«Es imposible que la Segunda Guerra Mundial, la más devastadora de la historia, no tenga secretos»

Israel Viana y Manuel P. Villatoro publican un libro con episodios inéditos del conflicto

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Manuel P. Villatoro e Israel Viana Matías Nieto

Llevan años buceando en el pasado y rescatando episodios del olvido, conscientes de que en lo pequeño se esconde lo valioso, y los matices, y lo interesante. Con esa lupa los periodistas de ABC Israel Viana y Manuel P. Villatoro han investigado las ... historias que componen su 'Historia de la Segunda Guerra Mundial sin mitos ni tópicos' (B de Bolsillo), un libro en el que cuentan odiseas, tragedias, destinos y secretos y en el que desmontan, de paso, unas cuantas falsedades demasiado extendidas.

«Es imposible que la guerra más devastadora de la historia de la humanidad no tenga secretos», asevera Israel Viana. «Nosotros, para el libro, hemos entrevistado a unos cuantos supervivientes que jamás habían contado su traumática experiencia en el conflicto. Por ejemplo, a algunos de los españoles que sobrevivieron a la matanza de Manila, en 1945, que llevaban décadas sin querer hablar de ello ni siquiera con sus familias. En un encuentro con Víctor, de 87 años, nos contó con todo detalle cómo los japoneses llegaron a su casa filipina, se llevaron a toda la familia, mientras que a su hermano y a él los encerraron en un refugio y lanzaron una bomba de mano dentro. Nos dijo: «Mi hermano logró que la metralla solo nos alcanzara en las piernas, salvo un trozo que todavía tengo incrustado en la mano»». Es uno de tantos testimonios que sacuden al lector. Hay que pensarlo así: el bando aliado estaba formado por, al menos, cincuenta países, y solo en el Frente Oriental participaron más de cuatro millones de soldados. El caudal humano es inmenso, más que la literatura que ha producido. Y eso es mucho decir.

No todo es sangre, o no solo. Recuerda Viana que del brutal cerco de Leningrado, «uno de los episodios más terribles de la historia de la humanidad», salió «la sinfonía más bonita de todos los tiempos, escrita en medio de aquella barbarie por Shostakóvich». Y cuenta el día que se estrenó y se retransmitió incluso por el frente, a través de unos altavoces que se convirtieron, de pronto, en una orquesta. Y cita la memoria de un artillero: «Todos los de mi unidad cerraron los ojos para oírla. Daba la impresión de que, por encima de nosotros, el cielo despejado se había convertido en una tormenta repleta de música». Manuel P. Villatoro, por su parte, evoca el vértigo de los paracaidistas: «Imaginarme a los 'Red Devils' británicos dejarse caer en Normandía tras las líneas enemigas en un planeador de contrachapado para conquistar dos puentes me sigue pareciendo marciano. No tenían la seguridad de que llegarían vivos a tierra, había mil cosas que podían salirles mal y era muy probable que murieran antes de disparar una bala contra los alemanes. Pero, a pesar de ello, se presentaron voluntarios y cumplieron su misión».

De los mitos, Villatoro destaca el de que se considere que «la mecanización del ejército alemán no era superada por ningún ejército europeo y que los Panzer eran superiores en todos los sentidos a sus equivalentes polacos y galos al estallar la Segunda Guerra Mundial». E insiste: «Ver de forma monolítica a los alemanes es irrisorio. No estaba igual de ideologizada la 'Wehrmacht' que la 'Luftwaffe'; y ninguna de ellas era comparable al fanatismo de las SS. Es hora de dejar a un lado los maniqueísmos y empezar a analizar en profundidad las facetas militares de la guerra». ¿Y qué tiene que ver todo esto con el presente? «La Segunda Guerra Mundial puso los mimbres del mundo actual tal y como lo conocemos. Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki marcaron unas líneas rojas que llevaron al mundo a la Guerra Fría y que, todavía hoy, determinan el devenir de Europa. La imagen de las dos ciudades niponas arrasadas hasta los cimientos es la que hace que la OTAN tenga todavía reparos a enfrentarse de forma directa a Putin. Y han pasado casi ocho décadas de aquello…»

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