Hasta pronto, querido Fernando Sánchez Dragó

Confiaba ciegamente en su talento y su erudición para tumbar a cualquiera que osara enfrentarle, por eso sus columnas casi siempre eran contra algo. No era periodista de escuela, como lo fue su padre, pero dominaba el arte del debate y la provocación

Muere el escritor Fernando Sánchez Dragó a los 86 años

Dragó, un hombre feliz hasta el final

Fernando Sánchez Dragó José Ramón Ladra

Francisco López-Seivane

Aún estaba por llegar la hora del Ángelus cuando mi teléfono, inane durante toda la Semana Santa, comenzó a vibrar con un frenesí desusado anunciando la súbita muerte de Fernando Sánchez Dragó, algo que sin duda habrá conmocionado a todo el país como me ... ha conmocionado a mí. A fuerza de verle tan lúcido y energético se nos había olvidado que era mortal.

Le conocí hace muchos años. Juntos recorrimos gran parte del mundo, con parada y fonda en los cinco continentes. Admiraba su vasta cultura, su infinita curiosidad y su insaciable sed de experiencias que le llevaba a probarlo todo. Gran viajero, transitó por todos los caminos y todas las ideologías. Su gran bagaje intelectual seducía a las audiencias y su carisma le hizo extraordinariamente popular a lo largo y ancho del país. Era un comunicador nato, que no dejó de fascinarnos, ya fuera a través de la literatura, la radio o la televisión. Se tenía por anacoreta y a menudo buscaba la soledad y el silencio para macerar su obra, pero, paradójicamente, le entusiasmaba también compartir tertulias con amigos y, entre trago y trago, contar increíbles historias, que ya nunca sabremos a ciencia cierta si eran reales o fruto de su efervescente creatividad.

Como buen cosmopolita, Fernando se relacionó con un amplio abanico de mujeres de distintos países con las que formó ese variopinto ramillete de hijos que hoy estarán llorándole. Alejandro, el mayor, fue el único que nació de madre española. Su segunda hija, Ayanta Barilli, de madre italiana y con un premio Planeta a la espalada, parece haber heredado el gran talento literario de su padre. La tercera, Aisha, nació de madre francesa, y la progenitora de Akela, el cuarto hijo, es la japonesa Naoko. Creo que esto ilustra mejor que mil palabras el talante cosmopolita y abierto de un hombre que, paradójicamente, era tan español, aún siendo él mismo hijo de madre francesa. Pero no fueron esas todas las mujeres de su vida. Habría que añadir a Bea Salama, con quien estuvo casado un buen puñado de años, y a Emma Nogueiro, una joven periodista asturiana con quien vivía muy feliz en la actualidad.

En este triste momento no puedo dejar de pensar en mi gran amiga Bea Salama, que perdió hace sólo unos meses a su nuevo marido, el filósofo Antonio Escohotado. Es muy duro perder a dos maridos en tan corto espacio de tiempo. Y en este punto he de señalar que, aunque Bea pasara de los brazos de Fernando a los del Escota, la amistad entre ambos intelectuales no se resquebrajó lo más mínimo, como es de rigor entre los grandes.

A Fernando siempre le gustó la oposición, el contraataque, la pelea. Su espada era su pluma y su ingenio, el aguijón. Como buen caballero español siempre estaba presto a la pelea y no le importaba defender una causa u otra. Confiaba ciegamente en su talento y su erudición para tumbar a cualquiera que osara enfrentarle, por eso sus columnas casi siempre eran contra algo. No era periodista de escuela, como lo fue su padre, pero dominaba el arte del debate y la provocación.

Se ha dicho hasta la saciedad que Fernando era una persona entre amoral e inmoral por la naturalidad con que trataba los asuntos de la bragueta, pero no era más que un provocador de talante superliberal, a quien le gustaba presumir de malo. La verdad es que en este momento doloroso, en esta conmoción que me ha dejado su muerte, no me tienta en absoluto escribir sobre su vida más allá de los recuerdos afectuosos. He leído con tristeza algunas barbaridades que se están publicando con pasmosa ligereza aquí y allá por personas que, en realidad, nunca le conocieron.

Haría falta un grueso volumen para relatar todas las anécdotas vividas junto a él, y no todas serían santas, pero eso queda entre nosotros. Hoy lloramos la pérdida de un hombre sin parangón, cercano y amigo de sus amigos. Las letras de España, hoy más negritas que nunca, debieran rendir homenaje a quien tan bien las utilizó.

Hasta pronto, querido Fernando, no te alejes mucho de la entrada del Edén, que pronto te alcanzo y podremos continuar juntos nuestro camino hacia la eternidad, celebrando la muerte igual que celebramos la vida.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios