Jesús Quintero, el legado de un loco cuerdo

Un año después de la muerte del 'loco de la colina', el libro 'Memoria del silencio' vuelve a las obsesiones del presentador con una selección de sus entrevistas y reflexiones

Jesús Quintero, una vida en imágenes

Jesús Quintero presentando su programa de televisión ABC

Andrea Quintero descuelga el teléfono desde el archivo de su padre, Jesús Quintero. «Ahora tengo delante el motor de un coche, hay también un botijo... cosas que le iban regalando. Cámaras, premios, fotografías, objetos que coleccionaba. Y más de 10.000 horas de televisión ... y radio en cinta. También carpetas con la documentación previa para sus entrevistas, las transcripciones». Un «tesoro», dice, que han desempolvado cuando se cumple un año de la muerte del popular presentador en el libro 'Memoria del silencio' (Temas de hoy), que incluye una selección de las entrevistas que 'el loco de la colina' hizo a lo largo de su carrera y los textos, algunos de ellos inéditos, que leía en sus programas.

«Mi padre nunca escribió poesía ni ningunas memorias. Las reflexiones que escribía eran para sus programas, y conservamos muchas de ellas manuscritas, pero no se planteó editarlas en libro. Todo lo que publicó eran libros de entrevistas, pero este es más completo, recorre toda su carrera», explica Andrea. Ella y su hermana Lola firman dos epílogos, y el prólogo es cosa de Raúl del Pozo. «Era un seductor, un burlador sevillano, aunque hubiera nacido en la provincia de Huelva. Un andaluz profundo del pueblo que sabe cantar bailando -escribe el veterano periodista-. Estuvo de verdad zumbado, aunque decía que 'el loco lo pierde todo menos la razón'».

'Memoria del silencio'

  • Autor Jesús Quintero
  • Editorial Temas de hoy
  • Número de páginas 416
  • Precio 21,90 euros

Esa locura siempre atravesó los programas de Quintero, desde 'El loco de colina' que acuñó en la radio a los televisivos 'El vagamundo' o 'El perro verde' que llevó a la televisión. «Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos -lamentaba el periodista nacido en San Juan del Puerto-. Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto y... ¡ni en España hay locos! Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo». ¿Por qué se vuelve loco un hombre?, preguntaba desde la oscuridad de sus entrevistas, con esos silencios, con esa mirada seductora. ¿Por qué sufrimos tanto? ¿No sabemos vivir? «Me llaman loco porque nunca he tenido un sentido práctico de la vida», decía.

«Mi padre tuvo una relación muy intensa y cercana con la locura», recuerda su hija Andrea. «Todos tenemos nuestros momentos de crisis en que nos replanteamos todo, y una persona tan reflexiva como mi padre pues indudablemente los tenía. Pasó por depresiones. Le afectó muchísimo la muerte de su hermano, que se fue muy joven. También las muertes de su madre y de su tía Mercedes, a las que adoraba. Durante la etapa de 'El loco de la colina' también lo pasó mal, porque fue una fase de mucho autoconocimiento. Pero él también hallaba en la locura un refugio. Cuando era el loco podía ser creativo, lucía. Como decía, él siempre estuvo cerca de la 'locura que trabaja para la vida'».

«Mi padre tuvo una relación muy intensa y cercana con la locura», recuerda su hija Andrea

Además de la locura, el libro se divide en otros bloques que abordan el periodismo, la literatura, la revolución, la telebasura, Andalucía y, por supuesto, el amor. «El amor es el comodín en el juego de la vida, la mágica carta que en el peor momento nos puede salvar de la ruina», decía. Y sus preguntas: ¿Cuáles son las drogas del amor? ¿Qué tiene el amor de locura? «A Jesús Quintero no le bastaba con preguntar al invitado lo que quería saber de él, Jesús Quintero preguntaba lo que él quería saber de la vida para ver qué opinaba el invitado, para ver si alguien le daba por fin la respuesta», señala en una breve introducción Rosa Ponce, editora del volumen. «Por eso sus preguntas solían repetirse y eso era lo interesante».

Preguntas originales

Y encima tenía «mucha gracia» a la hora de preguntar, apunta Andrea Quintero. No le falta razón. A Borges lo abordó con el tema del Nobel, pero lo hizo a su manera, claro: «Yo no recuerdo bien... si usted ha ganado el Nobel o no; ¿puede aclarármelo?». A Vicente Núñez lo atacó por su principal debilidad: «Usted es poeta, ¿verdad?». Segunda pregunta: «¿Y no le da vergüenza?». A Lola Flores le preguntó si iba «cincuenta años por delante» (sabía la respuesta); a Vargas Llosa quién escribía mejor, si él o Gabo, y a Chavela Vargas qué buscaba en el fondo de una botella. «No buscaba, más bien sacaba -respondió la cantante-. En el fondo de una botella creía encontrar la verdad y todo. Y es mentira, el alcohol no hace más que acabar con tu cosa hermosa que tienes dentro».

El periodista murió con 82 años, siendo «un chiquillo», dice su hija Andrea, ya alejado de los focos, y sin que su última aventura, el Teatro Quintero de Sevilla, terminara de funcionar. «Mi padre fue en todos los aspectos bastante valiente; algunos lo podrían tachar de inconsciente». Su objetivo era programar allí teatro, cabaret y cenas con flamenco, explica Joana Bonet en el prólogo. Allí rodó algunas temporadas de sus programas, «pero una vez más erró en la gestión». El dinero se le fue escurriendo de las manos, añade Bonet, y «a pesar de quedarse sin nada, murió rico»: cuatro mil entrevistas de las que 'Memoria del silencio' ofrece una buena muestra, y un archivo que es historia de la radio y la televisión.

Este archivo se conserva en el Centro Sociocultural Jesús Quintero, ubicado en el pueblo natal del presentador. «Este espacio está destinado a convertirse en la Factoría Jesús Quintero, que fue su último gran proyecto. Lo dejó inacabado. Ahora pretendemos hacer un centro de interpretación, habrá un museo y será un espacio de agitación cultural como lo fue su teatro -explica Andrea, que está al frente de la fundación que lleva el nombre de su padre-. Queremos hacer exposiciones, que haya una escuela de danza y música, organizar charlas y jornadas periodísticas...». Hay Quintero para rato. Por algo decía que su mayor defecto era «estar como un arco tenso hacia un horizonte que siempre está más lejos».

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Sobre el autor Jaime G. Mora

Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la UCM y Máster ABC

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