Juan Ramón Jiménez, el poeta que dejó a los pájaros cantando
Publican 'En la rama del verde limón', una antología inédita de canciones del Nobel de Literatura
Madrid
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Iniciar sesiónNo es lo mismo morirse que apagarse, por eso de Juan Ramón Jiménez (1881-1958) se siguen publicando inéditos aún hoy. El hombre, el poeta, escribió mucho, muchísimo; escribió más de lo que podía publicar; era un creador torrencial, pero un editor no tan ... rápido. Es como si nunca llegara a alcanzar su propia imaginación, rapidísima... Todo esto ya lo había aventurado él con unos versos inmortales: «... Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros / cantando».
En 1919 Juan Ramón andaba preparando su 'Segunda antolojía poética' para Calpe al tiempo que ponía en marcha con Zenobia (su mujer, su cómplice, etcétera) una editorial independiente para cuidar su obra. Fueron años de muchos proyectos, tantos que algunos quedaron inéditos. Fue el caso de 'En la rama del verde limón', una selección de canciones que el autor dejó preparada y lista para ver la luz, pero que se quedó en un cajón por motivos inconcretos: por la vida. Pasó una guerra (civil) y el original se dividió en dos: una pequeña parte se quedó en Madrid y el resto terminó en Puerto Rico. Y así, dividido, el libro durmió durante décadas. Hasta ahora, que la investigadora Soledad González Ródenas ha logrado rescatar esta suerte de cancionero con el sello Ánfora Nova.
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Aunque la mayoría de estas composiciones se dieron a conocer en otros títulos, nunca se habían visto así, reunidas tal y como Juan Ramón las quiso. Los folios los había mecanografiado Zenobia, y él había hecho anotaciones manuscritas sobre estos, matizando. Es ese el material con el que González Ródenas ha recosido 'En la rama del verde limón'. En el prólogo, ella explica que más allá de la forma (la canción), «lo que une estas composiciones es una perspectiva, una forma de contemplar y sentir la realidad en la naturaleza». Es decir, la mirada. Una mirada encendida y asombrada por el mundo, que va del dolor a la calma, de la agitación al sosiego. Que empieza así: «He venido. / Pero allí se quedó mi llanto, / a la orilla del mar, / llorando». Y termina así: «Mis ojos serán, serenos, / los suyos; / los miraré sin preguntas, / uno en lo uno».
«Lejos ya de sus pesares, de su enfermizo temor a la muerte y de sus melancolías juveniles, en la mayoría de los versos demuestra haber superado sus miedos y haber aprendido a gozar plenamente de la armonía de un entorno natural cotidiano, casi doméstico», afirma la filóloga. Da la sensación de que el poeta atisba trascendencia en los pequeños placeres del día, y se agarra a ella. «¡Esta es mi libertad, oler la rosa, / cortar el agua fría con mi mano loca, / desnudar la arboleda, / cojerle al sol su luz eterna!», escribe, derrochando sensaciones. Y también: «¡Yo sólo vivo dentro / de la primavera!». Es un ser lleno de algo, tal vez de dicha, de música. «Arriba, canta el pájaro, / y abajo, canta el agua. / Arriba y abajo, se me abre el alma».
Son temas y motivos, apunta González Ródenas, que abordó después en 'La estación total con las canciones de la nueva luz', 'En el otro costado' y en 'Dios deseado y deseante'. Ahí, por cierto, escribió una introducción en la que se explayó sobre su poética, y que ayuda a entender el pulso de este libro: «Para mí la poesía ha estado siempre íntimamente fundida con toda mi existencia y no ha sido objetiva casi nunca. Y ¿cómo no había de estarlo en lo místico panteísta la forma suprema de lo bello para mí? No es que yo haga poesía relijiosa usual; al revés, lo poético lo considero como profundamente relijioso, esa relijión sin credo absoluto que yo siempre he profesado».
De esa 'relijión' todavía queda mucho por conocer, tal y como asegura Carmen Hernández-Pinzón, sobrina nieta de Juan Ramón, al otro lado del teléfono. «Hay mucho material inédito, libros enteros, pero cuesta mucho trabajo sacarlos, no todos pueden hacerlo. Los archivos de Puerto Rico [donde falleció el de Moguer] se digitalizaron en su día, pero aún falta. Hay muchas carpetas sin digitalizar», cuenta. ¿Y qué es lo que se avecina? «Tenemos varios proyectos en marcha. Próximamente saldrá en la Residencia de Estudiantes otro epistolario de cartas de Zenobia, que también escribía muchísimo. Y este es muy interesante porque ya estaba ejerciendo como agente literaria de Juan Ramón... Y de él quedan libros importantes por salir. Libros como 'Ornato', 'Misceláneas' o 'Poemas agrestes'», continúa. Fue en 'Poemas agrestes', precisamente, donde Juan Ramón recogió aquellos versos. ¿Los recuerdan? «… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros / cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, / y con su pozo blanco». Y ahí siguen, ahí siguen.
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