Gonzalo Torrente Ballester: la memoria del hombre al que todos olvidaban
En el 25 aniversario de su muerte, la BNE dedica una exposición al escritor gallego
Así es su gran novela, 'La saga/fuga de C. P.'
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Iniciar sesiónEn una de sus últimas entrevistas, Gonzalo Torrente Ballester (Ferrol, 1910-Salamanca, 1999) concretó su tamaño en una frase perfecta: «Yo soy el hombre del que todos se olvidan». Su nombre pasa por el de un escritor de éxito, aunque este le llegó tarde, ... ya con setenta y dos años, y el resto de su vida él fue más bien un hombre remando contra la suerte, siempre a favor de su vocación. Quiso ser dramaturgo, como Cervantes, pero no consiguió estrenar ni una sola de sus obras. Se desquitó como crítico teatral. También como novelista, profesor y muchas otras cosas: fotógrafo, conversador infatigable, guionista... Ahora que se cumple un cuarto de siglo de su muerte, la Biblioteca Nacional le dedica una exposición en su Sala de Guillotinas: 'Gonzalo Torrente Ballester, la travesía de un creador', comisariada por Carmen Becerra y Darío Villanueva.
La muestra propone un recorrido temporal y geográfico: es un viaje que empieza en Ferrol y acaba allí mismo, en el cementerio de Serantes, después de llevarnos por Madrid, Pontevedra, Nueva York, Vigo y Salamanca. En su juventud, Torrente Ballester alumbró tres obras de teatro que recogieron los temas que le iban a obsesionar siempre: 'El viaje del joven Tobías', 'Lope de Aguirre' y 'El retorno de Ulises'; en otras palabras, el mito bíblico, el histórico y el clásico. También colaboró con el periódico anarquista 'La Tierra' y con 'El Carbayón', de Oviedo. Tenía solo dieciocho años. En julio de 1936 se fue a París becado para hacer su tesis doctoral, pero volvió en septiembre para ingresar en Falange. En sus viajes a Madrid, constantes, se reunía con el Grupo de Burgos, donde estaban sus íntimos amigos Dionisio Ridruejo y Pedro Laín. Fue en 1947 cuando se estableció en la capital como profesor de Historia General en la Escuela de Guerra Naval. El puesto le duró hasta 1963: lo echaron por firmar una carta pública a Manuel Fraga en protesta por la represión que sufrió el movimiento minero asturiano. Su sustituto fue un firmante de esa carta: a él siempre le tocaba la cruz.
De Madrid se fue a Pontevedra, donde vivió dos años felicísimos, conversando con sus amigos, sacando su cámara a pasear. Tiene miles de fotos de entonces: dedicó una serie a los balcones, otra a la escultura... Fundó, con Alfonso Zulueta de Haz, el Ateneo de Pontevedra, que aún existe. Todo era perfecto, pero una muy buena oferta le hizo cruzar el Atlántico y establecerse en Estados Unidos, en Albany. Allí enseñó Literatura Española y escribió la que quizás su gran obra, 'La saga/fuga de J. B.', que Saramago consideraba inmortal, como 'El Quijote'. Si en la trilogía 'Los gozos y las sombras' ensayó el realismo, aquí se entregó al fantástico. Para la comisaria es la mejor novela del siglo XX. Tuvo elogios hasta de la censura: «De todos los disparates que el lector que suscribe ha leído en este mundo, este es el peor». Es una frase de faja.
En este viaje también se abordan las facetas íntimas de Torrente Ballester, su pasión por el té, que convirtió en una ceremonia y una colección (de teteras, claro). Tenía mala vista y buena mirada. Se acercába muchísimo al libro para leerlo, como si quisiera entrar en él. Metía barcos en botellas, echaba de menos el mar. También fumaba en pipa (cómo no) y tenía un walkman de Sony. Escribió hasta un relato de robots. Nunca le temió a la tecnología. «Entramos en un mundo fantástico con una máquina fotográfica y con un magnetófono en las manos, que es la manera más eficaz de apoderarse de lo que hay en este mundo de irrealidad», decía.
Al volver de Estados Unidos, se estableció dos años en Vigo y, después, en Salamanca, la ciudad que lo vio triunfar (vendió muchísimo, entró en la RAE, ganó el Cervantes) y también lo vio morir. «Cuando un gran escritor muere, hay dos años de efervescencia editorial; luego el silencio se va haciendo cada vez más grande y su voz desaparece. Esta exposición pretende retratar su faceta humana, pero también recordar que en sus libros encontraremos la obra de un gran autor», remata Becerra.
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