Lorenzo Silva en China: estar por primera vez donde ya se ha estado
El escritor encabeza una ofensiva cultural con la que España pretende aprovechar la reapertura del país tras tres años de aislamiento
Radiografía del género 'Negro español'
Corresponsal en Pekín
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Iniciar sesiónTres largos años permaneció China cerrada al resto del mundo, ensimismada en la persecución de una campaña sanitaria mutada en utopía ideológica. Con las puertas recién abiertas, España ha lanzado una ofensiva cultural para acceder en puesto aventajado, acorde con el peso de su ... tradición y el interés que esta suscita en el extremo opuesto de Eurasia. A lo largo de los últimos meses, dicho esfuerzo ha conquistado hitos como sendas exposiciones del Museo del Prado y del Thyssen en Shanghái, así como una retrospectiva de Salvador Dalí en Guiyang. En el ámbito literario, Lorenzo Silva abre camino a las letras con su participación estos días en el Festival de Literatura de Shanghái y otros eventos organizados por el Instituto Cervantes. Silva charla con ABC y, como no podía ser de otro modo tratándose del escritor español de novela negra más afamado –junto a un reportero recién llegado de Tailandia–, la conversación arranca desde el caso que todo un país comenta.
–Me lo ha dicho alguna vez un amigo policía: escribir novelas es muy difícil. Escribirlas en media hora y cuando estás nervioso, dificilísimo. Aún más sostenerlas ante alguien que está acostumbrado a que se las cuenten.
–Así que escribir novelas es como planificar un crimen.
–Tiene algo de criminal hacerle creer a una persona que es verdad algo que nunca ha sucedido [ríe]. Pero sí, claro, el gran problema es cómo hacer consistente la ficción cuando tiene cierta complejidad. Yo además siempre pienso que el destinatario es alguien más inteligente que yo.
–Ya sea un lector o un policía.
–No, no, no; en mi caso un lector [ríe de nuevo]. Hay que ver cómo engatusarle. Quieres llevar a los personajes a las situaciones que te interesan, porque son las que conmueven y sobrecogen al lector, pero como no tengas cuidado pierdes la verosimilitud y entonces todo el impacto se viene abajo como un castillo de naipes.
– ¿Hasta qué punto le preocupa la verosimilitud?
–Hay una verosimilitud en la vida real y otra dentro de la ficción, que puede no coincidir con la anterior. La mayor parte de mis historias son realistas, por lo que necesito atender a la coherencia que tiene la realidad. Por ejemplo, en mis novelas policiales no hay ningún criminal estrafalario que mate a dieciocho mujeres pelirrojas para grabar en el dorso de la mano de cada una de ellas un símbolo sumerio [vuelve a reír]. Está muy bien para hacer novelas raras pero nadie hace eso, se mata por otras cosas. Matar es una decisión, incluso para este chaval de Tailandia, no sé qué problema tenía, pero en algún momento hizo un razonamiento práctico: la solución era eliminar a una persona. Hay una razón, la que sea. Y a mí me preocupa que en mis historias haya crímenes que tienen que ver con las razones reales por las que la gente mata a otra gente. Intento que mis novelas obedezcan a esas coordenadas que ofrece la realidad.
Lorenzo Silva nos sumerge en las cloacas policiales
José María Pozuelo YvancosEn su último trabajo, 'Púa', narra peripecias de implicaciones políticas y sociales llenas de interés. Pero no parece bastarle meter a sus lectores en tramas bien urdidas, sino que desea llevarles a zonas reflexivas
–Al hilo de esas coordenadas. Es su primer viaje a China y, al mismo tiempo, la primera visita de un escritor español tras tres años de aislamiento. ¿Qué entorno cultural se ha encontrado? ¿Qué grado de apertura ha percibido a artistas extranjeros y sus ideas?
–Mi experiencia es particular, concreta y limitada a los cinco días que llevo aquí y las actividades en las que he participado. Yo he encontrado apertura e interés. En Shanghái participé en una sesión plenaria con veinticinco autores chinos. Por debajo de todas las diferencias, me sorprendió que escuchar sus intervenciones no significara recoger un muestrario de inquietudes muy dispares a las que tienen autores de España, América o Europa. Al final la creación literaria es algo universal, que moviliza las mismas palancas, obedece a las mismas ambiciones y, en el mundo globalizado en el que vivimos, se mide con los mismos desafíos. Muchos de ellos estaban preocupados por ese desplazamiento masivo a la narración audiovisual en detrimento de la literaria. Alguno de ellos se me acercó después porque me manifesté un poco más discrepante, traté de defender la autonomía de la literatura como un lenguaje narrativo completo en sí mismo que no tiene por qué subordinarse a otros lenguajes por el hecho de que estos tengan más éxito o más potencia industrial. Los chinos eran más proclives a aceptar que estas eran las reglas del juego, a intentar que sus libros se adapten al cine o a la televisión como la única manera de que un escritor pueda sobrevivir en el ecosistema. En cierto modo, vi que aceptaban esa derrota que yo me niego a aceptar.
–¿Ha tenido la oportunidad de familiarizase con la literatura china?
–Desde la adolescencia me he acercado a algunos de los clásicos chinos más accesibles, leí el ‘Daodejing’ y 'El arte de la guerra'. Me llamaron mucho la atención, hay citas de uno y otro en mis obras. Luego leí 'Sueño en el pabellón rojo', la poesía de Li Bai, a autores contemporáneos a Mo Yan y Yan Lianke... Si pensamos que el español y el chino son la primera y la segunda lengua del mundo y luego repasamos el flujo de traducciones, es para hacérnoslo mirar los dos. En un mundo global debe primar la dimensión de la cultura y la importancia de la creación. Aquí hay algo que falla. Mire, hoy voy a estar con un autor [Ah Yi] que tiene un libro traducido al español. Lo he estado ojeando y, fíjese qué curiosidad, he descubierto un paralelismo temático: las fuerzas que operan en la dinámica criminal son muy parecidas a las de una novela que yo situé en la España del siglo XXI, por lo que no sería difícil que con un poco más de engrase el sistema fluyera mejor. Aquí quiero aprovechar para agradecer y reconocer la labor que hace el Instituto Cervantes, que tiene unos medios bastante limitados en comparación con otros competidores. No solo es importante para que yo esté aquí hoy, también para que haya una editorial china interesada en traducciones.
–Esa obra que pronto verá la luz en chino es su última novela, 'Púa' (Ediciones Destino, 2023). El texto dibuja de manera implícita un escenario sociopolítico muy particular: la lucha contra el terrorismo, la guerra sucia... Como autor, ¿lamenta que la experiencia lectora de un chino carezca de ese marco referencial?
–Fíjese, en este caso es algo que celebro. Mucha gente está leyendo 'Púa', por más que he intentado evitarlo, como una "roman à clef" sobre la guerra sucia contra ETA. Es indudable que hay elementos de la historia, pese a estar situada en un país y una época indeterminados, que remiten al lector español a la realidad del terrorismo de ETA y singularmente al GAL, aunque hay muchas diferencias. Yo cuando he querido escribir sobre ETA he escrito con nombres propios en la no ficción y con detalles absolutamente precisos en la ficción. Si en esta novela no he recurrido a todo eso es porque he querido trascender ese episodio concreto para hablar de la guerra sucia en general, que además no es privativa de España, ni siquiera de la modernidad. Sí es verdad que me interesaba el fenómeno del terrorismo, la amenaza criminal que recae sobre una sociedad. Y me interesaba la guerra sucia como posible solución, o como falsa solución, que casualmente han seguido muchas democracias consolidadas. Yo quería contar eso y plantear al lector la pregunta: «¿Se puede perseguir un fin noble mediante los procedimientos más innobles?». Esa pregunta es universal, se plantea en todas las sociedades y en muchos casos se responde afirmativamente. Y luego está el resultado. Harari hace un análisis bastante interesante e inteligente, en el que viene a decir que las sociedades donde se ha recurrido con más soltura a la guerra sucia se ha producido un menor grado de progreso.
–A la hora de traducir el libro, ¿se ha planteado si semejante interrogante resulta problemático en este contexto político?
–Pues no lo sé, no me corresponde a mí, lo verán los editores, las autoridades, los lectores... Pero creo que es un tema humano universal al que, en definitiva, deben dar respuesta todas las sociedades, sea cual sea su forma de organizarse. Todas las sociedades a veces dan una respuesta que conduce a cruzar las líneas, y todas las sociedades deben luego afrontar las consecuencias. Porque no estamos hablando de las líneas que pone otro, sino de las líneas que pone la propia sociedad. Cuando un servidor del Estado se salta las leyes del Estado, en el fondo lo que está decidiendo es algo tan morrocotudo como abolir el Estado, porque el Estado es un sistema de leyes. Cuando empiezas a no aplicarlas empiezas a desmontarlo. Y en todos los sistemas, sean cuales sean, eso acaba teniendo consecuencias y suponiendo un factor corrosivo de la legitimidad y de la autoridad moral del propio Estado. Por ejemplo, por no meterme en lo que conozco menos, en la dictadura de Franco todo el mundo sabía que la élite política era corrupta, entonces todos los ciudadanos estaban autorizados a la corrupción. Y no era un régimen que tuviera que responder una legitimidad democrática, pero simplemente ese modo de saltarse las reglas incrementaba la disfuncionalidad de la sociedad.
–Acabemos por el principio: la lectura. El protagonista de 'Púa' empieza la novela regentando una librería, homenaje a una pasión juvenil extinta. Dado que todo escritor fue en primera instancia lector, ¿cuál es su relación con la lectura, es decir, la obra ajena? ¿Cómo ha evolucionado?
–Afortunadamente, a diferencia del personaje, ha habido épocas en las que el lector y escritor que soy lo ha tenido difícil pero no ha muerto nunca. Siempre me he mantenido apegado a la escritura como forma de vida y a la lectura como forma de interacción con el mundo. No he perdido nunca la pasión porque las dos cosas me han recompensado. He sido muy afortunado, hay mucha gente que se dedica a la escritura y tiene talento y la escritura no le recompensa. La suerte me ha acompañado, pero como lector no hace falta esa suerte, lo único que hace falta es mantener la curiosidad y seguir encontrando buenos libros, y eso no me ha decepcionado nunca. Mire, le puedo decir, estoy por primera vez en China, y me pasa lo que ya me pasó en tantos otros sitios: yo ya había estado aquí. Porque ya había leído sobre todos estos lugares, y lo que había leído no me engañó. Tuve la suerte de leer a escritores que tenían el talento suficiente, a veces incluso en unas pocas líneas, para dar testimonio fidedigno del alma de una gente y de una sociedad.
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