». «En realidad todo ese gozo es el origen del fracaso actual. Son los años de gloria del capitalismo, pero es un periodo que yo considero criminal, porque fue cuando fabricamos el cambio climático», explica.
El desafío, añade, está en escribir como si uno no supiera que todo va a acabar fatal. «Estoy hablando de una familia que aún no conoce el sentido de lo que está haciendo», apunta en relación a los Pelletier, protagonistas de una saga con la que el autor de 'Nos vemos allá arriba', nacido en 1951, se estrena en la novela histórica de los años vividos. Una experiencia que, contra todo pronóstico, ha salido peor de lo esperado. «A partir de 1952 ya es un periodo de recuerdos personales, así que pensaba que estaría cómodo escribiendo sobre los años 50, pero no ha sido así. Todo lo que recuerdo es falso. Nada se corresponde con la historia tal como sucedió. Ni el estado de ánimo, ni los coches, ni cómo se vestía la gente… Nada. En mi cabeza estaba todo mezclado y refabricado. Y, la verdad, da un poco de miedo cuando te das cuenta de que nada coincide», explica.
En el horizonte le esperan más recuerdos, la memoria enredada de nuevo con la vida, y otras dos entregas ambientadas, respectivamente, en 1959 y 1963, pero hasta entonces a Lemaitre lo tenemos descorchando la década de los cincuenta junto a Hélène Pelletier, fotógrafa, redactora de 'Le Journal du Soir' y heroína que toma las riendas de una novela asentada en pilares como el trabajo femenino, el aborto y las nuevas y acuciantes necesidades energéticas.
Dominación masculina
El año, recuerden, 1952. Un punto de inflexión. «Era el final de la posguerra, un periodo especialmente difícil con hambre y desempleo, y parecía que las cosas empezaron a ir un poco mejor. Mi hipótesis personal es que las cosas empezaron a ir mejor para todo el mundo menos para las mujeres. Es un periodo muy contradictorio, ya que tenemos la sensación de que la mujer empieza a sentirse liberada. Y, si nos fijamos en la publicidad, todos los eslóganes hablan de esa mujer por fin liberada… gracias a la lavadora, la nevera, la plancha y el congelador. Este concepto de liberación no es más que otra manera de perpetuar la servidumbre», relata Lemaitre, para quien toda novela debería ser antes una brújula que un espejo. «Si una novela no sirve para entender una época es un objeto inútil», defiende.
«El presente no es un espejo del pasado, pero nos ayuda a entender el camino recorrido», insiste un autor que, consciente de escribe de unos años en los que Francia y España eran como dos realidades paralelas, siente gran curiosidad por lo que pueda salir de «esta confrontación de dos planetas radicalmente distintos». «Describo 30 años de euforia capitalista mientras nuestro vecino principal vivía bajo la dictadura de Franco. Me parece una de las maravillas de la escritura poder medir cómo dos países vecinos vivieron a la vez periodo tan distintos», relata.
Sintetizando mucho, 'El silencio y la cólera' bien podría ser una novela sobre la mujer en una época de dominación masculina. Un libro deudor confeso de 'El acontecimiento' de Annie Ernaux en el que Lemaitre recupera viejos escritos de Françoise Giroud, ministra de Cultura y Secretaria de Estado para la Condición de la Mujer con Jacques Chirac que, antes de hacer carrera política, escribió para 'Elle' polémicos artículos como '¿Son limpias las francesas?'. «¿Por qué hago esto? Para explicar que el feminismo ha hecho su propio recorrido y que una periodista que escribe un artículo así en los 50 se convierte veinticinco años después en heroína femenina. La dominación masculina era tal que lo que hacían las mujeres era tomar prestado el discurso de los hombres», ilustra.
Lemaitre, que más de una vez se ha referido a sí mismo como «el último escritor vivo del siglo XIX», un autor que, puestos a elegir estirpe, no dudaría demasiado en aliarse, con Flaubert, Víctor Hugo y Balzac, troncales, se ve a sí mismo como un artesano. Un artista que, dice, tiene su oficio y regresa cada día al taller para seguir donde lo había dejado el día anterior. «Me gustaría mentir y decir que me levanto y una luz de inspiración que me atraviesa las venas; que hay un hechizo y escribo, siempre sufriendo, con mi pluma de oca, pero es más bien lo contrario. No creo en la inspiración, sino en la transpiración. Cuento más con mi trabajo que con mi talento», relata entre risas.
Y su trabajo, de momento, sólo contempla un tipo de novela: la histórica. «Si fuera sincero, diría que me he hecho mayor, Escribía novela policiaca cuando era un joven escritor, o uno novel, si lo preferís así. Hoy tengo la sensación de haber llegado a una cierta madurez», relativiza sobre sus comienzos como autor de novela negra y creador del malhumorado comandante Camille Verhoeven.
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